El teléfono vibró sobre la mesa del pequeño café en el que Nina estaba sentada, removiendo su café n***o por inercia. Habían pasado tres días desde la entrevista en la agencia de empleo, y con cada minuto que transcurría sin noticias, la incertidumbre crecía dentro de ella como una sombra persistente. No tenía plan B. Todo dependía de conseguir ese trabajo.
Miró la pantalla del móvil y sintió un pequeño sobresalto en el pecho. Número desconocido.
—¿Hola? —contestó, su voz temblorosa por la anticipación.
—¿Señorita Nina del Valle? —dijo una voz firme pero educada al otro lado de la línea—. Soy Olivia, asistente del señor Moretti. Nos ha llegado su solicitud para el puesto de secretaria, y el señor Moretti estaría interesado en entrevistarla personalmente. ¿Le sería posible asistir mañana a las 10 a.m. en nuestras oficinas?
El corazón de Nina se detuvo por un segundo. Alessandro Moretti, el nombre resonaba en su cabeza como un eco poderoso. Había oído hablar de él mientras investigaba un poco sobre la ciudad. Era un nombre importante, asociado no solo con poder y riqueza, sino también con misterio. Dirigía Moretti Enterprises, una de las corporaciones más influyentes del país. Sin embargo, lo que lo hacía más intrigante eran los rumores. Se decía que su imperio no solo se basaba en los negocios legales, sino que también tenía conexiones con el submundo del crimen. Pero esas eran solo habladurías, ¿no?
—Sí, claro. Estaré allí —respondió Nina, intentando sonar tranquila, aunque su corazón latía a mil por hora.
—Perfecto. Le enviaré la dirección por mensaje de texto. Que tenga buen día —concluyó Olivia antes de colgar.
Nina dejó el teléfono en la mesa y exhaló profundamente. Había conseguido la entrevista. Pero eso era solo el primer paso. El puesto no estaba garantizado, y además, el simple hecho de estar frente a alguien como Alessandro Moretti la intimidaba. Pero si había algo que había aprendido en los últimos días, era que no podía dejarse vencer por el miedo. Ya había soportado lo peor; lo que viniera a partir de ahora no sería más que una prueba de su fuerza.
Se levantó del café, dejando un billete sobre la mesa y con una nueva determinación, se dirigió al pequeño hotel donde se hospedaba. Esa noche, durmió poco, entre nervios y pensamientos que iban y venían. ¿Qué clase de hombre sería Alessandro Moretti? ¿Realmente era tan peligroso como decían? Y si lo era, ¿qué hacía una persona como él buscando una secretaria sin experiencia?
A la mañana siguiente, Nina se arregló con esmero. Se miró en el espejo de la habitación del hotel, intentando convencerse de que lo que veía era suficiente. Llevaba un conjunto sencillo pero profesional: una blusa blanca de botones, falda lápiz negra y zapatos bajos. No era la versión de sí misma que la manada conocía; era alguien nuevo, alguien más fuerte. Sus curvas seguían siendo visibles bajo la ropa, pero esta vez no trataba de ocultarlas ni sentirse avergonzada por ellas. Esto era parte de quién era, y no se disculparía por ello.
Con un último suspiro de aliento, salió del hotel y tomó un taxi hacia el edificio de Moretti Enterprises.
El edificio se alzaba imponente sobre las calles abarrotadas, su fachada de cristal reflejando el cielo de la ciudad. Era uno de los rascacielos más altos, y su diseño elegante y moderno gritaba poder y exclusividad. Nina sintió un nudo en el estómago al observarlo desde el taxi. Estaba a punto de entrar en un mundo completamente diferente al que estaba acostumbrada.
El vestíbulo era tan impresionante como el exterior, con pisos de mármol pulido y una enorme recepción en el centro. Los empleados, todos vestidos de manera impecable, pasaban apresurados a su alrededor. Nina sintió que estaba fuera de lugar, pero no dejó que esa sensación la detuviera. Caminó hacia la recepción con paso firme.
—Hola, tengo una cita con el señor Moretti a las 10 a.m. —dijo, presentando su mejor sonrisa.
La recepcionista, una mujer de cabello rubio recogido en un moño elegante, revisó su lista rápidamente y le indicó que esperara en una zona de asientos. Nina se sentó, observando el ir y venir de personas, todas ellas con una confianza y seguridad que a ella aún le faltaba.
Diez minutos después, Olivia, la asistente de Alessandro Moretti, apareció. Era una mujer alta y delgada, con una apariencia fría y profesional que parecía perfectamente alineada con el lugar. Llevaba un traje ajustado gris y unos tacones que resonaban contra el mármol mientras caminaba hacia Nina.
—Señorita Del Valle, el señor Moretti la verá ahora —dijo con una pequeña sonrisa antes de guiarla hacia los ascensores.
El trayecto hacia el piso más alto fue en silencio. Cada "ding" del ascensor hacía que el corazón de Nina diera un salto. El hombre detrás de la leyenda estaba a punto de estar frente a ella.
Cuando llegaron, Olivia la condujo a una gran puerta doble de madera oscura. La abrió con un gesto firme y la dejó pasar. La oficina de Alessandro Moretti era tan impresionante como el resto del edificio: amplia, con ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad y un mobiliario que combinaba lujo y minimalismo.
Al otro lado de la habitación, detrás de un enorme escritorio de caoba, estaba él.
Alessandro Moretti era aún más imponente en persona de lo que Nina había imaginado. Alto, con una postura que irradiaba autoridad y seguridad, su traje oscuro parecía hecho a medida, destacando cada línea de su figura musculosa. Su cabello n***o estaba peinado hacia atrás, y sus ojos, de un gris intenso, la observaron con un brillo que mezclaba curiosidad y algo más que Nina no pudo descifrar del todo. Era atractivo, en un sentido casi peligroso, pero lo que más destacaba era el aire de control absoluto que emanaba.
—Señorita Del Valle —dijo con una voz profunda y suave, sin levantarse de su asiento—. Tome asiento.
Nina se acercó al escritorio y se sentó, tratando de mantener la calma mientras él la miraba. Había algo en esos ojos que la hacía sentirse expuesta, como si pudiera ver más allá de su fachada exterior.
—He revisado su solicitud —comenzó, entrelazando las manos frente a él—. Y, sinceramente, no es el perfil típico que buscamos para este puesto.
Nina sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era el comienzo que había esperado.
—Pero... —continuó Alessandro, con una ligera curva en los labios—. Hay algo en usted que me intriga. Dígame, ¿por qué cree que debería contratarla?
La pregunta la tomó por sorpresa. No había esperado que fuera tan directo. Respiró profundamente, manteniendo el contacto visual.
—Sé que no tengo la experiencia que usted busca —dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero soy trabajadora y aprendo rápido. Lo que me falta en experiencia lo compenso con dedicación y determinación.
Alessandro la observó en silencio durante unos segundos más, como si estuviera evaluando cada palabra que decía. Después, se inclinó hacia atrás en su silla, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Más allá de la experiencia o la dedicación, señorita Del Valle, lo que me interesa es alguien que pueda lidiar con... presiones poco convencionales. Este trabajo no es fácil. Mi tiempo es valioso, y no tolero errores. ¿Cree que puede manejar eso?
Nina se mantuvo firme. Había enfrentado humillaciones y rechazo antes, había soportado el dolor de ser rechazada por su propia manada. No sabía qué desafíos le depararía este trabajo, pero no tenía dudas de que podía manejar lo que fuera.
—Puedo manejarlo —dijo con confianza.
Alessandro la miró por un largo segundo más, como si estuviera debatiendo algo internamente. Finalmente, asintió levemente.
—Bien. La contrataré a prueba por dos semanas. Si en ese tiempo demuestra que puede cumplir con las expectativas, el puesto será suyo de forma permanente. —Hizo una pausa, sus ojos grises fijos en los de ella—. Pero si comete un solo error, no dudaré en reemplazarla. ¿Estamos claros?
Nina asintió, su corazón latiendo con fuerza pero segura de su respuesta.
—Estamos claros.
Alessandro esbozó una ligera sonrisa, aunque sus ojos permanecían fríos.
—Empieza mañana. Olivia le dará los detalles. No me haga perder el tiempo.
Nina se levantó, agradeció a Alessandro y salió de la oficina, su mente enredada en pensamientos mientras caminaba hacia el