Hay algo acerca de estar de vuelta a casa, especialmente después de haber pasado un muy largo tiempo lejos. Es un alivio volver a estar donde sabes dónde está todo, cómo funciona todo y en general es simplemente familiar y más conveniente. Por mucho que disfruté de la franqueza y la extravagancia de aquel pueblo de Japon con sus cielos azules y despejados que se elevan por encima de mi cabeza y la tierra plana y desértica que se extiende infinitamente a mi alrededor (excepto en las concurridas y concurridas calles, por supuesto). Prefiero estar de vuelta en mi pueblo con sus gruesos toldos de hojas y ramas salpicadas y rayos de luz moteada. Me hace sentir protegida, segura, sana y salva en casa. Casa. La mera idea de decirlo me hace sentir un sentimiento cálido y desgarrador alrededor d