Capítulo 3

2631 Words
En el momento en que Ansel había cruzado las puertas del hotel, en el cual se estaba realizando la fiesta de la cual su padre no encontró necesario informarle, supo... Que sería una larga noche. En sí, el omega debió de suponer que tras haber desaparecido repentinamente hacía más de un año, el que volviera de la nada atraería la atención de todos y despertaría curiosidad. A donde sea que Antoni le arrastraba, Ansel había sentido la intensa mirada de la mayoría de los invitados sobre su persona, atentos a cada gesto que hacía, cada palabra que evocaba, cada respiración que daba, absolutamente todo. Y por supuesto, a medida que su padre lo arrastraba, las preguntas habían comenzado a llegar una por una. ¿Cuál fue el motivo de su viaje? ¿Por qué se había ido inesperadamente? ¿Por qué decidió irse por más de un año? ¿Pensaba volver a viajar? Así, cada pregunta fue apareciendo con cada invitado al que saludaban, y como se encontraba al lado de su padre, para Ansel no fue necesario responder, ya que era su padre el que se encargaba contestar todo. Pero como ante los ojos de los demás su padre no era un bastardo controlador, por supuesto que de vez en cuando compartía una que otra palabra. Si era sincero, Ansel prefería cuando su padre era el que se encargaba de dirigir la conversación, ya que significaba que su único trabajo era sonreír hermosamente y apoyar cada palabra de ambos lados con un movimiento suave de cabeza y nada más. No tenía que preocuparse de estar al tanto de lo que estaban hablando, de comentar cosas de las cuales no estaba interesado, de soportar maliciosas palabras disfrazadas de amabilidad. Para su mala suerte, con su repentina aparición se había casi transformado en la estrella de la fiesta, y como suponía, fue el demonio a su lado quien se encargó de responder cada duda respecto a su desaparición. Aunque la historia había cambiado un poco a lo que le dijo en la casa, claro. De salir a recorrer el mundo por un regalo de cumpleaños, terminó siendo en un viaje espiritual para encontrarse a sí mismo y calmar las dudas que habían surgido sobre su vida. Una mentira que su padre nunca habría inventado, si no fuera porque una de las personas con las cuales se habían encontrado a lo largo de la noche, creía en todo los temas que significaban buda, espiritual, oraciones y todas esas cosas. En otro momento, Antoni seguramente se habría burlado de ello, pero como la mujer había resultado ser una alfa reconocida y con un gran poder económico sobre su espalda, por supuesto que su padre inmediatamente había demostrado un respeto que no sentía. Sucio. Así es como se sentía Ansel cada vez que una mentira salía de la boca de su padre. Asco, por verse envuelto otra vez en aquel mundo donde las mentiras y el interés reinaban en todos lados. Y lo peor de todo, es que el omega sentía desagrado de sí mismo, por el hecho de que volver a entrar en ese mundo no le había costado para nada. Tan simple como colocarse una máscara, Ansel navegó por las aguas turbias, transformándose en el perfecto hijo omega que su padre tanto le gustaba mostrar ante los demás, como si fuera su juguete favorito, su perfecta muñeca. Uno más de ellos. Si... Eso no se sentía exactamente bien para Ansel, pero a diferencia de lo que el demonio creía, el omega no estaba actuando fiel a su papel debido a los deseos de este, sino que era por un propósito en específico. La verdadera razón por la cual no discutió tanto la idea de asistir a una tonta fiesta dejando a su pequeño cachorro en casa. Brent Schell. Cuando su padre había compartido unas palabras con los verdaderos anfitriones de la fiesta, el omega aprovechó la oportunidad y dio pequeñas miradas inocentes por el extenso salón decorado elegantemente, buscando al alfa. Tan pronto como había reconocido aquel cabello n***o con esos ojos azules, Ansel había querido dejar a su padre e ir con su amigo, pero obviamente no lo hizo. Que dejara repentinamente solo a su padre para ir a "saludar" a otro alfa, no es algo que haría un omega que había recibido su entrenamiento estricto de comportamiento y etiqueta, por lo que Ansel tuvo que contener sus deseos y mantener siempre al alcance de su ojo a Brent. Lastimosamente, como Antoni ya había realizado hacía tiempo todos los negocios que necesitaba con el padre de Brent, no estaba en su prioridad el buscarlos y saludarlos como habían estado haciendo con otras personas desde el mismo instante en que llegaron, y Ansel dudaba que pudiera haber un encuentro fortuito considerando la cantidad de personas en la fiesta y que ambos parecían estarse moviendo en direcciones contrarias. Una oportunidad. Ansel tenía que buscar o crear su propia oportunidad para alejarse de Antoni y así poder hablar con Brent sin que se diera cuenta para pedirle su gran favor. Algo, que estaba viendo como una misión imposible considerando la forma en que su padre se aferraba a su brazo, pero aun así, esa no era razón para Ansel de rendirse. No cuando no sabía cuándo su padre querría llevarlo a otra fiesta y definitivamente no, cuando ni siquiera estaba seguro de que podría encontrarse nuevamente con Brent en ella. Escuchando su nombre, Ansel inmediatamente sonrió de automáticamente y movió suavemente su cabeza de forma positiva. —¿Siquiera sabes de lo que estaban hablando? —cuestionó con cierta burla malvada la elegante mujer que parecía garrapata apegada al hombre a su lado. —Por supuesto —respondió con un tono suave, pero firme—. Estaban hablando sobre las acciones de la empresa Ender que están cayendo drásticamente debido al mal manejo del nuevo presidente y como no sería bueno invertir este año en ellos —expresó y solo porque podía, expandió aún más su sonrisa. —Vaya, un hermoso omega interesado en los negocios —comentó observándole con nuevo interés el alfa con el cual su padre había estado hablando. —Ansel simplemente no puede dejar de meter su nariz en todo lo que me llame la atención —expresó Antoni con un aparente bufido divertido. —No es mi culpa, padre, si puedo ayudarte en algo quiero hacerlo, y para ello necesito mantenerme informado —explicó y observó con aparente timidez al otro hombre, quien le sonrió en respuesta. —Mira, Mark, ahí está mi amiga, tenemos que ir a saludarla —exclamó su acompañante, comenzando a tirar de su brazo para arrastrarlo lejos de ahí, sin importar la mirada hosca que le dedicó su pareja. Cuando Ansel sintió aquellos frío ojos dorados posarse sobre él, sus labios inmediatamente se torcieron en una pequeña mueca de disculpa. —Lo siento, sé que no debí de haber respondido su provocación, pero si no lo hacía te haría quedar mal —se excusó. —Solo por eso lo dejaré pasar —aceptó Antoni—. Mark no es mi objetivo esta noche, pero nunca es malo que captures el interés de otros alfas —expresó observando a su alrededor. Cuando pareció encontrar su objetivo, el demonio sonrió en todo su esplendor y detuvo a uno de los camareros para tomar dos copas de champán. —¿Ves al hombre a tu izquierda, alto, fuerte, y rodeado de personas? —cuestionó su padre entregándole una copa. Alzando la mirada para observar sobre el hombro de su padre, el omega asintió disimuladamente. —Se llama Dominique Angles y es tu objetivo —anunció—. Es dueño de su propia cadena de hoteles, es alguien importante y con mucho dinero, no puedes arruinarlo —advirtió. —Comprendo —asintió. —¿Recuerdas sus gustos? —Omegas dulces y sonrientes que son algo torpes —respondió automáticamente—. Puedo con ello —prometió. —Solo tienes una oportunidad para llamar su atención, Ansel, no lo arruines o no solo tú serás el que sufra las consecuencias —amenazó logrando que un frío sudor recorriera toda la espalda del omega. La amenaza contra su hijo había sido un golpe bajo, pero no algo inesperado conociendo a su padre. Y a pesar de la molestia que le invadió y que tuvo que ocultar, a la vez reforzó su decisión de escapar lejos de Antoni por el bien de su cachorro y el propio. Tan pronto como algunas personas abandonaron el círculo que rodeaba al alfa y este se alejó del resto en busca de una copa, Antoni inmediatamente tomó su oportunidad y se acercó arrastrándolo con él, como lo había hecho durante toda la velada. —Señor Angles, qué sorpresa verlo por aquí, creí que no asistiría a esta fiesta, según lo que me comentó la última vez —expresó Antoni a espaldas del alfa. Ansel inmediatamente reconoció como los músculos de la espalda del alfa se tensaron por un momento, y luego el hombre estaba girando para observarle no muy felizmente, lo que advertía que no era la primera vez que su padre lo atrapaba de aquella forma. Solo que, todo desagrado desapareció y, en cambio, la curiosidad picó en el cuándo sus ojos chocolates le encontraron. —Señor Crowell —pronunció e inclinó ligeramente su cabeza en reconocimiento—. Lo siento, pero creo que no reconozco a su acompañante esta noche —expresó Dominique, con su mirada fija en el omega. En respuesta, Ansel le regaló una pequeña sonrisa tímida. —Por supuesto, mis disculpas —dijo Antoni—. Es mi único hijo, Ansel Crowell —presentó. —No sabía que tenía un hijo, es la primera vez que lo veo en este tipo de fiestas —comentó Dominique, alzando su mano. —Estuve fuera por un tiempo, es por eso por lo que no pude acompañar a mi padre anteriormente —explicó tomando su mano, rezando para que un pequeño rubor apareciera en sus mofletes cuando el alfa besó sus nudillos. Como no estaba seguro de lograrlo, en cambio, le sonrió dulce y bajó la mirada aparentemente encantado y tímido. —Dulce —pronunció Dominique y el omega forzó una pequeña risita. —Gracias —respondió observándole un momento antes de alejar sus ojos. —Asumo que se ha vuelto a acercar para comentar sobre su nueva adquisición —comentó Dominique, cambiando su atención al padre del omega. —Me temo que no, esta vez, solo he venido a saludar —respondió Antoni. —Por nueva adquisición, ¿se refieren a ese hermoso auto que no me dejaste subir? —preguntó el omega, observando directamente a su padre con grandes ojos sorprendidos. —Al señor Angles no le interesan mucho los autos, cariño —expresó Antoni con aparente tono cariñoso. —¿En serio? —preguntó Ansel, colocando sus mejores ojos de cachorro en lo que observaba al otro alfa. —No dije exactamente eso —respondió Dominique y el omega le sonrió dulce. —Ese auto era genial, me gustó tanto el color azul marino que lo hacía verse tan elegante como todas las cosas increíbles que había adentro —comentó agitando sus manos con emoción. —¿Cosas increíbles? —preguntó el alfa, observándole divertido. —¿Te subiste al auto? —cuestionó en cambio su padre, observándole con cierto reproche. —Lo siento —expresó Ansel con grandes ojos—. Solo que... Me dijiste que no podía dar una vuelta en él, pero no dijiste nada sobre sentarme y quería saber qué se sentía —explicó con pena. —Debe de ser un automóvil realmente increíble para haber llamado la atención de este dulce omega —comentó Dominique, guiñándole un ojo como si quisiera ayudarle a salir del problema en que "supuestamente" se había metido por hablar. Viendo como ambos alfas se sumergían en una aburrida conversación sobre los autos, justo como Antoni había planeado, Ansel observó disimuladamente a su alrededor y contempló a Brent. Observando nuevamente a su padre conversando con entusiasmo, el omega decidió crear su oportunidad en ese momento y se cruzó en el camino de un camarero, fingiendo querer dejar su copa llena, pero solo logrando que este le derramara el contenido de algunas copas en su bandeja con ello. El pequeño disturbio inmediatamente llamó la atención de ambos hombres, así como de las pocas personas que estaban alrededor, y Ansel observó con horror su atuendo. —Lo siento, lo siento mucho, no era mi intención —exclamó rápidamente el pobre camarero que se había envuelto en su plan. —Está bien, no fue tu culpa, sino que mía por no observar bien —calmó regalándole una pequeña sonrisa a la omega—. Padre —pronunció girando inmediatamente hacia este—. Necesito retirarme al baño un momento, no quiero arruinar este hermoso traje, necesito intentar limpiarlo —explicó. Y por supuesto que la expresión del demonio no era exactamente feliz en ese momento, y estaba seguro de que se quejaría con él una vez estuvieran en su casa, pero de momento, el omega se aseguraría de aprovechar toda la situación. —Si vas por ahí podrás encontrar las puertas del baño —indicó Dominique apuntando cierta dirección. Y para el alivio de Ansel, era justo por donde se encontraba Brent en ese momento. —¿Padre? —preguntó, observándolo. —Vuelve pronto —expresó Antoni algo forzado. Apresurándose, Ansel se retiró y agradeció a Dominique cuando este retomó su conversación con el demonio, aquello le daría algo más de tiempo. Dirigiéndose hacia los baños, el omega se detuvo cuando estuvo cerca y observó sobre su hombro. Cuando se aseguró que su padre estaba hablando alegremente con el otro alfa, inmediatamente se desvió y fue directamente hacia el camino de su amigo. —¿Ansel? —exclamó con sorpresa el joven alfa al verlo de frente. —¿Tu palabra de ayudarme sigue en pie? —cuestionó rápidamente. —Por supuesto —asintió Brent, sin perder el ritmo—. Puedo sacarte en este mismo instante si lo quieres —prometió y Ansel negó. —No puedo huir ahora —respondió agitando suavemente su cabeza. —¿Cómo quieres que te ayude entonces? —indagó frunciendo el ceño. —Te daré los detalles después —dijo apresuradamente, observando con nerviosismo sobre su hombro—. ¿Tienes tu celular? —Siempre —respondió el alfa, sacándolo de su bolsillo. Tomándolo, Ansel anotó el número de Sofía y se lo volvió a entregar. —Mantente en contacto con ella, es una amiga y quién será nuestro enlace —explicó ansiosamente. —Puedo ver a tu padre comenzando a buscarte por alrededor —advirtió su joven amigo—. Será mejor que vuelvas ahora —anunció. Asintiendo, Ansel inmediatamente se dio vuelta y se alejó fingiendo que estaba volviendo de los baños. Cuando el extraño canto de unos pájaros apareció, el omega observó confundido a su alrededor y entonces se estrelló contra una persona de agradable aroma almizclado... Conocido. Sin querer confirmarlo, el rubio omega intentó seguir con su camino, solo que... No esperó que su mano fuera capturada y entonces se encontró observando de frente unos grises ojos con los cuales tantas veces había soñado. —¿Realmente eres tú, Ángel? —preguntó el alfa, con aquel tono dulce y calmado con el cual le había hablado aquella tarde. —L-lo siento, creo que t-e equivocaste de persona —anunció con una pequeña sonrisa amable. Apartando su mano, Ansel escapó rápidamente y volvió con su padre, fingiendo que su corazón no intentaba escapar por su pecho. De todas las personas que había esperado encontrarse en la fiesta, León Ackermann no fue nunca una de ellas.
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