El dolor siempre ha estado allí. Instalado en ese lugar, ¿en qué demonios me convirtió ese infeliz?, de una chica llena de vida a una solitaria qué desconfía de todos.
¿Así se siente la paz?, solo sé que lo único que hago es reflexionar sobre mis actos, si tan solo no lo hubiera conocido a ese hijo de puta mi historia sería otra totalmente diferente a lo que es ahora.
Arruinó mi vida como pensé que nadie jamás lo haría. ¿Cómo alguien puede causar tanto dolor, infringir tanta amargura y hacer odiar la vida? Naraku está tan podrido que lo único que hace es eso... Llevar a otros a su agujero.
Mi mente trabaja, busca algo que me ate a este mundo, ni se lo que digo porque... ¿Esto se siente estar muerta?, pensé que mi mente trabajaría en olvidar todo, no que se quedaría intacta para recordarme toda la amargura con la que vivo día y noche.
—Por favor responde—una suave y asustada voz se escucha a lo lejos, ¿veré ya la tan anhelada luz blanca que me llevara al mundo de los muertos?
—Sé que puedes—siento que algo me ahoga, necesito expulsar todo, el sentimiento es agonizante.
Toso incontrolablemente mientras que mantengo los ojos cerrados, trato de buscar aire, necesito oxígeno. Agua sale de mi boca mientras trato de respirar, no puedo. Esto me pone en alerta y entro en desesperación.
—Tranquila—alguien toca mi espalda dando leves toquecitos que me ayudan.
Cuando me atrevo a abrir los ojos maldigo interiormente, alguien me ha salvado de la muerte. Una lágrima se escapa de mis ojos. Ni para eso sirvo. Quiero morir, ¿tan difícil es entender eso? Luego de esa lágrima, varías salen de manera incontrolable, la noche ya ha caído, pero solo hago llorar.
La persona de antes abraza mi cuerpo y me deja llorar, no me importa nada, solo quería morir, dejar por fin de sufrir tanto.
Me aparto de manera lenta cuando un aroma masculino filtra mis fosas nasales. Unos increíbles ojos me miran curiosos. Dios, son los ojos más hermosos que he visto jamás. Ese color dorado como el oro es... Increíble.
El sujeto que me salvó de la muerte me mira... Esperen, ¡él fue quien me salvo!
—¿Quién demonios te crees para no dejarme morir?—mi pregunta lo pilla de sorpresa.
A cualquier persona normal también. No es todos los días que salvas a alguien de morir y esta te reclama por eso.
—Una persona que no dejaría que otro acabe con su vida—responde con su voz molesta.
—No tenías derecho—me levanto y un frío me invade el cuerpo por lo cual me abrazo a mí misma para mantener mi calor.
—No te iba a dejar morir—es su gran respuesta.
—Ni para morir sirvo—pronuncio bajo, pero él alcanza a escuchar. Mis sollozos bajos se vuelven fuertes, él trata de abrazarme, pero esta vez huyo. No soporto a ningún hombre cerca de mi cuerpo.
—¿Por qué querías morir?—pregunta confuso.
—Porque cuando el dolor ya no lo puedes aguantar, cuando ya no puedes seguir luchando contra la corriente, lo único que quieres es dejarte ir—respondo muerta de frío.
—Toma mi chaqueta, estas temblando—la acepto con miedo, no quiero me haga daño.
—¿No quieres nada a cambio?—pregunto temerosa.
—¿Por qué lo iba a querer?—la acepto mientras me la coloco.
—Me tengo que ir—me muerdo el labio.
—Espera—el miedo se instala, no quiero que me haga daño.
—¿Qué?—mi voz sale como un susurro.
—Promete que no tratarás de suicidarte—no prometo nada y me marcho. El dolor de cuerpo que traigo es insoportable.
Cuando llego a mi auto me rompo en llanto, no quiero vivir, ¿es difícil de entender? Conduzco en dirección a mi infierno. El infierno que tengo en la tierra.
Gracias a Naraku ya no creo en mí, solo creo que merezco todo el dolor por ilusa que fui. ¿Por qué sigo aquí sí solo hago sufrir? Solo sufro, ¿esto es lo que merezco?, ¿sufrir toda mi vida? Años de dolor, años de tortura. Solo le brindé mi amor, ¿por qué pagarme se está manera tan vil?
¿Cómo fue que me dejé engañar de este modo?, siempre me creí mejor cuando estaba con él, me hizo creer que yo podía ser lo que soñé. La verdad golpeó fuerte, pero tarde. Nadie es lo que parece. No, Naraku no es ni la mínima parte de lo que creí. Mi verdugo. Ese maldito destructor.
Cuando llego a casa todo está apagado y ruego en silencio porque él no se encuentre. Abro la puerta con temor y suspiro aliviada, no está. Si supiera que llegué a esta hora no quiero imaginar lo que me iba a esperar.
Entro a la habitación y me miro en el espejo. Una sonrisa pasa por mis labios y luego desaparece. La chaqueta de cuero del chico que me salvó sigue en mi cuerpo. Paso un dedo sobre la tela de esta, pero luego lo dejo caer. Tengo que ocultarla, si Naraku la descubre me mataría. Pensaría que le soy infiel y no quiero saber lo que pasaría conmigo.
Entro al baño y la dejo caer al igual que toda mi ropa. Me baño mientras busco una solución, ¿abandonarlo?, ni en juegos, me mataría y luego a mi familia. Suspiro pesadamente, no quiero seguir con esta miserable vida, pero el miedo me controla.
Cuando salgo me envuelvo en una toalla, llevo la ropa mojada a secar y la chaqueta la oculto en lo último de mi clóset dentro de una caja de recuerdos que tengo. Naraku nunca ha molestado esa caja, la doblo bien y la entro allí. Me pongo mi piyama de monja y me acuesto. Tantos planes tronchados. Suspiro y me arropo apagando todas las luces y dejándome caer en los brazos de Morfeo. Aunque el día de hoy solo quería caer en los brazos de la muerte, aquella que quería que me abrace y que jamás me suelte.
Inuyasha
Estoy furioso. Otra vez mi padre me compara con mi hermano. No es mi culpa que no haya encontrado una mujer para casarme, para tener hijos con ella, no luego de lo que pasó. No es mi culpa que la mayoría de mis amigos tengan sus familias hechas, no quiero eso. Estoy muy joven aún, pero al parecer mi padre no lo entiende. Sé que sería un increíble padre, digo, amo a mi sobrina con toda mía alma, la trato como a una hija, a la que no soporto es a mi cuñada, es una maldita víbora que solo el estúpido de mi hermano es capaz de controlar.
Lo que más me jode es que me compare con mis amigos. Y lo que me molesta es que ellos se burlen luego y que me recuerden las hermosas mujeres que lo esperan en cada. Me bulle.
Gracias a mi enojo decido salir a caminar, el parque que hay cerca siempre me ayuda en mis pensamientos. Camino por el puente distraído. Hay miles de mujeres que quieren ser algo más que mis compañeras nocturnas, pero que lamentablemente solo eso pueden ser.
Yura es la única que podía ser algo más que mi compañera nocturna, pero es tan zorra que se tira a mis amigos. Aquellos con los que mi padre me compara, aquellos que dicen tener una esposa que aman, sin embargo le montan los cuernos a cada momento.
La actitud de mi padre me enoja. Desde pequeño comparándome con todos, eso me enoja y mucho. Trabajar con mi padre es lo único que me sale al 100% bien. Aunque regresar a mi país natal enojó a mi odioso padre, no quería estar más tiempo alejado. Cuatro años ya fue suficiente, quiero trabajar en la empresa de mamá que hay aquí. Si él no puede entender eso que se joda y a mí que me deje en paz. Lo amo y sé que él a mí, pero a veces se le olvida que mi vida es eso: mía.
Mis pensamientos desaparecen al ver a una chica lanzarse desde el puente, j***r está loca. Corro hacia abajo, pero me lleva numerosos minutos en los cuales no quiero que vaya a morir. Cuando llego quito mi chaqueta y mis zapatos y entro en el agua. Nado, pero no la veo, ¡j***r!, todo este oscuro aquí. Tiento bajo de agua y logro sentir algo frío, por lo que la tomo y al salir a la superficie me doy cuenta que es la chica que buscaba. Salgo con ella en brazos y la dejo en el suelo. Le doy respiración boca a boca mientras oprimo se pecho. Nada pasa.
—Por favor responde—ruego con voz suave, pero la preocupación es más que evidente, muero se miedo de que haya muerto—sé que puedes—murmuro, sin embargo ella no hace nada, ningún movimiento—de un momento a otro ella tose, pero me aparto para que deje salir el agua, la veo entrar en pánico por no conseguir aire por lo que doy toques en su espalda—tranquila—ella me abraza y rompe a llorar.
Su cabello mojado se pega a su cuerpo. Las pocas luces que hay aquí le dan un toque divino a su piel. Yo solo dejo que se desahogue.
Pero todo se vuelve confuso cuando sus preguntas me pillan por sorpresa. ¿Qué demonios le pasa?, me atrevo a observarla, j***r, su sujetador queda a mi vista lo que causa que por poco deje de prestarle atención. Le ofrezco mi chaqueta ya que tiembla del frío.
Sus ojos son chocolates, pero un chocolate que sufre, ¿Cómo puede haber tanto dolor en una sola mirada? Ella llora y una necesidad de protegerla se instala. Esta podría ser mi sobrina cuando crezca, una chica que sufre. De solo pensarlo mi mente se nubla y la urgencia de protegerla se hacen fuertes. No quisiera ver a mi sobrina de esta manera jamás. Tan dolida, rota.
Ella se marcha, pero yo me quedo en el mismo lugar pensando en esa chica. Era definitivamente hermosa pero tan triste. Camino hasta buscar mis zapatos los cuales tomo en mano para no mojarlos.
Camino de regreso de regreso a casa, pero la triste chica no sale de mi mente. Suspiro tratando de borrar los pensamientos, no la volveré a ver. Llego a casa y con lo que menos me quería encontrar era con mi cuñada.
—Hola cuñadito, ¿Qué te pasó?—pregunta mirando mi ropa mojada.
—Nada que deba importarte—contesto tosco y le doy una mala mirada.
—¿Cuándo dejarás de hablarme de esa manera?—pregunta en tono inocente.
—Cuando dejes de joderme, ni se cómo demonios te aguanta Sesshomaru—decido salir de ese lugar. Subo hasta mi habitación y me doy una ducha, me pongo un piyama y camino hasta la habitación de mi sobrina.
—¿Dónde está la niña de mis ojos?—pregunto entrando.
—¡Tío!—grita y se lanza a mis brazos.
—¿Cómo estas pequeña?—beso sus mejillas y la coloco en su cama.
—Estaba esperando que vengas para que me leas un cuento—responde.
—Hoy no te leeré un cuento, lo crearé para ti—beso su frente y la abrazo.
—Comienza tío—me acomodo y luego a ella.
—Había una vez en un reino lejano, una linda princesa que estaba triste. Era la princesa más hermosa que jamás en la vida se haya visto, pero que todos se preguntaban el motivo de su tristeza. Un día un príncipe lejano invadido por la curiosidad, fue a visitar a la princesa, cautivado por su belleza pidió en matrimonio, pero ella se negó—hago pausa.
—¿Y qué paso?—pregunta Rin curiosa.
—La princesa sufría porque un amor que tuvo murió, el hombre que amo había muerto hace tiempo, pero el príncipe nunca se detuvo hasta lograr que ella volviera a sonreír, pero esta vez de amor hacia él. Lucho mucho por la bella princesa, quería sanarla, quería que ella viviera y hasta que ella no sonrió, él nunca se detuvo porque de verdad la amaba. Fin—mi sobrina sonríe.
—Amo los finales felices—murmura pegada a mí.
—A dormir—me levanto y beso su frente.
—Te quiero tío—sonrío.
—Yo también—me alejo y apago las luces para luego salir, regreso a mi habitación y me acuesto en la cama.
Quisiera volver a ver a esa chica, saber el porqué de su dolor, pero... ¿La volveré a ver?