—Samantha—había escuchado la ronca y un poco tímida voz de Imer llamarle mientras se dirigían a la clase de lenguaje y literatura. —¿Sí? —le contestó con interés. —En tres días es mi cumpleaños y los demás chicos no podrán reunirse conmigo para celebrar —dijo Imer con un poco de rubor muy lindo en sus mejillas que delataba su obvio estado de timidez —, así que quiero invitarte a ti a mi departamento a ver una maratón de películas y comer algo o salir al cine y comer algo en un restaurante del centro comercial. Imer había hablado tan rápido, pero daba gracias al Dios que todo lo provee porque alcanzó a escuchar todo lo que dijo y que pudo presenciar una de las pocas veces en las que la ternura del alfa de lobo salia a relucir. —Ahí estaré, Imer—aceptó con una sonrisa, muy agradecida por