「 • Poline • 」 Apenas entramos al lugar, se me eriza la piel por los nervios. Mis sentidos se agudizan, como cuando íbamos de misión a la Guyana Francesa, haciéndonos camino, con el pelotón. Es una hermosa mansión, con inmensos jardines, muy bien mantenidos. En el estacionamiento, lujosos autos de todas las marcas y estilos, aparcados. El señor Carpentier se baja del automóvil y me abre la puerta del copiloto. —Escúcheme bien, Señorita Zurie —advierte—. Cuando entremos, te pondré una cadena, sostenida del collar en tu cuello. No mires a nadie y no hables. ¿He sido claro? —ordena, por lo que trago el nudo que se me había formado en la garganta. Asiento—. Lo siento Poline, pero yo pongo un pie en este lugar, y dejo de ser la persona que conociste —Vuelvo a asentir. —Descuida, s