Alessandro pisó con fuerza el suelo destrozado del campo de batalla, sus ojos recorriendo la devastación. Cuatro lobos enemigos yacían inmóviles en el suelo, sus cuerpos mostrando las heridas de una batalla encarnizada. A su alrededor, las huellas de la pelea y el polvo levantado apenas comenzaban a asentarse. Luca estaba entre los caídos, y aunque su rostro estaba sereno, Alessandro reconocía el precio que había pagado por proteger el territorio. Cerca de él, Francesca, débil y apenas consciente, recostada contra un árbol, respiraba con dificultad. Alessandro se acercó con respeto y preocupación, tomándole la mano suavemente. Ella apenas abrió los ojos, mirándolo con una mezcla de agotamiento y determinación. Su fiel soldado había estado a su lado desde siempre, y verla así hacía que su
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