CAPÍTULO 31. EMILIANO FERRER. NO ME DARÉ POR VENCIDO. Llegar a la oficina y no ver a mi linda asistente como todos los días me pone triste, su presencia aquí para mí tanto en lo laboral y en lo personal es dispensable, pero es lo mejor que puedo hacer ahora aunque me cueste un poco no tener su presencia.— suelto el aire que no sabía que tenía retenido y pienso que me parece raro no encontrar a mi madre aquí ya la hacía esperándome. No pasa mucho tiempo cuando llaman al intercomunicador. —¡Si dime, Marta! Espero que responda de inmediato. —Señor, su madre se encuentra aquí y desea verlo, me informa y de inmediato autorizo que la dejé pasar—. Déjala pasar, nos trae café, por favor. Le pido. —Marta, otra cosa, coloca anuncios solicitando asistente, por el periódico, en la página digital