Capítulo 2

1202 Words
El sábado por la mañana Sophia salió de su habitación cerca de las diez de la mañana, limpia, fresca y enérgica como siempre. A ella su padre no le exigía levantarse temprano y bajar a desayunar como toda la familia lo hacía a las ocho am, no, Sophia era la hija consentida del magnate millonario, desde que nació, Lucius Bianchi vio el brillo especial que tenía Sophia, ella no era como su hermana, ella tenía una energía especial, una inocencia que protegía con su vida. Por su parte Sophia prefería los fines de semana comer en el jardín, antes había hablado con su padre sobre el asunto de su madrastra, llorando le pidió que no la obligará a quererla, que le diera tiempo para asimilar que Vivian y Alexander eran ahora parte de la familia, su padre accedió y Sophia desde entonces comía los sábados en el jardín, los domingos si era obligatorio el comer juntos. Una de las sirvientes de la mansión le dijo que su hermana estaba sentada en una de las jardineras frente a la alberca desde hace rato. Sophia se dirigió hasta allá de inmediato, era raro puesto que su hermana no era muy gustosa de admirar al aire libre, ella era más de estar en su cuarto estudiando. La miró de espaldas, su hermana y ella eran casi idénticas a comparación de que Isabella siempre llevaba el cabello recogido en una trenza y usaba gafas. Sophia se acercó, al verle le sonrió, pero la sonrisa desapareció. Su hermana estaba pálida y ojerosa, como si no hubiera dormido bien. —¿Éstas enferma? —preguntó sentándose a lado de su hermana. Isabella negó, tenía su mirada fija en el agua que formaba pequeñas líneas cuando el viento chocaba con ella. Sophia apenas abrió los labios para preguntar algo cuando las hermanas fueron interrumpidas por una de las sirvientes de la familia, Rosa, una joven apenas unos años mayor que ellas, hija de el ama de llaves y que había pedido a su jefe le diera una oportunidad para que trabajara con ella en la mansión, como no tenía nada de experiencia trabajando con gente rica, Vivian decidió que se ocuparía de las necesidades de las gemelas, así, Rosa en poco tiempo al ser una joven sencilla había hecho una amistad con Sophia quien nunca distinguía de clases sociales para hablar con las personas, pero con Isabella siempre prefería mantener la distancia puesto que ella era una jovencita más callada. —¿Qué tienes ahí Rosa? —preguntó Sophia con gran intriga al ver que su sirviente llevaba algo cargado en sus brazos, pero cuando la carita de un pequeño gatito blanco asomó por sus brazos, una enorme sonrisa se dibujo en su rostro, pidiendo cargar al gatito. —Lo ha traído el chofer de su padre, dijo que tal vez le gustaría adoptarlo niña Sophia. —¡Por supuesto! —exclamó Sophia al instante, llena de emoción —mira este gatito, es hermoso Isa, ¿quieres cargarlo? —¿Y si me rasguña? —preguntó la chica con rostro preocupado, su espalda se había tensado. —Por su puesto que no, esta bolita de pelos es adorable —explicó al mismo tiempo que acariciaba su cabecita contra una de sus mejillas —vamos, cargala… o cargalo… Rosa, ¿Cómo podría saber si es gatita o gatito? La criada tomó al gatito nuevamente entre sus manos, observo las partecitas del gatito y después de un momento dijo —creo que es gatita, deberá ponerle un nombre, niña. Sophia frunció sus labios pensando en un nombre adecuado para su nueva mascota. —Mmm… creo que la llamaré…. Nube, ¿te gusta el nombre Isa? Su hermana asintió —es un bonito nombre —Isabella acercó con cuidado su mano para acariciar la cabecita de la gatita —es hermosa, es una pena que en esta casa será una prisionera ya que no creo que a Vivian le guste que ande suelta por la casa, tendrá que quedarse en tu habitación. Sophia asintió, Vivian era una pesada, más si se trataba de ella. —Prefiero que sea una prisionera a que ande por las calles sufriendo por comida, por su semblante pienso que tal vez papá la encontró abandonada en alguna de las calles. Rosa asintió —así es, creo que la ha encontrado fuera del edificio de operaciones de la familia, estuvieron a punto de atropellarla a la pobre. —¡Ya ves! Rosa por favor, trae leche, nube estará hambrienta, quien sabe desde cuando este vagando solita por ahí, también llama al veterinario para que revise a mi gatita. —Si señorita, en seguida —respondió Rosa haciendo una leve reverencia. —Mira Isa, esta tan ansiosa de amor… prometo que aquí tendrás una familia que te amará y te cuidará, Isa y yo lo haremos, ¿verdad hermana? Al decir esto, el rostro de Sophia se endureció, su hermana estaba llorando y no entendía el por que, nunca la había visto perder la compostura de esa manera. —Dime que pasa —pidió preocupada, pero Isabella negó una vez más. En ese momento la criada llegó con un recipiente con leche. Ambas pusieron su atención en la pequeña gatita que se acercaba al recipiente explorando y olfateando con gracia hasta que tuvo la confianza para beber. Sophia no se había percatado que Isabella había dado media vuelta y se estaba alejando a paso rápido del jardín, en cuanto la vio le dijo a Rosa que se cerciorara que su gatita comiera bien. Sophia corrió hasta alcanzar a Isabella en el pasillo antes de entrar a la mansión. —¿Por qué estas enfadada Isa? ¿Éstas enojada conmigo? —preguntó tomando de su brazo para que su hermana la mirara. Isa negó —nunca me enojaría contigo —su labio vibro al mismo tiempo que sus ojos se cristalizaron, Sophia entrelazó su mano a la de ella y ambas caminaron a la casita de muñecas donde jugaban cuando eran niñas, era su lugar seguro cuando querían privacidad. Entraron y se acomodaron sentándose en el piso, si bien la casita era de dos pisos y fácilmente tenia la altura que ahora ellas tenían, para entrar tenían que agacharse. —Cuéntame… —pidió Sophia, limpiando una de las lagrimitas en el rostro de Isabella. —Para ti, la vida será fácil hermanita —dijo Isabella mirando a su hermana con ternura, como si ella fuera la hermana mayor —algún día podrás casarte con quien quieras, hacer lo que tú y tu esposo quieran, vas a tener un amor verdadero, disfrutar del cariño de tus hijos, sin embargo yo… —rompió a llorar —no quiero vivir una vida amargada, al lado de alguien que no me quiere, que ni si quiera me ve como su futura esposa, ya no quiero casarme con Alexander pero si le digo a papá se pondrá furioso conmigo —rompió a llorar. Sophia atrajo a su hermana hacía su pecho, como algún día su madre hizo cuando lloraban —no te preocupes, todo estará bien Isa —le susurró al oído pensando en un plan para poder ayudar a la hermana que tanto amaba.
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