Conforme me acerco el lugar se va llenado de gente, tanto propios como extraños que en vez de interceder para impedir la pelea, esperan a ver que sucede.
Me detengo al no encontrar un camino despejado hacia los hombres que parecen desearse la muerte con la mirada y de tener tan solo una provocación, están dispuestos a arrancarse la piel de ser necesario.
Por como visten, supongo que no son mas que empleados de la casa Carusso, pero no se necesitan mas que una pelea como esta para desatar el infierno en Verona.
—¿Que esperas, pezzo di merda?—escupilo un Carusso. El nieto de Greta esta a punto de darle un puñetazo en la cara, pero el otro chico que lo acompaña y lo detiene.
—Pagherai per questo—el hijo del jardinero se mira la camisa, la cual tiene exactamente una mancha de gelato amarillo, quizás de mango.
—Como si ese pedazo de tela vieja fuese a valer algo—se burla el Carusso.
Encorvo el ceño recordando las palabras de Vittoria, realmente pelean por cosas tan triviales como una mancha de gelato, aunque de igual forma no se sabe si habrá tenido o no las intenciones de ensuciarlo solo para provocarlo.
Aunque lo que verdaderamente me sorprende es que la gente no diga ni haga nada para detenerlos aunque en las calles hay bastantes turistas, sin embargo, no es extraño que los italianos discutan de esa forma en las calles.
Hago un intento de acercarme nuevamente, pero al ver la escena distingo que uno de los capuletti ha casado una navaja, la gente al ver aquel arma punzocortante se hace hacia atrás para darles espacio, por lo que logran empujarme alejándome de los chicos que intento proteger, no deberían enfrentarse a los Carusso sobretodo si están armados.
—¿Que sucede aquí?—escucho una voz autoritaria, entonces en medio de la multitud aparece un hombre de aspecto pulcro y elegante, incluso lleva puesto un traje oscuro.
Los jóvenes Carusso guardan las navajas cuando el tipo se aproxima, parecen conocerlo, aunque dudo que sea uno de los suyos ya que los mira con desaprobación.
—No ocurre nada señor Francesco—le dice uno de ellos dando pequeños pasos hacia atrás como si quisiera huir de ahi.
—¿Nada?—cuestiona el hombre en forma de sarcasmo—tienen todo un publico aqui y encima en fin de semana cuando hay cientos de turistas visitando la ciudad y ustedes armando un tumulto.
—No fue nuestra intención—dice y señala a mis chicos—esos tipos se tropezaron con nosotros y encima tiraron nuestro gelato y ahora nos culpan por su torpeza.
—No me interesa quienes comenzaron todo esto—grita fuerte y alto, lo que ocasiona que la gente comience a dispersarse—váyanse o la próxima vez los obligare hacer trabajo comunitario y sus señores no podrán hacer nada esta vez.
«¿Esta vez?» medito la queja del hombre, parece ser que no es la primera vez que esto ocurre, aunque me parece bastante inusual, se suponía que el centro de Verona, los lugares mas concurridos por los turistas eran un punto neutral en donde las disputas de ambas familias no podían ni debían ocurrir.
En un parpadeo los chicos desaparecen y el disturbio finalmente termina, así que me vuelvo hacia atrás con la intención de volver junto con Vittoria, pero alguien me sujeta del hombro.
—¿Que haces aquí?—me reclama una voz masculina muy familiar.
—¿Alessandro?—cuestiono mirándolo de arriba abajo.
Mi recuerdos vuelven, de aquella etapa en el colegio y es que cuando salía con Vittoria nunca podía faltar Alessandro, nuestro compinche de travesuras, pero por lo que logro ver sus días de malas acciones han terminado puesto que lleva puesto una sotana de seminarista.
—El mismo que viste y calza—expresa esbozando una sonrisa—no deberías pasear tu sola por aquí.
—No estoy sola, vengo con Vittoria—digo señalando la fuente, aunque al mirar de reojo me percato que la figura de mi prima ha desaparecido.
—¿Ah si? ¿Y en donde está?—estira el cuello para intentar encontrarla.
—Seguro fue al baño—le explico, aunque no se donde diablos se metió. Alessandro deja escapar un suspiro y niega con la cabeza, me empuja levemente por la espalda para indicarme que lo siga y así, ambos caminamos hasta la fuente donde Vittoria estaba sentada y parece que mi gelato se derramo.
—¿Porque no debería pasear sola?—le interrogo.
—Verona ya no es la ciudad tranquila que conocías, Romy—expresa con una seriedad que me impresiona.
Alessandro nunca fue serio cuando debía serlo, él era quien solía sacarnos una sonrisa tanto a Vittoria como a mi, escucharlo hablar de esa forma me desconcierta al igual que su apariencia, si bien era bastante atractivo cuando eramos amigos y tenía algunas chicas detrás de sus huesitos, ahora que tiene una sonata me siento extraña, como si estuviera hablando con mi propio padre.
No puedo creer que precisamente él eligiera la castidad y el evangelio en vez de continuar con la vida que ya tenía, aunque supongo que no he estado el tiempo suficiente en Verona para saber qué fue lo que pasó para que eligiera el camino de la iglesia.
—No debes ser descuidada—expresa, levanta la mano y entonces acomoda un mechón de mi cabello castaño el cual de alguna forma se escapó de la media coleta la cual sujeto con una liga y un moño rosa.
—No me trates como a una niña—me quejo y me cruzo de brazos, tal vez su ropa me desconcertó más de lo que aparento, me siento enojada más no sé si se deba a esa insistencia suya de no estar sola en las calles de verona o el que no me hubiese escrito para comentarme su decisión de ser seminarista.
—No lo hago, como habrás visto alla atras. Las cosas entre los Carusso y los Montteci no andan muy bien.
—¿Se ha roto el acuerdo?—me atrevo a preguntar, porque de otra forma como podían atacarse unos a otros.
—Lo único que sé, es que hay disturbios a donde sean que ellos se encuentren, así que debes tener cuidado y no inmiscuirte en peleas como intentaste hacer allá—expresa y aunque es un regañó, no lo siento así.
—¡Vaya, vaya, vaya!—escucho la voz de mi prima detrás nuestro, ambos nos volvemos hacia el lugar donde proviene aquella voz—pero si es el padrecito Alessandro. ¿Como le va eminencia?
—Ya te dije que no me llames asi, es una falta de respeto—se queja Alessandro aunque lo hace siguiéndole el juego.
Por lo que puedo ver, Vittoria ya sabía que era seminarista y quizás ya se han visto varias veces para que ella comience a burlarse de él, eso me hace sentir un tanto incómoda, como si no encajará en el grupo.
—Discúlpeme, padre, no quise ser grosera. ¿Podría decirme cuantas ave maria debo decir para expiar mi culpa?—continua Vittoria, pero parece que Alessandro ya no esta dispuesta a soportarla asi que niega con la cabeza.
—Debo irme—dice confirmando mis sospechas—solo vine a dejar un encargo al párroco del Santuario di Lourdes, aun tengo algunas clases que cursar, pero me alegro verte. Te visitare en cuanto pueda.
—Claro, así podremos hablar del porqué decidiste ser seminarista—me quejo mirándolo de arriba abajo.
—¿Tu tambien?—replica, por lo que supongo que no fui la única en quejarse, tal vez Vittoria lo hizo— hablaremos luego. ¿De acuerdo?
Asiento con la cabeza cuando él se aleja corriendo, parece que se le hace bastante tarde, así que los despido sacudiendo la mano en el aire.
—¿Nos vamos?—propone Vittoria. Asiento y ella me toma de la mano, pero al caminar no nos vamos al sitio donde aparcamos el auto, sino que continuamos por la avenida hasta que llegamos a una tienda de disfraces.
—¿Que hacemos aquí?—cuestiono un tanto confundida.
—Te dije que mañana habrá una fiesta de disfraces, hay que llevar mascarás y todo—menciona al abrir la puerta de la tienda.
Hay bastantes ropa de todo tipo, monstruos, princesas y caballeros en su reluciente armadura, aunque con un caballo de madera.
—Vittoria—murmuro al darme cuenta que el lugar esta medio vacio, hablar aquí sobre esa fiesta puede no ser lo adecuado— esa fiesta será del otro lado de la ciudad. ¿Seguro quieres asistir?
—¿Que no oíste lo que te dije en la plaza?—impugna ella.
—Si, conoces a un Carusso, pero eso no quiere decir que no estemos en riesgo si vamos a esa fiesta—digo con la intención de hacer un segundo intento de persuadirla.
—Te equivocas, no es un Carusso cualquiera. Su nombre es Julius y es el hijo mayor de la familia Carusso—revela de repente.
Siento que sus palabras bajan mi presión arterial por lo que me veo en la necesidad de sentarme en un sofá en la pequeña salita de espera que esta predispuesta para los que esperan a un acompañante.
—¿Qué has dicho, Vittoria? ¿Con qué tipo de personas te has estado involucrando?
—Lo ves, de querer hacerme daño ya lo habría hecho, después de todo él si es un Carusso y no como los tontos sirvientes que quieren quedar bien con la familia—impugna como si eso fuese a tranquilizarme— él será el anfitrión de la fiesta, pero como le dije que no podríamos asistir porque nos reconocerían entonces cambio la temática para que pudiéramos usar antifaces, de ese modo nadie nos reconocerá y así seamos Carusso o Montteci, nadie lo sabra.
—Espera. ¿Dijiste, podríamos?—cuestione algo intranquila—¿Le dijiste que llevarías un acompañante?
—De hecho...—dice soltando una risita nerviosa—le hable sobre ti.
—Como quisiera poner mis manos sobre tu cuello, pero si lo hago todos pensaran que fue un Carusso y eso solo provocaría problemas—le expresó enfadada— ¿Cómo pudiste hablarle de mi?
—Lo siento, tal vez no fue lo correcto, pero él empezó hablar de su hermano y como yo no tengo ninguna hermana, te quise presumir un...poquito—hice juntando sus dedos demostrando físicamente cuanto fue según ella, que hablo de mi.
—¡Ay Vittoria, no sé que voy hacer contigo!—me cubro el rostro con las manos para después arrastrarlos por mis rostro hasta que estas ceden hacia abajo.
—Julius es bastante cálido y agradable—vuelve a repetir.
—Si, ya lo mencionaste antes—me quejo mientras paso mi mano por los disfraces que cuelgan de un tubo, nada parece ser de mi agrado.
—No es como tu padre, terco y obstinado. ¿Te lo imaginas, Romy?—dice con emoción—cuando se jubile su padre él se hará cargo del negocio familiar y si tu haces lo mismo quizas podrian llegar a un acuerdo para terminar con esta pela sin sentido.
—Es posible—musito, aunque no muy convencida de las suposiciones de Vittoria— pero ¿Como sabes que me hare cargo del negocio de mi padre? ¿Como sabes que Julius te habla con la verdad y no te esta manipulando?
—Es por eso que vamos a ir a la fiesta—expone deteniéndose en un maniquí que tiene puesto un vestido de época de color verde y con mangas esponjadas, es bastante bonito.
—¿De que hablas?—digo, aunque la verdad después de todo lo que he escuchado, preferiría no escucharla mas.
—Julius en verdad quiere cambiar la situación de nuestras familias, él dijo que quería hablar contigo de esto. Llegar a un acuerdo.
Me quedo en silencio, medito mi respuesta, no sé que le habrá dicho ese tal Julius a Vittoria, pero ella parece tenerle bastante fe. Hay muchas cosas a considerar en primer lugar esta el hecho de que todas las promesas de ese sujeto no sean mas que mentiras, para burlarse de las ingenuas Montteci o mucho peor, quizás secuestrarnos y desaparecernos para sobornar a mi padre para lograr una rendición definitiva.
Eso ha sucedido con anterioridad, por supuesto, es algo de lo que mi padre ni la madre de Vittoria gustan de hablar, puesto que tenían un hermano mayor que precisamente buscaba la paz entre familias, pero lo que obtuvo fue la muerte.
Vittoria suele confiar demasiado en la gente y temo por ella, temo que sepa que confió en la persona equivocada.
—¿Que tipo de acuerdo?—me limito a decir mientras observo los disfraces, encuentro una sección de vestidos al estilo medieval. Veo entre ellos un vestido rosado muy bonito, me parece que la persona que lo realizo se tomo el tiempo de hacerlo lucir realista, pero al mismo tiempo extravagante. Lo saco de la fila para mirarlo con mayor detalle.
—Eso no lo mencionó—explica mientras se acerca a mi, mira la tela del vestido y luego los detalles—este me gusta, pruebatelo. Veamos como te queda.
La situación no me gusta del todo, puesto que parece que cosas extrañas están ocurriendo, sin embargo, otra parte de mi quiere ir e intentar comprender lo que esta pasando, verlo con mis propios ojos en vez de encerrarme en la seguridad de los muros de la casa, donde mi padre jamás ha permitido que lleguen los problemas a mi.
Respiro profundamente y asiento decidida.
—Supongo que podemos intentar comunicarnos, pero no te prometo que vaya aceptar su propuesta, Vittoria—digo finalmente, pero ella se conforma con mi respuesta y sonríe emocionada.