Hedrick escuchó la voz de su madre a su espalda. Se había quedado dormido, pero luego se había desperado y había llevado a Heleanor al cuarto de ella. Solo tenía una toalla blanca que le cubría de la cintura para abajo. Estaba cansado y un poco atontado por el desgaste. Había guardado los objetos eróticos. Soltó un suspiro de alivio, pues se había encargado de limpiar la escena del crimen a tiempo y no quedaba evidencia de la noche pasional que había tenido con su madura amante. —Madre —dijo Hedrick. Se dio la vuelta y vio a Hanna—. Ya has vuelto. —¿Todavía estás despierto? —preguntó Hanna, apartando la mirada del cuerpo de su hijo. Se había llevado la sorpresa de verlo semidesnudo y se percató de que ya había dejado de ser un niño—. Solo venía a despedirme. Buenas noches, Hedrick —dijo
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