2. Dime quién soy.

2778 Words
Mi madre guardaba mis cosas mientras la enfermera me hacía un masaje en las piernas, mi madre decía que estos tres meses en donde había estado inconsciente habían sido los más difíciles de toda su vida porque temía por mí, habló de que iríamos nuevamente a casa y me daría mi comida favorita, no fue específica, así que no sabía con exactitud cuál era mi comida favorita. Por Dios, ni siquiera recordaba mi comida favorita. Todo era una mierda. Mi madre me vistió y peinó con ayuda de la enfermera, eso me dio cierta simpatía hacia ella porque de verdad se preocupaba por mí, me dijo que dentro de un momento mi padre James Wester vendría a buscarnos, que él estaba arreglando mi habitación para que estuviera cómoda al llegar a casa. —¿No vivía con ustedes? —Pregunté. Mi madre aclaró su garganta y pude ver un poco de molestia que se ocultó rápidamente con una sonrisa. ¿Que mier...? —Estabas en la universidad del oriente —al ver que no comprendía, explicó:— es en otro estado, estabas en un programa de la universidad de trabajo y estudios, te proporcionaban residencia… Vaya, al parecer era una estudiante universitaria que trabajaba y la universidad le daba residencia, entonces mi vida no era tan mala como creí. —¿Qué estaba estudiando? –Mi pregunta quedó en el aire cuando mi mamá recibió una llamada y dijo que mi padre ya había llegado. Se la repetí pero ella fingió responder un mensaje y no haberme escuchado. Interesante, al parecer mi madre fingía y tenia el presentimiento de que no era la primera vez que pensaba eso. Caminamos hasta el ascensor, y cuando éste se abrió observé al muchacho musculoso de ojos azules salir, fue cuando detalle que no era tan muchacho, de hecho tenía unas cuantas arrugas en la frente y bolsas debajo de los ojos, ahora que detallaba; mi madre tampoco era tan vieja, de hecho también era atractiva. —Hola —expuso casi sin aliento al verme, parecía realmente sorprendido. —¿James…? ah, papá —murmuré. Su cara fue una pelea de emociones hasta que reprimió una sonrisa y negó con la cabeza. —Yo no soy tu papá —Cruzó una mirada con mi madre casi perpleja. Oh. —Él es Tolmer —intervino mi madre—, es tu novio… Un momento. ¿Qué? ¿Mi novio? Vaya, mi novio era realmente atractivo, pero era muy mayor, ¿Que pasaba conmigo? Tolmer pareció sonrojarse débilmente ante mi escrutiñadora mirada pero quería verlo bien, nada de él se me hacia familiar. Aclaró su garganta para dejar relucir una sonrisa ladeada. —El señor Wester estacionó el auto afuera, ¿Qué tal si bajamos? —dijo Tolmer. Mi madre entró al ascensor y yo entré detrás de ella, Tolmer tocó mi espalda y una desagradable sensación me invadió y me aparté, todo mi cuerpo tembló, casi sentí ganas de vomitar, cuando lo miré él parecía confundido por la forma en que su ceño se fruncía. —Perdón, es que me duele —inventé, él forzó una sonrisa, pero pude ver algo más en su mirada, tal vez dudas de mí. Yo también estaba dudando, pero de ellos. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, un hombre se quedó petrificado frente a nosotros, su cabello completamente canoso y su piel pálida, vistiendo un elegante traje de negocios. —Danna —susurró el hombre, no esperó a que alguno de nosotros reaccionara, simplemente me envolvió en un enorme abrazo. —¿Papá? –pregunté correspondiéndole débilmente el abrazo. Se sentía extraño, no era cómodo, no se sentía como un hogar, todavía tenía ese extraño presentimiento de que me confundían con otra persona y yo simplemente les seguía la corriente.  No tenia otra opción. En el auto me limitaba a ver por la ventana todos los edificios y negocios de la ciudad, esperando que alguno de esos lugares me trajera algún recuerdo interesante, pero ni siquiera al llegar a la enorme mansión donde al parecer era la casa de mis padres me trajo algún posible recuerdo. Al parecer el dinero no era problema para mi familia. Mi habitación era algo de ensueño, una cama enorme, cortinas que enmarcaban una ventana, el techo parecía hecho de madera (aunque estaba segura que solo era un tapiz), un baño con tina, mi armario tenía muchísima ropa, todas eran ropa fina y costosa, ¡y los zapatos! Deportivos, elegantes, esto era un sueño, me imaginaba que contaba los días de vacaciones de la universidad para poder venir a este paraíso que llamaba hogar. Pero ahí estaba otra vez ese presentimiento de incomodidad, como si no fuera mi hogar. —¿Te gusta el color de las paredes? —Preguntó mi mamá—, decidimos pintarlas de champán, tu color favorito. Mi color favorito es el champán, interesante, solo esperaba no ser una borracha. A mi cuarto le faltaban adornos, tal vez unos cuadros o dibujos, todo era muy vacío y ordenado. Caminé alrededor observando unos cuantos peluches sobre el armario, uno en particular le faltaba un ojo y tenía pintado con marcador una horrenda mueca casi demoniaca, resaltaba entre todo el orden. —Ese muñeco antes era solo el señor cariñoso, pero luego de que uno de tus primos lo pintara hace ya muchos años, decidiste conservarlo, porque te lo había regalo tu abuelo —dijo mi madre-, intenté botarlo muchas veces, pero siempre preguntabas por él y no tenía más remedio que guardarlo, es un poco perturbador. Sí, era perturbador con toda esa expresión malévola pintada, pero me encantaba. —Es diferente —sonreí sintiéndome de repente tan ajena y sola—, pudiste simplemente botarlo, después de todo no lo hubiera recordado… Mi voz se ahogó y mis ojos se llenaron de lágrimas, ese horrendo muñeco conservaba un muy alto valor sentimental para mi hace tanto, pero ahora simplemente lo veía y no había nada. Mi mamá me abrazó y limpió algunas lágrimas que se escurrieron por mis mejillas. —Ni siquiera sé mi nombre completo, no sé mi edad, no sé qué clase de música me gusta —dije—, soy una completa desconocida, no me conozco en lo absoluto. Hasta mi nombre era extraño, no me gustaba. Me senté en la cama, había sacado mi frustración y el dolor de cabeza comenzaba a presentarse nuevamente. Mi madre me observó por un largo rato y se sentó a mi lado con una ligera sonrisa. —Nunca te gustó tu nombre —dijo como si escuchara mis pensamientos—, era el nombre de tu abuela, y ustedes realmente nunca se llevaron bien. ¿A la antigua Danna no le gustaba su nombre? Sentía una chispa de esperanza al ver que seguía siendo la misma, o por lo menos en la misma actitud. —¿Por qué? —me atreví a preguntar, mi madre sonrió débilmente y negó con la cabeza. —Siempre fuiste más apegada a tu abuelo, me imagino que tu abuela estaba celosa —se encogió de hombros—, murieron cuando tú eras muy pequeña, primero tu abuela y luego él, casi cumplían el siglo de vida, pero no se puede vivir tanto tiempo. Me sentía triste porque a pesar de que sí los conocí, me hubiera gustado haberlos conocido ahora, saber el tono de su voz o de su risa, que deprimente.  Tocaron la puerta de mi habitación dos veces y luego se abrió dejando ver a Tolmer. Mi madre me dio una palmada en la pierna y dijo que nos daría un poco de privacidad, le dio una palmada  en el hombro a Tolmer y salió de la habitación cerrando la puerta. Un raro sentimiento se pegó a mi pecho, no quería estar sola aquí con él. —Hola —dijo Tolmer acercándose hasta sentarse a mi lado, estaba demasiado cerca—, me imagino que tienes unas cuantas preguntas que hacerme. Como las veces anteriores que lo vi, solo lo observé y lo observé esperando que en cualquier momento viniera alguna señal de que él era importante en mi vida, pero no hubo nada. Él se acercó, era consciente de que quería besarme, pero necesitaba saber si lograba encontrar lo que estaba buscando, esa chispa que se supone que se tienen las parejas. Su nariz rozó la mía y sentí estremecerse cuando sus labios tocaron los míos, fue un simple toque, como si no quisiera sobrepasarse, pensé que el sentimiento sería más intenso, que tendría ganas de seguir besándolo pero como todo desde que empezó el día, no sentí nada. Tolmer se separó lentamente y pegó su frente a la mía. —No tienes idea de cuánto te extrañaba —dijo—, el tenerte aquí otra vez, estar juntos. Aspiré hondo grabando su perfume en mi cabeza, era embriagante sin embargo tan nuevo y extraño. —¿Quién eres? —susurré inclinando la cabeza ligeramente de modo que puse algo de distancia entre los dos. El aclaró su garganta y pareció un poco herido. —Soy Tolmer Henks —comenzó— vivo a tres casas de esta, casi somos vecinos. Nos conocemos desde… uh, toda la vida diría yo, soy socio de tu padre en el restaurante… Ah, ¿qué más?... Tú me amas. ¿Amor? Me preguntaba si antes se lo había dicho antes porque ahora no sentía absolutamente nada por él. —¿Cómo es nuestra historia? —pregunté— ¿Solo te vi y comencé a amarte? Él soltó una ligera carcajada, realmente no sentía nada, solo tal vez un poco de atracción por su físico. —Bueno —comenzó—, nos conocimos en una fiesta en la preparatoria, yo iba más avanzado evidentemente, cuando me gradué comencé a trabajar con tu padre y siempre nos veíamos hasta que lo formalizamos, claro que luego de que te fuiste a la universidad  nuestra relación fue a la distancia. Eso sonaba tan vacío, no sabía cómo era la antigua Danna, pero a mí no me impresionaba, no creía en el amor a distancia; era estúpido, ¿o tal vez sí estaba enamorada de él?, maldición era todo tan confuso, era frustrante no sentir nada por este hombre que conocía desde hace tantos años.   —¿Puedo volver a besarte? —murmuró Tolmer, pero más que una pregunta fue una confirmación porque tomó mi rostro entre sus manos y me besó. Fue forzoso, tuve el impulso de apartarlo pero cuando su lengua obligó mi boca a abrirse una rara sensación de calor me cubrió el cuerpo, sus manos fueron a mi cadera y sus dedos se introdujeron dentro de mi camisa tocando mi piel, sentí estremecerme, tal vez no lo recordaba, pero se sentía muy bien... Él se inclinó de modo que quedé acostada y él se acomodó rápidamente sobre mí haciéndose un espacio entre mis piernas volviendo el beso más profundo, comenzó a subir mi camisa, temblé un poco pero dejé que lo hiciera, sin embargo tocaron la puerta y mi madre apareció ocasionando que nos separáramos casi enseguida. Ella se sobresaltó un poco y miró a Tolmer con el ceño fruncido cuando él se sentó y yo le seguí acomodando mi camisa, que vergüenza. —Ehm... Bajen, la cena está lista –anunció mi mamá. Tolmer tomó mi mano cuando bajamos las escaleras hacia el comedor, no podía dejar de observar las fotos enmarcadas alrededor de las paredes, había una de toda la familia me imaginaba, otras donde estaba una pequeña muchacha detrás de un órgano musical con un vestido n***o sobre lo que parecía ser un escenario, cuando me fijé mejor, me di cuenta que en el pie de página decía: “Danna Wester, recital de la academia 2004.” ¿Esa era yo? Me solté del agarre de Tolmer y corrí cruzando el pasillo, escuché a mis padres gritar mi nombre y a Tolmer ir detrás de mí, sin embargo yo estaba enfocada en el espejo. Cuando observé mi reflejo, me sobresalté, una cosa era no recordar mi entorno, pero yo ni siquiera podía reconocerme, era como si me hubieran hecho una operación de cambio de rostro, todo de mi decía que no era yo, pero aquí estaba, ojos avellanas, piel pálida y pecosa, sin mencionar un largo cabello oscuro. Esa era Danna Wester, esa era yo. —¿Qué ocurre Danna? —preguntó Tolmer, su reflejo apareció detrás del mío. —Yo… soy bonita —susurré casi con incredulidad, escuché la carcajada de mis padres y luego la de Tolmer a mis espaldas. —Claro que lo eres, pequeña engreída —besó la coronilla de mi cabeza—. Ven, vayamos a comer. No era que quería ser egocéntrica, sino que no esperaba en realidad encontrarme con ese reflejo, mis ojos se cristalizaron de la impresión, porque no podía recordarme, me sentía como un espíritu infiltrado en otra vida y en otro cuerpo. Mis ojos giraron al reloj en la parte de arriba del espejo, eran casi las siete de la noche, la fecha marcaba 9 de agosto del 2019, el accidente fue hace tres meses, en mayo mi vida cambió bruscamente y tal vez para siempre… En la mesa escuchaba comentarios y bromas de lo que yo acaba de hacer, pero para mí no era gracioso estar en blanco y ni siquiera reconocer mi cara. —¿Dónde fue ese accidente? —pregunté de repente. La mesa quedó en silencio y luego observé como todos parecían cruzarse miradas hasta que mi mamá aclaró su garganta para decir: —Los fines de semana siempre venías para acá, era un viernes en la noche, conducías a alta velocidad —soltó una pequeña risa sin gracia—, la carretera estaba mojada y los cauchos desgastados, era una mala combinación… estabas cerca de la intersección de la alcabala de la ciudad, son curvas peligrosas… Intenté imaginarme esa noche, pero nuevamente todo estaba en blanco, me enteré que me había graduado hace tres años en medicina, tenía 23 años, y estaba haciendo una especialización garantizada por la universidad por mi buen promedio, aunque mis padres no sabían en qué estaba haciendo mi especialidad porque al parecer todo había sido muy reciente. Mi vida no era mala, incluso parecía ejemplar ¿Por qué mi madre no quería que la recordara? Cuando dieron las diez, Tolmer se fue a su casa, mis padres fueron a su habitación y yo fui a la mía, me senté un largo momento en la cama sopesando que tenía que aprender a vivir esta vida sin recuerdos o esperar que milagrosamente los recuerdos vinieran a mí como por arte de magia. Decidí revisar mis cosas del armario, desde mi ropa interior hasta los libros que guardaba en la parte de arriba, al parecer eran mis libros de la universidad, me tomé la libertad de revisar uno por uno, percatándome que todos eran de psicología o medicina, enfermedades, cuerpo humano, todo era fascinante y lo mejor era que de ese conocimiento si me acordaba o simplemente lo sabía, como: cuantas dosis había que darle a una persona, el tratamiento, funcionamiento de cada órgano o el funcionamiento de la mente humana. Abrí un libro de trastornos compulsivos, queriendo mantener esa sensación de estar leyendo algo que ya sabía o que ya había leído, cuando una hoja salió volando y cayó a un lado del suelo donde yo estaba sentada, parecía ser un dibujo, lo tomé en mis manos y lo observé, parecía ser un dibujo de Victor en el cadáver de la novia, la película de Tim Burton, no podía creer que recordara esa película, de hecho me gustaba y me dieron extraños deseos de volver a verla comiendo palomitas de maíz con queso, por extraño que sonara. Mis ojos bajaron al pie de la hoja donde estaba una  firma apenas visible, voltee la hoja sorprendiéndome de encontrar una pequeña nota que decía: “Para mi Doctora Sirena. Solo somos destellos en un mundo lleno de luz, pero tú eres la estrella  mayor, esa que llaman sol, o por lo menos para mí, iluminas mi vida. Siempre tuyo y espero que seas siempre mía, Zecus. 20-09-2018” Era para sirena, o puede que solo fuera un apodo dulce y cursi para mí porque se refirió como doctora, ¿pero quién era Zecus? Mi novio se llamaba Tolmer, y según él habíamos estado juntos por más de seis años, y este dibujo fue del año pasado, ¿acaso tenía un amante? O… ¿Mi familia me estaba mintiendo? 
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