Incluso antes de llegar, Ansel había anticipado que la noche sería larga y un maldito infierno debido al dolor que sentía por el golpe que dio su padre. El problema es que al parecer menospreció demasiado el golpe que Antoni le había dado, y en ese momento estaba sufriendo las consecuencias de ello. Si antes de salir de la mansión ya había estado teniendo problemas, en ese momento sentía que en cualquier segundo se iba a desmayar del puro dolor. Era como si con cada respiración que daba, con cada movimiento por muy sutil que fuera, el dolor se expandiera quemando todo su pecho y espalda, provocando unas fuertes clavadas de dolor que apenas le dejaban respirando. A lo largo de las horas, más de una vez el omega se había tenido que recordar a sí mismo que tenía que sonreír y respirar. P