El día había transcurrido en un torbellino de tareas administrativas, pero la mente de Nina seguía vagando, atrapada en los pensamientos sobre Alessandro Moretti. El hombre era un misterio, y cuanto más tiempo pasaba cerca de él, más se sentía atraída, a pesar de su resistencia. Había algo en la forma en que la miraba, en el control que ejercía sobre todo y todos a su alrededor, que despertaba en ella emociones confusas. No era solo su presencia física —aunque era innegable que Alessandro era un hombre increíblemente atractivo. Sus rasgos duros y masculinos, esos ojos grises que parecían desnudar su alma cada vez que se cruzaban con los suyos, su altura intimidante, la forma en que su traje se ajustaba perfectamente a su cuerpo atlético— todo eso la hacía sentirse débil. Pero más allá de