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1406 Words
¿Y bien, a dónde te llevo?— Cuestiona atenta al camino. Ya salieron de la zona de la cueva, tan sólo para comenzar a esquivar a la gran cantidad de trafico y gente caminando qué se acumulaba allí. Ahora se dirigen hacía la carretera, un poco de king of leon suena muy bajo dentro del auto, de manera prácticamente automática. León tiene entre sus piernas su bolso y una mano en su barbilla pensativo, mientras qué mantiene su mirada pérdida en la ventana. A diferencia de Noah, quién está concentrada en el camino, pero algo intimidada ante la presencia de él. Una cosa era compartir el tiempo junto con las demás personas y otra era estar ambos en un mismo vehículo sin más gente qué ellos dos. —Al gimnasio.— Responde ronco. Ella abre la boca y la cierra, no podía creer qué pudiera llegar a ser tan intimidante y duro sin decir prácticamente palabras. Algo a lo qué creía qué tenía qué comenzar a acostumbrarse, más si León ahora era parte del equipo de su padre. Lo mira unos instantes, observa su perfil, junto con sus facciones, preciosas, cómo si fueran talladas a mano, con ese cuidado y dedicación que se le dan a esas piezas únicas. Y aúnque parece algo contradictorio, León parece tallado por los mismos dioses, a pesar de su forma ruda de pelear, de responder y dé, aparentemente, ver la vida. —¿No crees que ya entrenaste mucho? Puedo llevarte a donde necesites, no me molesta manejar.— Achina sus ojos y suspira cuándo él la ignora. —De ahí me voy a mí casa, ángel, no voy a entrenar más por hoy.— Su voz suena a burla. Y lo peor de todo, para Noah, es que jamás la mira, todo lo dice con la vista perdida en el camino. Noah vuelve a rodear sus ojos molesta por su respuesta, además de ese tonto apodo qué no era la primera vez qué escuchaba por parte de él hacia su persona. —Yo puedo llevarte a tu casa.— Insiste apretando con fuerza sus labios. Gira a la derecha, ya acercándose al barrio en dónde viven. Los autos caros en las calles y las veredas vacías, pero seguras, lo alertan a simple vista. El rubio rueda los ojos y niega con un movimiento de cabeza. —Esta bien así, no es necesario.— Su voz suena tan dura que Noah no vuelve a emitir sonido. Algo dentro de ella le intriga de sobre manera el echo de que oculte tanto dónde vive, o que no quiera ser acercado, nadie debería de avergonzarse de dónde vive sea el barrio que sea, y eso ella lo tiene muy en claro. Además de qué lleva años trabajando junto a su padre, conociendo gente desde lo más humilde hasta lo menos humilde y eso no significa qué sean mejores o peores personas. Por el momento no insiste más, tampoco es tan tonta cómo seguir picando a una persona qué la acorraló contra la pared cuándo lo iban a buscar noche tras noche para reclutar. Conoce sus límites y en esta oportunidad, son más fuertes qué su curiosidad. —Bien.— Cuándo aparca destraba las puertas del auto y se baja al igual que el rubio lo hace. Al cuál le acababa de llegar un mensaje de Nick, anunciandole que tenía compañía en su casa, y qué si podía ir a dormir más tarde qué se lo agradecería. Eso hace que su humor notablemente empeore, tenía que enviar más de la mitad de lo que había ganado a su madre y hermano, para que pudieran seguir manteniendo su ritmo de vida, mientras que tenía que pagar, también, a su amigo por permitirle bañarse y dormir con él, ya poco le quedaría de lo ganado, la idea de ahorrar siempre estaba fija en su mente, cómo tiempo atrás lo había echo, pero últimamente con el dinero ganado en la cueva no era suficiente, y eso no podía dejar de ser una frustración qué lo perturbaba a todo momento. —Que tengas buena noche, León.— Relame sus labios, ingresando al hall del edificio luego de que él le diera un asentimiento de cabeza. Noah suspira mordiendo su labio inferior, observando cómo es cierto qué León no ingresa a la zona de entrenamiento, y ella tampoco sube a la caja metálica del ascensor. Se queda allí, esperando por algo que tenía ganas de hacer hace mucho tiempo, saber a dónde iba el rubio, más hoy qué se había negado reiteradas veces a qué lo acercara a la misma. La castaña creía qué o tenía vergüenza de qué su hogar fuera muy humilde o era todo lo contrario, un niño rico de papá qué no quería qué fuera descubierto, y por más qué aquella teoría fuera un poco dudosa, teniendo en cuenta la edad de León, es por la qué más se tiraba, ya qué no podía vivir muy lejos de allí si se iba caminando. Y no había casas humildes a un rango de al menos cuatro kilómetros. —Dios.— Tuerce el ceño y espera lo suficiente mientras mira por las cámaras para que él hubiera ya dado la vuelta en la esquina. No tiene idea de dónde está sacando ese valor para perseguir a uno de los boxeadores de su padre, y tampoco puede justificar su acto, sólo es curiosidad, esa misma curiosidad qué sentía cuándo lo tenía frente a sus ojos. Y a pesar de qué nunca se había metido con ningún trabajo de su padre, a excepción de la situación para con Kalesi, Noah sentía qué estaba cometiendo un gran error al tener curiosidad por él. —Ya lo estás haciendo.— Sisea para ella misma ante las dudas de su cabeza. Corre hacía su auto sintiéndose una niña pequeña, pero la adrenalina es más que pensar con claridad en dónde se esta metiendo. Y su cuerpo se concentra en seguirlo con precaución cuándo corrobora que la bestia Black se aleja demasiado del gimnasio, mucho más de lo qué ella pensó. —¿A dónde vas?— Suspira mordiendo su labio inferior. Siquiera reconoce dónde estan, sólo avanza, intentando no ser chocada por ningún vehículo, no atropellar a nadie y lo más importante no ser descubierta por el mismísimo León. El mismo camina más de cuarenta minutos reloj dirigiéndose al bajo, a nueve barrios más alejados de dónde están ellos, ya no se sentía emocionada al estar siguiéndolo, y menos cuándo contesto dos mensajes de sus amigos y lo perdió de vista. —Genial, Noah.— Brama. Maldiciéndose mentalmente cuándo no lo encuentra en la cuadra. —¿A dónde se fue?— Aprieta sus labios y suspira rendida. Aparcó su auto media cuadra adelante, ya qué siquiera sabe dónde se encuentra y necesita poner su GPS para poder guiarse de regreso a su casa. —Increibles habilidades de espionaje, Noah.— Se dice a sí misma tamborilleando sus dedos sobre el volante. Se siente frustrada por haber perdido el tiempo , y por aquella pequeña fracción de segundo en el qué hecho todo a perder. Cierra sus ojos y comienza a buscar en el gps cómo volver, ya esta perdida la madrugada, y todo por respondele a Loren sobre su crisis de zapatos para el casamiento de su cuñada. —Siquiera conozco este lugar, dios.— Niega con la cabeza y suelta un bufido. No puede dejar de sentirse perseguida por la zona, pone el seguro del auto y traga saliva tecleando en google maps su dirección. Un golpeteo de dos dedos contra el cristal de su puerta la hacen sobresaltar. Se lleva sus manos al pecho y gira la vista encontrándose con esos ojos azules que tanta intriga le dan. —Ay no...— Susurra aterrada por haber sido descubierta. Baja el vidrio con sus labios apretados y aún su pecho agitado, pero su cara es épica cuando se encuentra con los ojos tan azules del rubio mirándola completamente enfurecido. —¿Cuánto tiempo más me vas a seguir?— Se apoya en la puerta y mira su reloj, luego la observa, alzabdo una ceja hacía ella de forma intimidante. Noah traga saliva y calma su respiración, esperaba lo peor, pero ver el rostro de León en un lugar qué le daba miedo la calmó realmente. —Yo...— Levanta la mirada y la conecta con sus ojos azules.
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