Alessandro avanzó por el pasillo del hospital sintiendo una mezcla de ansiedad y determinación. Los enfrentamientos de las últimas semanas, sumados a las noches en vela y el dolor por la partida de Nina, lo habían dejado agotado. Había combatido hasta el cansancio, buscando en la violencia y en el riesgo una forma de acallar el vacío que ella había dejado. Sin embargo, esa estrategia había fallado. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Franchesca, sabiendo que el peso de las palabras que ella podía darle sería mucho mayor que cualquier golpe. Al abrir la puerta, la vio acostada, más pálida de lo habitual, pero consciente y con una leve sonrisa. Él intentó devolverle el gesto, aunque fue un intento débil. —Franchesca, ¿cómo te encuentras? —preguntó, manteniendo su voz lo más ne
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