5.

886 Words
5. El subterráneo comienza a frenar aproximándose a la estación. Mikael y yo pasamos junto a la muchacha y siento su mirada sobre mí. Me vigila. Me teme. —No se salvará. Este halo es fuerte… —comenta Mikael, al darle un rápido vistazo. Mikael está acostumbrado a lidiar con la gente, y no muestra ni la mínima empatía con la muchacha. Me pasa todo lo contrarío… genial. Lo digo con ironía. —Podemos intentarlo… —le digo. —No tienes la experiencia que se requiere… —apunta Mikael —. Es un halo sumamente fuerte… Una vez, cuando era novato, vi que Om se encontró con uno de similares características. Y con todo y su experiencia tardó dos días en deshacerse de él… ya te digo que ahora mismo lo dejes ir… Miro una vez más a la muchacha, trato de memorizar su aura, pero creo que es imposible que pueda encontrarla más adelante. —Quiero intentarlo… —digo con un tono de esperanza en mi voz. Mikael pone cara seria. No me tiene paciencia. —Tienes dos minutos. Pero a ratos, como ahora, me sale con algo que no me esperaba. Me suelto un poco la corbata, evitando no mirar hacia la muchacha, toco el Orixa, en mi bolsillo: Un ojo demoníaco que cobra vida cuando detecta energía del bajo astral. Me tomo unos segundos para planificar mis siguientes movimientos. Con la pequeña navaja me hago un leve corte en el dedo y saco el ojo demoníaco y lo activo con mi sangre, y lo apunto hacia el Halo de la oscuridad, que se alimenta de la muchacha, deseando que lo absorbiera. El ojo se abre y mira al Halo, inmediatamente ejerce su poder y trata de absorberlo como si se tratara de una aspiradora, pero ese Halo tiene carácter y vuelve a la muchacha como si se tratara de un perro fiel que vuelve a su amo que ha sufrido un accidente. —Es inútil, te lo he dicho —apunta Mikael, mientras se revisa las uñas. Con el fracaso en la cara, guardo el ojo demoníaco que parece que se vuelve loco por comerse ese Halo y como se ha quedado con las ganas parpadea con tanta insistencia que parece que da brincos en mi bolsillo. —Te falta experiencia, ya lo he dicho… —insiste de nuevo, Mikael, que ahora se cruza de brazos. Me siento frustrado, estaba tan cerca y tan lejos de salvar a aquella muchacha, su muerte es inminente. Una lástima. Suelto, sin pretenderlo, un suspiro pesado. De todas formas, el subte ya se detiene. Miro por última vez en dirección al Halo de la oscuridad que, ahora, envuelve por completo a la muchacha que ignora lo que le está ocurriendo. Mikael debe tener razón, no puedo ayudarla. No aún… —Jason, vamos. Despierta —la voz de Mikael, ahora es un suspiro. Reacciono a tiempo y antes de que se cierren las puertas salto del vagón y miro hacia todas partes. A pasos, se encuentra el objetivo por el que toda la semana estuve vagando por todas las estaciones de subterráneo de Buenos Aíres. No puedo ni debo dejarlo marcharse para dedicarme a salvar a la muchacha. La verdad es que no cuento con la suficiente experiencia trabajando en las calles, como no se cansan en repetirme, mi jefe y Mikael, pero ahora me queda en claro que es cierto. Solo tengo a favor mío y creo que debo decirlo, y es que no me gusta para nada las herramientas con las que me ha mandado a esta misión. Oh, rayos… Ahora que me doy cuenta, he perdido a mi objetivo. Bien hecho Jason. Mikael también ha salido de mi campo de visión, seguramente usa su otra forma, y va siguiendo al objetivo, pero yo estoy aquí, en medio de la nada, sin saber hacia dónde dirigirme. Miro hacia todas partes, mis ojos me permiten ver a las personas, pero nadie se ve sospechoso. A esa hora la cantidad de pasajeros es relativamente escaso, y aun así he perdido de vista a mi objetivo. Sin embargo, tapando mi ojo derecho con una mano, puedo ver con el ojo izquierdo, un paisaje un tanto diferente, auras de colores pálidos por el cansancio de las personas, que según veo son en su mayoría comerciantes que regresan cansados que se mueven rápidamente para subirse a otro nexo, para retornar a sus hogares y descansar hasta hacer el mismo recorrido al día siguiente. También veo, aunque son pocos, las manchas como chispas de color rojo brillante, que habla de una rabia incontrolable, más allá, a lo lejos, el penetrante brillo anaranjado que emana una parejita ansiosa por hacer el amor… Y cerca de ellos, las marcas borrosas en tonos grises y marrones de las descompuestas auras de los alcohólicos y drogadictos. Pero ni rastros de mi objetivo. Nada. Aún siento la sequedad en mi garganta, la molestia en las encías, el corazón acelerado, y sobre todo… el regusto a sangre que se hace cada vez más presente en los labios. Y la excitación que va en aumento. Todos aquellos síntomas son solo pasajeros, aunque demasiado evidentes como para que me permitan pasarlos por alto. ¿Quién es mi objetivo? De entre toda esa gente ya no lo reconozco. Estoy en problemas.
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