Alessandto ha concertado una cita con la ginecóloga a las tres de la tarde. Y aquí estamos, en la sala de espera de la consulta. Una habitación amplia, minimalista, de paredes blancas y muebles de diseño enclavada en uno de los ostentosos rascacielos de Santa Clara. Por un lado agradezco que haya venido conmigo, que me acompañe. No resulta cómodo ir al ginecólogo, sobre todo, si es la primera vez, pero por otro, me hubiera gustado venir sola. Aunque si me detengo a pensarlo bien, Alessandro es la persona que mejor conoce y más sabe de mi intimidad. Suspiro quedamente. Mientras me pincho con la uña, nerviosa, observo que no hay ningún paciente en la sala. Está completamente vacía. No me extraña, la verdad; estamos fuera del horario de consulta. Sumida en el silencio me pregunto si la ginec