Despertando por un suave movimiento insistente en su hombro, Ansel abrió los ojos repentinamente y lo primero que hizo, fue revisar a su pequeño, a quien había recostado en la cama con él, rodeando de almohadas todo un costado. Observando ese dulce rostro seguir durmiendo, soltó un suave suspiro silencioso y finalmente se fijó en la persona que le había despertado en esa ocasión. Ya que, gracias al golpe que se había dado en su propia cabeza, no solo consiguió unos puntos por el borde de su frente, sino que el doctor Foster les alertó de una pequeña conmoción y les ordenó ser despertado cada ciertas horas para hacerle una rutina de preguntas. Su padre no había estado muy feliz por todo lo sucedido, pero por supuesto que Ansel sabía que no era preocupación sincera por él, sino que se enc