¿Por qué haces eso, Lorena? Me regaño mentalmente mientras tomo camino a la habitación de Oliver. Una vez ingreso a la casa y me siento libre de la mirada de todos los curiosos, me dispongo a hacer una pequeña pataleta para tratar de disipar mi frustración. No pienso hacerla delante de Oliver y arriesgarme a que él se dé cuenta de mis niñadas, así que ahí, en medio del pasillo, zapateo como si fuera una niña chiquita, sacudo mis manos sin control y me hago la que lloro, para terminar acuclillada contra una pared con los ojos cerrados y la cabeza entre mis rodillas. ¿Vale la pena tanto riesgo por un poco de emoción? No sé por qué me hago esa pregunta cuando sé que la respuesta es sí. Hace mucho que no me sentía tan viva, tan Lorena, tan yo. —¿Qué es lo que haces, Lorena? —Reconozco la vo