Su pecho había comenzado a doler, su cabeza por igual, su lobo interior estaba aullando con desesperación y no sabía que demonios pasaba con el y consigo mismo. La tristeza por el desplante de Samantha, había pasado un poco gracias por el juguetón de su amigo Harry, quien no había parado de jugar con él desde que llegó a su casa y eso lo hacía sentir liviano, como una pluma. —Me duele el pecho —dijo hacía la nada, pero Harry pudo escucharle claramente. —Son los achaques de la vejez —Harry bromeó, sonriendo un poco entre divertido y preocupado por la mueca adolorida en el rostro contrario. —Siento que debo ir a algún lugar. Su lobo interior estaba arañando y rasgando profundamente sus entrañas, dolía tanto que se sentía al borde de las lágrimas, una terrible preocupación se había insta