Las palabras de Sebastián resonaron en los oídos de Paris, porque él no solo era quien la había besado en Las Vegas, era el hombre al que le había entregado su primera vez. Paris sintió una vez más la calidez de los labios de Sebastián, la textura suave y la carnosidad de estos apoderándose de su boca. Un beso ardiente y apasionado que se intensificó cada vez más. Los brazos fuertes de Sebastián rodearon la pequeña cintura de Paris, presionaron su cuerpo y él sintió aquella llama comenzar a encenderse. Paris separó sus labios y permitió el ingreso de su lengua, demandante, poderosa y exquisita moverse en una danza erótica que la instaba a continuar, sin importar nada. Ambos habían deseado ese beso, no importa como había ocurrido, simplemente se dejaron llevar. El agarre de Sebastián se