Parado junto a sus padres, León no pudo evitar la mueca de molestia en su rostro al recordar su encuentro con Dominique. El haberse acercado para felicitarlo por su matrimonio había sido desagradable, por no decir que lo odió completamente. Si a eso se le sumaba que el estúpido se había jactado de ello como si le hubiera ganado, hablando de Ansel como si no fuera nada más que un objeto, le había llevado todo de su autocontrol para no alzar su puño y estrellarlo contra ese arrogante rostro. Y a pesar de tan desagradable encuentro, había válido la pena si con ello logró darle la excusa y la oportunidad perfecta para que su omega pudiera huir. Hacía una hora que había pasado aquello, y León se estaba preguntando cuan estúpido podría ser Dominique, ya que aún no se percataba de la ausencia
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