Savir corrió hacia ella, al verla sobre el suelo, inconsciente, le quitó el pañuelo de la boca, y desató sus manos y piernas, acarició su rostro.
—¿Saya…?
Ella abrió los ojos, mirò su rostro.
—Savir… ¿Estás aquí? —exclamó con voz débil.
Savir odió verla así, la cargó en sus brazos, la iba a sacar de ahí.
Al salir, Lady Sallow quiso impedir que saliera.
—¡No puedes robar a mi hija, salvaje! No lo permitiré.
Savir la mirò con odio. Lord Sallow intentó calmarla, pero ambos fueron amenazados por los guerreros de Savir.
La mujer fue detenida, mientras Savir salía con su esposa en brazos.
—¡El rey Kadir te matará, salvaje! El rey Kadir acabará con tu pobre tribu.
Savir mirò a la mujer, y esbozó una sonrisa.
—Ese rey del que hablas, pronto terminará muerto, y tú seguirás por ese camino, por ser una idiota.
Savir subió a Saya al caballo, de inmediato subió y la llevó consigo, estaba asustado al verla tan débil.
Cabalgó con ella, abrazada a su cuerpo, para salir de ahí, pero observó cómo algunos vecinos de los Sallow los veían asustados.
***
Savir estaba asustado, aunque Saya abrió los ojos cuando la encontró y escuchó qué ella habló, luego no volvió a despertar, eso le angustiaba.
Savir pidió que se detuvieran cuando anduvieron por el camino cercano a la casa de Ima Gaya.
Bajó el caballo, y un guardia lo ayudó con Saya, luego èl volvió a cargarla.
—Quiero que esperen en este camino —señaló a dos guardias—. Ustedes vendrán conmigo. Los demás ocúltense y vigilen.
Los hombres, que eran sus mejores guerreros, obedecieron.
Savir llegó a pie hasta la cabaña de esa mujer. Gaya nació en la tribu Dagda, pero desde niña mostró ser muy diferente. Una noche de tormenta, un rayo mató a sus padres dormidos, y eso provocó que la tribu dijera que era una niña maldita.
Màs tarde, ella iba a casarse con un hombre, pero, el dìa de la noche de bodas ella no demostró ser virtuosa, las mujeres de la tribu, recelosas y rencorosas no dudaron en echarla a la calle, pero, se dice que Gaya maldijo a ellas y al hombre que era su esposo, y después de eso, las mujeres murieron de horribles maneras, igual que el hombre, provocando que la llamara Bruix, y la maldijeran hasta expulsarla de la tribu Dagda.
El mismo jefe de Kelly la echó, y antes de irse, la mujer le mirò a los ojos, y dijo.
—Tu vida es corta, Kelly, y contigo acabará el linaje de tu sangre. Luego el trono de hierro será de la medianoche, de la luna y del lobo feroz, y tú serás recordado como Kelly “el débil” antes de que llegue el jefe de jefes.
La mujer se fue de la tribu, siendo repudiada por todos, y considerada como una enemiga, por eso vivía en ese lugar.
Savir entró en la propiedad, era una pequeña cabaña hecha con madera y troncos.
Llamó a la puerta, y pronto abrieron. La mujer le vio, pero no parecía que estaba dormida.
—¿De nuevo el jefe de jefes?
—¡Por favor, ayúdeme!
La mujer lanzó un suspiro, y le dejó pasar.
—Solo tu jefe —dijo y cerró la puerta a los guardias.
Savir recostó a Saya hasta el fondo de la habitación donde había una cama.
La mujer mirò a Saya, tocó su pecho, como si tuviera un mal presentimiento, comenzó a hablar en un idioma que el hombre no conocía.
—¿Qué pasa?
La mujer se acercó, y pasó la mano sobre el cuerpo de Saya, pero sin tocarla.
Luego, abrió ojos tan grandes, como si fueran a salir de sus órbitas.
—¿De dónde es? Jefe, ¡¿de dónde sacaste a esta mujer?!
Savir la mirò con rabia.
—¡Ella es mi Morrigan! Es mi esposa.
La bruja abrió la boca enorme y la cubrió con sus manos; su piel blanca, se puso más pálida.
—¡jefe! Ella…
—¡¿Qué?! ¡Habla, te lo ordeno!
La mujer titubeó, pero habló.
—Ella tiene una energía oscura dentro de su alma, es como si la estuviera succionando.
Savir no entendía nada.
—¿Qué? ¡Tienes que sanarla!
La bruja no dejaba de verla.
—¿De dónde viene ella? Es como si fuera muy fuerte, pero su fuerza no proviene de su espíritu, es de algo muy oscuro.
La mujer abrió los ojos enormes, hasta que se le pusieron blanco, cayó de rodillas, y quedó en trance.
Los recuerdos vinieron a Savir, solo una vez, antes. Vio a esa mujer actuando así.
Ella tuvo una visión aquella vez, la visión de la guerra.
***
Palacio real de Green field.
Llamaron a la puerta. La habitación estaba constituida por una gran sala y, al fondo, otra habitación pequeña que era de la reina consorte.
El rey abrió los ojos, maldijo tres veces, la reina enderezó su postura, pero no dijo nada màs.
El consejero del rey entró.
—¿Qué quieres, Lord Kant?
—Su majestad, lo siento mucho, pero, ha ocurrido algo y después de lo que habló hoy, pensé que era mejor informarle.
El rey Kadir se levantó, vestía apenas calzoncillos y sus siervos le pusieron su bata hecha de hilo de oro.
—¿Qué?
El hombre tartamudeó.
—¡Hubo un asalto en la residencia de los Sallow!
—¿Qué pasó? —exclamó el hombre arrugando su ceño—. ¡Habla!
—¡Fue la tribu Dagda, que secuestraron a Lady Saya…!
El hombre abrió sus ojos verdes, brillantes, tan grandes, que casi salina de sus órbitas.
—¡No! —gritó con furia, haciendo que todos los presentes temieran.