El dormitorio no tenía la misma sensación acechando en sus rincones. Esta vez estaba puramente lleno de seguridad y de mi seguridad. Todavía no me gusta la actitud de Harry, pero sí su valentía y su decisión de arriesgar la suya tratando de evitar la pérdida de la mía.
Debería haberme tomado esto más en serio. Pero no puedo evitar que me intrigue. Harry es un personaje tan misterioso, y por sí solo hay características particulares en él que me hacen dudar.
Sin embargo, necesito concentrarme. Mi vida está en juego aquí, y si no me equivoco, también la de Harry. No es el momento de intentar conocernos. Me siento estúpida por mis intentos de conocerlo. Ya es bastante malo que haya señalado que no le importa.
Harry tecleó en su teléfono. Durante los últimos treinta minutos he estado sentada en la cama mientras él se sentaba en el borde. De vez en cuando miraba por encima de su hombro e intentaba echar un vistazo a los mensajes de texto. No tenía ni idea de cómo estaba recibiendo señal desde este "motel para perros".
―Tu padre está en Italia a partir de ahora. Me han informado de que...
Le interrumpí por una buena razón. Vi que su ubicación estaba encendida, al igual que su GPS. En la pantalla de su Galaxy S4, en la esquina superior derecha también estaba su bluetooth. Mi mente se aceleró con el pensamiento.
―Harry, ¿por qué están encendidos tu ubicación, el GPS y el bluetooth? ―le pregunté por curiosidad. Hizo una pausa, ni siquiera me regañó por haberle interrumpido. Me incliné sobre su hombro, prácticamente respirando en su cuello. Pero mientras los dos mirábamos el teléfono, estábamos demasiado perdidos en nuestros pensamientos como para abordar algo sobre el espacio personal.
Inhaló bruscamente, bajando el panel de notificaciones y apagando los tres.
―Ya está. Has sido muy inteligente, Catalina. Podrían rastrearnos fácilmente a través de mi teléfono.
Una leve sonrisa enmarcó mis labios mientras me alejaba lentamente de él. El leve olor a colonia de su ropa desapareció de mis sentidos. Volví a sentarme con cuidado contra el cabecero de la cama y crucé las piernas una sobre otra.
Harry se guardó el teléfono en el bolsillo y se levantó de la cama. Ambos habíamos comido los bocadillos de la máquina expendedora que habíamos conseguido antes cuando finalmente se enfrentó a mí. No pienso demasiado en lo que dijo. Con suerte, pronto llegaríamos a un lugar seguro.
Lo observé pasearse lentamente.
―Creo que deberíamos salir ya.
Eran sólo las cuatro; dos horas antes de que dijera que tendríamos que partir. Un ceño fruncido comenzó a cruzar mis labios, mis cejas se fruncieron.
― ¿No duermes?"
De nuevo, un silencio nos invadió hasta que decidió que debía responderme. Sé que hago muchas preguntas que deben molestarle, pero no puedo evitar sentir curiosidad. Se puso delante de la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho.
―No puedo dormir sabiendo que nos siguen. Mis ojos tienen que estar pendientes de ti y de nuestro entorno cada segundo ―Harry me informó, con sus ojos clavados en los míos de forma bastante casual. Como siempre, tenía la mandíbula apretada.
Eso era bastante obvio, pero aun así no me pareció buena idea que se obligara a estar despierto. Necesita enfoque y concentración. Sin dormir esas dos cosas le faltarán.
―Sigo pensando que deberías dormir por lo menos hasta que planeemos irnos. ―Mi opinión nunca lo convencerá de nada, y eso fue obvio cuando negó con la cabeza.
―Me he bebido unos Red Bulls de la máquina expendedora. Estoy bien, Catalina. ¿Has dormido lo suficiente? ―preguntó Harry casi en tono de burla. Comprendo que lo hago enojar fácilmente, pero eso no significa que tenga que ser tan grosero.
Resoplando suavemente, me defendí.
―La verdad es que sí. Gracias por tu preocupación.
Apretó la mandíbula, sin dejar de mirarme mientras yo desviaba mis ojos de los suyos hacia las sábanas.
―No lo hagas. Te ofendes fácilmente. Evidentemente, eres sensible. Odio a la gente sensible.
―Bueno, tú no tienes emociones. Si te llamo gilipollas, seguro que estarías de acuerdo en lugar de ofenderte. ¿Y qué pasa si soy sensible? ¿Por qué debería importarte? Estás aquí para protegerme, no para hablarme de que me ofendo fácilmente ―comenté acaloradamente.
Me creía muy inteligente y definitivamente lo tenía. Harry era cruelmente inteligente y observador. Todo lo que yo hacía, él lo veía y posiblemente pensó para sí mismo que me tenía calada. Y tal vez sí me tiene calado. Soy transparente y bastante horrible para ocultar los sentimientos.
Harry se pasó la lengua por los dientes delanteros.
― ¿Eh? Es interesante que quieras conocerme particularmente. ¿No estamos cambiando de persona aquí? ―se estaba burlando de mí, haciéndome sentir estúpida.
Prácticamente gruñendo, me puse de rodillas sobre la cama.
―No me gustas. Y es obvio que yo tampoco te gusto demasiado. ¡¿Pero te comportas de forma tan grosera conmigo y esperas que confíe en ti?!
― ¡Baja la voz! ―ladró. Me sorprendió su volumen. Nuestros ojos estaban fijos, los míos parecían suaves e inocentes, sintiéndose regañados y los suyos tan exigentes y agresivos. Me miró antes de desviar la mirada hacia la alfombra. Suspiró―. No me gustas nada. Me veo obligado a mantener las distancias contigo emocionalmente. Órdenes de tu padre. Así que siéntate, mantén la boca cerrada y duerme.
Me quedé mirando, apretando la mandíbula y apoyándome en un costado, de espaldas al alto y exasperante hombre de los rizos castaño avellana. Lo odio por ser tan grosero conmigo. Me hace sentir estúpida y desprecio la sensación de estupidez.
Cuando me desperté, Harry estaba desmayado cerca de la esquina de la habitación, con la espalda apoyada en la pared. Al principio jadeé, pensando que algo debía de estar mal en él. Pero la realidad no tardó en imponerse y supe que estaba realmente cansado y que su cuerpo se había apagado.
Con un gesto de burla, me obligué a levantarme de la cama y a ponerme en pie. Me dirigí al pequeño espejo con débiles manchas salpicadas. Me examiné la cara. Vi que mi pelo rubio seguía en su sitio, pero terriblemente anudado y sin cuidar. Me pasé los dedos por él, tardando un rato en terminar de quitar los nudos.
Sin embargo, justo cuando lo hice, oí el débil sonido de unos gritos. Y para nuestra desgracia, el sonido de una bala saliendo del cañón de una pistola. Harry aún no se había despertado, ni siquiera por el eco del disparo de un arma.
Nos estaban atacando...