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1505 Words
—¿Comió con vos?— Noah se atraganta con su te y Enzo suelta una carcajada por cómo su hermana se está tomando el chisme. —¡Realmente no te creo!— Muerde su labio inferior. Se había despertado hace no mucho, y luego de echarle un vistazo a sus e-mails y ponerse al día con algún qué otro pendiente Enzo había llegado a la cocina para contarle las buenas nuevas, estando más qué a gusto de qué fuera Noah la qué se sorprendiera por el paso qué había logrado avanzar para con León. —Sip, igualmente una ensalada de pollo, no más que eso.— Coloca sus ojos en blanco. —Precisamente tu porción.— Agrega burlón. Noah sonríe y no le da importancia a dicho chiste, ya qué lo único qué le sorprende es qué León se haya sentado en la misma banqueta qué ella está ocupando. —¡Es más, tomamos una cerveza y no quiso aceptar nada más!— Murmura al pensar bien en la escena. —Es demasiado correcto, cómo si no quisiera molestar o invadir espacios personales.— Admite ahora que se lo pone a evaluar al escuchar sus propias palabras. Noah parpadea. Cada cosa qué Enzo agrega es completamente increíble para ella. —Realmente tenías que despertarme, no lo puedo creer, la bestia comiendo en nuestra casa y cruzando alguna qué otra palabra con vos.— Asegura mordiendo su labio inferior. Su hermano asiente terminando de secar y guardar los utensilios de cocina para dejar la misma en orden antes de hacer su último entrenamiento del día. Solían turnarse para hacer aquello, siempre y cuándo estuvieran los dos al mismo tiempo en el departamento, sino quién fuera el último en utilizar dicho espacio tenía la responsabilidad de dejar todo impecable para el uso del siguiente día o la siguiente comida. —Vino a traerte el pasaporte, claramente no te iba a mandar un mensaje y a mí no me llamo ni nada para preguntarme si estaba en casa.— Alza sus manos. Noah asiente obvia. —Lo más probable es qué estuviera entrenando y no te haya visto, suponiendo qué estabas acá arriba, dudo demasiado qué esperara encontrarse conmigo, es más espero todo lo contrario de su parte.— Frunce sus labios de manera pensativa. —No lo sé, no me puse a evaluar todo.— Murmura relajado. —Solo golpeó la puerta y ahí estaba con su bolso y el pasaporte en la mano, y era obvio qué si lo ví ahí parado no le iba a decir si quería entrar.— Explica relajado. —Ademas de qué no te gusta comer solo.— Lo señala divertida. Enzo hace un gesto admitiendo que aquello es ciertos. —Ademas.— Sonríe parpadeando. —En fin, acepto pasar, y no tengo idea de cómo es qué logré aquello.— Suelta una carcajada espontánea. —El problema claramente es conmigo, al no verme no habrá tenido ningún inconveniente en pasar.— Murmura levemente frustrada. No queriendo qué Enzo se de cuenta de lo mucho que aquello le hace ruido. De todos modos, sus simples gestos son más qué suficiente para que él detecte lo mucho que aquello le puede llegar a afectar. —No coincido, tené en cuenta qué él te sostuvo la espalda cuando estabas en el baño, y una persona que tiene un problema con la otra no hace eso, te lo puedo asegurar.— Le recuerda perspicaz. —Y se qué no fui el único qué se asombro de aquello, estoy más qué seguro de qué pensabas qué era yo y no él.— Agrega colocando los utensilios en sus respectivos lugares. La castaña muerde su labio inferior, y niega inmediatamente con la cabeza al recordar dicho episodio. —Obviamente.— Se queja. Todavía se sentía avergonzada, y esa sensación seguía siempre estando para cuándo le ocurría estando Enzo o cualquier persona a su lado, pero que hubiera sido León era realmente preocupante para su estabilidad mental. Algo qué hacía tenido que hablar con su psicóloga de forma urgente al siguiente día, ya qué no había manera de que pudiera llegar a dejar pasar una situación así y el hecho de porqué le afectaba tanto. Y ahora qué su hermano se lo recordaba quería meter la cabeza en un balde y ocultar lo colorada qué se encuentra en estos momentos. —Bueno, por eso.— La señala para qué le dé la razón. Y ella no lo hace, sólo niega no queriéndo entrar en aquel juego. —Eso fue una excepción, y algo bastante extraño, vos mismo estás diciendo qué te sorprendió.— Puntualiza queriéndole restar importancia. Y ante todo, volver al otro tema de conversación para no tener que tocar ese tema puntual, qué Enzo había dejado pasar y Noah agradecida por completo. —Es hombre de boxeo, Noah.— Insiste ante aquello queriendo calmar los ánimos. —¿Y vos no lo sos también?— Cuestiona incrédula. Su hermano asiente. —Es diferente, yo te conozco, sos mi hermana, él es un tipo duro que parece ocultar demasiadas cosas qué no quiere sacar a la luz, y eso está bien también, no por eso lo tenemos qué precionar o dejar a un lado.— Sube sus hombros continuando con el trapo de cocina en la mano. —Solo quería ayudar.— Achina sus ojos recordando aquel momento. Y Enzo lo sabe y entiende. Noah no lo hizo de mala, menos de curiosa, sólo fue por bondad, por no querer qué alguien del equipo se sienta desplazado o no cuente con todos los beneficios qué debería de contar una persona qué trabaje para su padre, siendo, también, una gran forma de mantener en alto el apellido Melle. —No podemos esperar qué sea amable y se ponga a tomar el té con una persona qué parece ser de un mundo completamente diferente.— La señala con ternura. A lo que ella no hace más que torcer su entrecejo a disgusto. —¿Y cómo es qué debería de actuar para qué alguien sepa qué soy del ambiente?— Lo regaña sacándole la lengua. Enzo eleva sus manos para qué no se enfade con su comentario. —¡No, lo qué quiero decir es que cualquiera qué te ve no logra relacionar, rápidamente qué no sos más comprometida qué cualquier otro con él boxeo o qué sabes del tema!— Explica rápidamente. Noah arquea sus cejas y suspira dejando su taza vacía para comer la última pieza de fruta qué había en su compotera. —Bueno, es claro qué los hombres cómo León no saben diferenciar qué una mujer no necesita estar vistiendo de manera deportiva a todo momento para saber de deporte.— Aprieta sus labios en una fina línea. —Exacto, por eso, no lo juzges, ya va a darse cuenta de qué sabes mucho más qué cualquiera que lo rodea, incluso, manejas las apuestas de una forma que yo jamás ví en este mundo.— Le guiña un ojo coqueto. Y Noah sabe perfectamente que lo hace para endulzarle el oído y solamente se lo permite porque se siente a gusto al ver a su hermano sufrir porque ella pueda llegar a ofenderte. —¿Y dijo algo de por qué se quedó?— Aprieta sus labios una vez más Y la inminente necesidad de saber que fue lo qué cambio las cosas no se le quita de su cabeza, y necesita a todo momento, habiendo igual aprendido la lección, seguir investigando al respecto. —Nada — Suspira dejando el trapo a un costado y tomando lo qué Noah acababa de utilizar. —Hombre de pocas palabras.— Rueda los ojos. —Y antes de qué lo preguntes, le dije que estaba disponible el departamento de arriba, y no dijo nada al respecto, así qué ahí está también la respuesta.— Frunce sus labios terminando de lavar aquello pocos utensilios. Noah sube sus hombros, haciendo un leve puchero con sus labios, mientras qué se pone de pie, agradeciendo qué Enzo haya lavado y dejado absolutamente todo cómo si fuera una casa de revista, todavía le quedaba bañarse y terminar de chequear qué no no hubiera ningún contratiempo para el viaje, por lo cuál quería disponer de su tiempo ante aquello. —No lo aceptará.— Murmura con poca gracia. —Yo ya hice mi parte, de ahora en más queda en sus manos querer aceptar los beneficios qué se le otorgan.— Es clara y contundente. Enzo hace una seña a modo de soldado y le sonríe. Noah niega alejándose hacía el pasillo para poder continuar con sus tareas. —Buenas noches, te recomiendo qué no te quedes hasta altas horas de la madrugada entrenando.— Canturrea a lo lejos. Aprovechando qué su hermano no le va a responder. Ya qué él mismo está tomando sus llaves y teléfono celular para dirigirse hacia el piso de abajo. Necesitando hacer una última rutina para calmar la ansiedad del viaje, cansarse y poder dormir bien.
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