Nina miró a Alessandro desde su escritorio, sorprendida cuando él se acercó con una sonrisa encantadora y esa aura segura que siempre lo acompañaba. Había sido una semana tranquila, sin amenazas de Derek, ni signos de Marco. Los días habían transcurrido con una extraña paz, y poco a poco, Nina había comenzado a sentirse más cómoda. Tal vez, solo tal vez, la tormenta había pasado. —¿Qué te parece si salimos esta tarde? —le preguntó Alessandro casualmente, aunque en su tono había un deje de emoción contenida—. Tengo un lugar que quiero enseñarte. Nina levantó una ceja, intrigada. A pesar de las tensiones y secretos entre ellos, siempre había algo en Alessandro que la hacía sentirse viva, más de lo que nunca se había sentido antes. —¿Un lugar especial? —preguntó ella, con una sonrisa jugue