La oficina estaba inusualmente tranquila cuando Alessandro apareció en el despacho de Nina. Llevaba el teléfono en una mano, pero sus ojos estaban completamente enfocados en ella. Nina dejó de teclear, levantando la mirada solo para encontrarse con la suya, que destilaba una mezcla de decisión y algo más... algo que ella no lograba descifrar. —Nina, tengo que ir a París por unos días, negocios importantes. —Su tono era casual, pero había un brillo en su mirada que la hizo sentir una súbita tensión en el pecho—. Quiero que vengas conmigo. Nina parpadeó, sorprendida. ¿París? Las palabras tardaron en asentarse en su mente. —¿Yo? —dijo, casi sin darse cuenta de lo estúpido que sonaba—. No... no estoy segura de que sea buena idea. Hay muchas cosas aquí que debo... —Las cosas aquí estarán bi