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Sin Control

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SEGUNDO LIBRO DE SIN PIEDAD.

Después de tres años de haber fingido su muerte, Abigail Moretti regresará a cobrar venganza, ahora sus sentimientos han cambiado, su corazón de cristal se ha vuelto de roca y a todos los que alguna vez ella amó, ahora sentirían la furia sin control de su alma marchita.

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Capítulo 01
La nieve caía sobre el jardín, cubriendo por completo los colores vivos de las flores, pintándolos de simplicidad, de un blanco sin vida. Aun viendo la nevada desde la ventana, envuelta en la calefacción del interior de la sala de estar, podía sentir aquel frío que emanaba del exterior, aquel frío que transmitía la nieve, congelando todo lo que tocara. Podía asegurar que ese frío se asimilaba al de mi corazón. Hoy no era un día normal, hoy se cumplían tres años de una lamentable tragedia, donde una de las familias más reconocidas y poderosas de Italia perdieron la vida, quedando en la extinción aquel apellido tan importante y temido. "Los Moretti". No había quedado nada de aquella familia, dejando solamente un rastro de venganza, siendo arrastrada por la única Integrante de la familia que sobrevivió, pero que nadie se enteró. Esa era yo, Abigail Moretti, mi nombre y apellido se habían convertido en el fantasma que atormentaba los recuerdos de algunas personas, pero lo que no sabían era que aquel fantasma pronto volvería a la vida. Le di otra calada a mi cigarrillo y exhalé el aire, empañando una parte de la ventana frente a mí. ― ¡Ya llegué! ―anunciaron al entrar, no me inmuté, pues ya sabía perfectamente quien era, escuché sus pasos firmes acercarse y por el reflejo de la ventana vi como ponía las bolsas de compras sobre la isla de la cocina y sonría al verme ―Hola preciosa ―saludó, envolviendo sus manos en mi cintura desde atrás y dándome un beso en la mejilla. ― ¿Qué tal Roma? ―pregunté sin girarme y recosté mi espalda a su cuerpo. ―Como siempre en esta época―se apartó de mí para ir a sacar las cosas de las bolsas. Voté el cigarrillo en la basura y me dispuse ayudarlo. ―Para serte sincero, no creí que este año volveríamos aquí, te veías tan contenta en Brasil. ―Tenía qué, hoy se cumplen... ―Tres años de tu muerte, lo sé ―terminó la frase por mí. ―No solo la mía, también perdí a mi mejor amigo, a mis hermanos y si te pido cada año que regresemos aquí, es porque me hace sentir de cierta forma cerca de ellos. ―Está bien, tranquila ―Nikolay dejó las bolsas a un lado y caminó hacia mí, frotándome los hombros para tranquilizarme ―Sabes que siempre te apoyaré en lo que quieras, solo creí qué tal vez este año podía ser diferente, es todo ―Me agarró la barbilla, obligándome a verlo ―Recuerda que estoy a tu disposición ¿Ok? ―sus ojos grises me estudiaban con atención. Asentí ante sus palabras y sonreí, él hizo lo mismo antes de besarme, suave y tiernamente. ― ¿Ya desayunaste? ―preguntó, yo volví a asentir con la cabeza ―Bien, vamos ―mencionó, entrelazando nuestras manos y guiándome a la puerta principal. ― ¿Y las cosas? Debemos guardarlas en la nevera. ―Pueden esperar, mientras más rápido vayamos al cementerio, más rápido volveremos a casa, ya me estaba acostumbrando al calor de Brasil y este frío que hace aquí me está congelando hasta los huesos. ―Solo estuvimos la mitad del año allá ―puse los ojos en blanco, tomé un abrigo y acomodé mis guantes de lana junto a mi sombrero del mismo material. Nikolay me abrió la puerta para que subiera. Él tenía razón, afuera hacia un frío pavoroso, en la primera respirada mi aliento se congeló en el aire, dejándome ver su vapor. ―Ya sabes donde, Jey ―le ordenó Nikolay al chofer, este asintió y puso el auto en marcha. Las calles de Italia estaban bulliciosas, para esta época las personas andaban de un lado para otro en compras navideñas. Le tomé la mano al rubio a mi lado antes de observar por la ventana para distraerme. Jey condujo la misma ruta de siempre, primero pasó frente a mi antigua casa, la cual solo quedaban ruinas de aquella mansión a causa del incendio de hace tres años donde perdí a Mey, Maya y a los gemelos, donde nunca encontraron restos de mi cuerpo y me dieron por muerta. ―Aún me sorprende que no hayan vendido el terreno ―mencioné, viendo como los muros habían sido cubierto por plantas, las que ahora eran cubiertas por la nieve. ―Escuché que lo estaban negociando ―dijo. Miré a Nikolay incrédula. ― ¿Y por qué no me lo habías dicho? ―Me enteré anoche en el casino, escuché hablar a unos inversionistas, a que no adivinas quién está dispuesto a pagarle gran cantidad de dinero al banco por eso ―señaló las ruinas. ―No me sorprendería si fuese Stefano. ―Exactamente. Solté un suspiro frustrado, el banco se había quedado con casi todas las propiedades de mi padre, ya que no había nadie de la familia que pudiera reclamarlos, Nikolay por ser el socio más cercano logró recuperar algunos negocios y terrenos con papeles falsos, para luego pasármelos a mí. Después de unos meses de mi “muerte” mi madre se casó con Stefano Walker, desde entonces él intenta comprar todo lo que alguna vez le perteneció a mi padre. Cuando decidí fingir mi muerte Nikolay me apoyó, me mantuvo oculta y se hizo cargo de todo, había aprendido tanto de él, que ahora me sentía lista para enfrentar mi pasado y poner en marcha mi venganza. Me giré hacia él para besar su nariz, Nikolay frunció el ceño e inclinó ligeramente la cabeza, confuso, pero no dijo nada, solo le hizo señas al conductor para que avanzáramos. ― ¿Crees que vengan? ―preguntó el rubio, abriendo una revista y poniéndose cómodo en el asiento. Ya habíamos llegado al cementerio. ―Cada año lo hacen ¿Por qué este no? ―pregunté, él se encogió de hombros. Después de unas horas ya la frustración me había consumido, nadie había venido a visitar mi tumba. Estaba a punto de decirle a Jey que nos fuéramos cuando una camioneta se estacionó, bajándose de ella mi madre y Silvina, la que fue mi nana cuando yo era tan solo una niña. Mi corazón empezó a latir fuertemente, puse las palmas de las manos contra la ventana y las observé caminar hasta mi lápida, ambas estaban muy bien abrigadas, el brillo de sus ojos ya no era tan tristes como antes. Mi madre limpió la nieve que cubría mi nombre y puso un ramo de flores a un lado. ―Se ven mejor que el año pasado ―susurré, no tan bajo para que Nikolay me escuchara. Mi madre y Silvina se mantuvieron en silencio por un momento y luego se dirigieron nuevamente a la camioneta. Observé mi alrededor, no había más carros ¿acaso él no vendría? ―No vendrá ―soltó Nikolay, llamando mi atención. ― ¿Qué? ―Darío no vendrá. ―No estaba esperando que viniera ―puse los ojos en blanco, casi podía sentir mi corazón palpitar en mi garganta por la mención de su nombre. ―Claro que sí, cada año puedo ver como tu rostro se ilumina cuando lo ves bajarse de su auto, lo ves detenidamente como camina hacia tu lápida y deja una rosa blanca ―mencionó con indiferencia ―Pues te informo que hoy no vendrá ―Afirmó. ― ¿Cómo lo sabes? ―Insistí. ―Debe estar muy ocupado organizando su fiesta de compromiso. ¿Qué? Mi pecho se contrajo, sentía como la indignación recorría mi columna. Nikolay me enseñó la revista que tenía entre sus manos, en la portada de la revista salía mi exnovio, Darío, posando junto a una chica muy sonriente, yo la reconocí de inmediato, era Beatriz. Leí la descripción donde decía que el reconocido empresario Darío Rinaldi, se había comprometido con la modelo Beatriz Hyde. Así que al final Beatriz había conseguido lo que quería. Cuando yo estaba con Darío ella intentaba ganarse el cariño de él y después de tres años, lo consiguió. ―Al parecer ya te olvidó, que pena ―mencionó Nikolay con un tono sarcástico, agarré su corbata y lo jaleé hacia mí con brusquedad, nuestras frentes casi tocándose. ―No me provoques ―amenacé. ― ¿O si no qué? ―Levantó una de sus cejas, retándome. Lo empujé para sentarme a ahorcajadas sobre él, lancé la revista a un lado y empecé a quitarme el abrigo. Jey subió la ventanilla negra para darnos privacidad y puso el auto en marcha. ―Amo cuando te enojas ―susurró él rubio aflojando su corbata y desabrochando su camisa. ―Cierra la boca. ―Lo que la princesa diga ―mencionó, soltando un suspiro de complacencia. Empezó a besarme, no tarde mucho en seguirle el ritmo. Estos años había aprendido a controlar mi ira de esta manera, pero al parecer a Nikolay no le molestaba ni un poco que controlara mi enojo con esta acción, de hecho, lo disfrutaba. Abracé su cuello para profundizar el beso. Queriendo de todas las maneras, olvidarme de mi ex guardaespaldas, el hombre que aún se empeñaba en aparecer en mis sueños, por más que intentara olvidarlo, mi corazón se negaba a hacerlo. Darío, el hombre de ojos oceánicos y traje impecable. Pero por lo visto, él ya siguió con su vida, después de todo, no tendría por qué aferrarse a la chica muerta, aunque el amor de ella hacia él siga más vivo que nunca.

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