El sonido de metal crujiente aún resonaba en los oídos de Nina mientras Alessandro salía del coche con pasos cautelosos, sus ojos brillando con una intensidad que ella nunca había visto antes. La luna llena se alzaba sobre ellos, proyectando sombras inquietantes mientras el viento susurraba entre los árboles cercanos. Nina permaneció inmóvil dentro del coche, sus dedos apretando con fuerza el asiento de cuero. Algo había golpeado el coche, algo que no podía ser humano. El miedo y la adrenalina se mezclaban en su interior, haciéndole recordar todos los años en los que había intentado negar quién era en realidad. Pero ahora, aquí, no había lugar para esconderse. Alessandro estaba fuera, solo, y ella sentía el peligro como una brisa helada que recorría su piel. —Quédate aquí, Nina, —le habí