Estaba tan ilusionado en esa mañana cuando se levantó, pensar que a las nueve llegaría Samantha lo tenía nervioso y contento, pues, ¡Pasarían el día juntos! Se bañó, se puso su mejor ropa, arregló la sala, su cuarto y todo su departamento en general, incluso la tarde anterior había comprado un aromatizante para que su casita oliera a limpio y no a puras feromonas de lobo feliz. A las ocho y media se estaba comiendo las uñas de los nervios y cuando llegó la hora, su lobo comenzó a sentirse desesperado, necesitaba la presencia de Samantha Bennet para completar su felicidad. A las nueve y media, su esperanza comenzó a morir y a las diez reunió un poco de valor y fue a tocar a la puerta de Samantha, tal vez se había quedado dormida. Entonces, a las diez y media... Su pecho se sentía oprim