CAPÍTULO 5

1265 Words
Permanezco estática por unos segundos, asimilando lo que acaba de pasar; he entendido que un hombre especialmente poderoso y peligroso está desarrollando un interés especial en mí. Lo más interesante es que logró hacer que me mojara como si fuera una adolescente, sin siquiera tocarme. No soy ilusa, no creo que el hombre tenga un interés romántico hacia mí; quizás está igual que yo, tentado por la locura. Me tiene curiosidad en más de un sentido, le intriga cómo pienso, pero sobre todo, quiere sentir lo que es tener sexo conmigo cuando realmente deseo a un hombre. La mirada de Oliver finalmente se encuentra con la mía, y sus labios toman la forma de una sonrisa encantadora a medida que se acerca. Su atuendo es mucho más relajado que el de ayer: viste un pantalón de material suave y una camisa blanca con algunos botones desabrochados. —Me arreglé expresamente para ti —afirma después de casi quitarme el aliento con un beso—. ¿Acaso un hombre no merece unas palabras bonitas por parte de la mujer que se aprovechó de él anoche? —No escuché que te quejaras anoche —le digo, buscando su mirada—. Además, creí haber sido muy clara antes de irme: eres mío y obviamente tengo buen gusto —me mira divertido. —Sigo esperando mi piropo —insiste. Dejo escapar una gran sonrisa y lo miro intensamente antes de responder. —Se te ha caído el papel que te envuelve, ¡bombón! —le guiño un ojo—. Eres como el chocolate, ¡te me antojas a cada rato! —palmeo su trasero antes de empezar a bailar y cantar con la música que suena. La reunión es interesante, por así decirlo. Ahora conozco a muchos de aquellos monos, que se desviven por miradas atrevidas hacia mí y otras de rechazo para el pobre de mi Oliver, quien no me quita las manos de encima ni un segundo. Dos horas después, mi mente ya ha formado un mapa mental de cómo funciona esta red. Todos son empresarios respetados en algunas regiones de Estados Unidos, Europa y América del Sur, lo cual es muy conveniente para transportar mercancías de una zona a otra. Incluso entre ellos se ha creado otra red de contacto para "otros negocios independientes". Un hombre de sonrisa extraña nos entrega una "muestra del nuevo producto", lo cual es lo que todos están consumiendo aquí. Es una pequeña cápsula, mitad blanca y mitad rosa, empacada en una bolsa diminuta y resellable. Según el hombre, somos los únicos que faltan por aprobar la calidad del producto. Oliver mira con renuencia la pequeña cápsula, pero aun así la toma sin oponer resistencia, bajo la mirada atenta del grupo. Justo cuando estoy por hacer lo mismo, siento que me arrebatan la pequeña bolsa de las manos. —Tú no necesitas eso, preciosa —escucho la voz de Richard a mis espaldas. —¿No me das permiso, papá? —contesto de manera sarcástica. —Tú no necesitas que estas cosas te ayuden a liberar la mente. Eso es para personas más tradicionales que requieren este tipo de ayudas recreativas —su rostro muestra serenidad, pero decido que lo más sensato es no retarlo frente a otras personas. —Muy bien —le digo mientras me acerco a Oliver, quien observa en silencio la escena—. Le haré caso a mi nuevo mejor amigo. El hombre sonríe y desaparece rumbo a una hermosa chica de cabello largo y rubio, tomándola por la cintura para después decirle algo aparentemente muy gracioso antes de partir hacia la pista de baile. Siempre he pensado que la bachata es un baile que invita al sexo: es enérgico y requiere una gran coordinación con la pareja. Ver a Richard bailando eso y haciéndolo bien me hace pensar en él teniendo sexo, y la curiosidad me pica. Esa es una idea que debo espantar de mi cabeza por varias razones, principalmente porque no le daré la satisfacción de ser yo quien le pida sexo; no le permitiré ganar. —¿No puedes dejar de mirarlo? —me dice Oliver, a quien parece que la dichosa cápsula ya le está haciendo efecto. —¿Celoso? —pregunto, algo sorprendida, pues a mi juicio he estado absurdamente juiciosa. —Te ves fascinada por este mundo —dice Oliver con una mirada seria, mientras observa también a Richard. —¿Cómo no estarlo? —respondo, jalando del cuello de su camisa y atrayéndolo hacia mí—. Es un mundo tan entretenido y excitante, y fuera de eso, me permitió encontrarte. Mis palabras parecen gustarle, pues sus besos y la forma en que sus manos me tocan cambian de connotación. —Vamos al cuarto y me lo demuestras —dice tras morderme el lóbulo de la oreja. Ese deseo siempre estuvo presente en mi pensamiento, pero ahora también está Richard, así que no puedo evitar mirar en su dirección y ver lo concentrado que está con esa rubia, que parece divertirse mucho. Aun así, mi hombre elegido me está ofreciendo sexo y no tengo planeado negarme. La pastilla funciona a las mil maravillas inicialmente; Oliver está mucho más desinhibido y siente con mayor intensidad todo lo que hacemos en esa alcoba. He experimentado muchas posiciones para el sexo y tengo mis preferidas, pero ahora debo incluir una más a mi lista, la cual me arranca potentes jadeos que parecen motivarlo en la labor. En un par de ocasiones, casi me vengo solo por escuchar sus sonidos roncos y las palabras sucias que no sabía que era capaz de decir, pero mi dicha no dura mucho, pues después del sexo, el hombre cae como piedra, mientras yo aún tengo ganas de más. Con la cantidad de bullicio que se escucha afuera, no es posible para mí intentar dormir, así que decido volver a la reunión. En algún momento de la noche se dio inicio a un show de estríper, haciendo que todos los hombres se reunieran alrededor de la tarima, elevando los ánimos a tal punto que prácticamente puedo decir cuáles son las parejas que desaparecerán de la reunión rumbo a las habitaciones para tener sexo. No es difícil encontrar a Richard y a su feliz acompañante; lo realmente difícil es observar el tipo de atención que está recibiendo la chica: su mirada y sonrisa de satisfacción al sentir como los brazos del hombre la atienden. Mi mente enojada solo piensa en que ya deberían estar en una habitación, aunque en realidad solo son besos y caricias, nada diferente a lo que están haciendo los demás. Además, solo yo estoy poniendo cuidado, pues cada uno está en lo suyo. —¿Quieres compañía? —un hombre de ropa fina y apariencia agradable aparece a mi lado y, sin esperar respuesta, lanza sus manos a mi trasero—. Te haré sentir mejor de lo que te hizo sentir el tal Oliver. Me doy cuenta con horror de que el hombre está desinhibido debido a la dichosa cápsula y que tiene un arma guardada en la parte de atrás de su pantalón. Sus manos no se limitan solo a mi trasero, también empieza a tocarme con insistencia en otras partes del cuerpo, mientras intento empujarlo lo más lejos posible y le pido que me suelte. Luego, inesperadamente, hala de mi cabello y vocifera. —Me vas a dar el mismo trato que le diste al inútil del nuevo, pequeña zorra —puedo notar perfectamente lo excitado que está el maldito y, en este momento, no veo escapatoria.
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