Un dolor de cabeza le dio la bienvenida al mundo real, sentía como si hubiera estado escuchando música a un volumen muy alto ó mejor dicho, le habían dado con un martillo en ella. Un sonido semejante a un pitido estaba dispuesto a no marcharse y resonaba a veces suave y otras como un retumbar demasiado intenso. Toda una tortura. —¿Qué demonios te pasa, Samantha Bennet? Se pregunto a si misma, para luego ser atacada por un severo dolor de garganta y mandíbula, que no hizo más que intensificar su dolor de cabeza. —No me vuelvan a dar alcohol nunca más en la vida. Se dio una palmada mental, recordando la borrachera que se había puesto la noche anterior y se maldijo por ser un estúpida idiota que no sabía que hacer con su vida, después de que Sarah la abandonara de una manera tan cruel