Cumpleaños.

1398 Words
─Gracias mis amores... ─los abraza con añoranza, verlos cantar, sonreír y lo ilusionados que están con verla sonreír, hacía imposible que no sonriera. ─¡¡Ángel!! ─grita su madre del otro lado. ─Mi abuela, la gusta gritar muy temprano ─se queja Sandro con algo de molestia, pese a lo mucho que su abuela le agrada. ─¡qué pasó! ─grita en respuesta Ángel, tomándose a broma lo que hace su madre, para que sus hijos lo tomen así. ─¡¡Ven acá!! ─vuelve a gritar, pero está vez a Sandro no le molesta, ni a sus otros tres hijos, por el contrario, les causa gracia. ─¡voy! ─grita nuevamente, haciendo varias morisquetas que hacen estallar en carcajadas a sus pequeños. ─Ya vuelvo. ─dice dando un pequeño soplido a su vela de cumpleaños, y está es suficiente para extinguir su fuego. Da un par de traspiés y sale de su casa para hablar con su madre. Hace más de veinte años que su madre no le da ni un regalo o presente por su cumpleaños, siendo hoy un día muy especial para ella, y ahora que vive junto a su madre, asume que por primera vez ella tendrán un presente o le va a desear un feliz cumpleaños. Con la mejor actitud, una gran sonrisa, y el mejor ánimo posible en en día como este, camina hasta la casa de su madre, que está junto a la de ella y abre la puerta esperando algún tipo de sorpresa agradable para ella, por parte de su madre. ─Buenos días. ─entra y no ve nada que haga ilusión en su cumpleaños. Bueno, solo era una posibilidad, después de todo, ha pasado varios años allí y siempre olvida su cumpleaños, ¿por qué ahora sería diferente?. ─¿Qué pasó? ─pregunta ya con la idea tirada a la basura. ─¿Y cuando me vas a dar lo que me debes? ─pregunta con una gran sonrisa, tendiendo su mano. ─¿Qué le debo? ─pregunta sin tener ni una idea de a lo que se refiere su madre. ─Plata pues. ─dice cruzándose de brazos con el ceño fruncido. ─¿Y todo el dinero que te ha prestado para que comas?, ¿la comida que te he pasado cuando no has tenido?, ¿Y la ropa que te doy cada mes? ─pregunta ya con un tono más déspota. ─Pero... ─Su corazón se sentía lastimado de nuevo, sabía que algo así pasaría, y que no pasara era lo que la había tenido de buen humor, pero ahora todo volvía a ser igual. ─Pero, nada. ─niega con la cabeza y tiende nuevamente su mano. ─Yo te di porque no tenías, pero ahora ya tienes bastante dinero y vas a tener más. ─dice ahora más como una exigencia. ─Cuando te paguen del libro deberías darme la mitad por lo menos, por todo lo que te he ayudado todo este tiempo. ─dice indignada. ─Madre, la unidad vez que me dio dinero fue cuando Luisa enfermó, y usted misma me dijo que se lo había dado mi hermano para mí hija, y la comida..., usted me da lo que le queda el día anterior, y la ropa es la que usted a usado y ya no le queda, y según usted me la estaba regalando... ─dice sin ningún ánimo de discutir. ─Si le voy a dar algo de dinero de lo que me den del libro, pero quería disfrutar un poco, ya que mis hijos no tienen ropa, ni... ─¿Y para que le vas a comprar ropa buena y nueva?, lo s niños crecen y eso se les queda..., mejor dame a mi que yo ya no tengo ropa que estrenar... ─Madre... ─Y ahorita con eso que te van a dar mucho dinero mejor dame a mi, yo te lo guardo y ya cuando te vayas de la casa ahí te lo doy. Yo quiero cambiar el techo de mi casa, comprarme ropa, ya se acerca la graduación de tu sobrina y tu hermana no tenía para fiesta y la niña está muy ilusionada... Ahí estaba de nuevo, la madre que dice amarla, ayudarla y dar todo por ella, poniendo de prioridad a cualquier persona, menos a ella o a sus hijos, hablaba de su sobrina, quién tenía casi resuelta su vida, como si viviera en peores condiciones que Ángel, y ni siquiera se había tomado la molestia de recordar su cumpleaños. Pero si había algo que había hecho el tiempo por ella, era enseñarle cómo priorizar a las únicas tres personas que merecían todo de ella y más. ─Madre. ─dice y su madre se queda callada con una sonrisa, esperando la aprobación de las demandas que ha hecho. ─El dinero que me paguen por el libro lo voy a invertir en una casa. ─dice y la expresión de su madre cambia por completo. ─usted cada vez que se enoja me grita y me dice que deje su casa, que eso es suyo..., y me dice cosas feas, después de que usted me dio permiso de hacer una pequeña casa en ese espacio que usaba como basurero, y está bien, es suyo, pero ahora, si tengo la mínima posibilidad de que mis hijos tendrán algo suyo, así será. ─dice y se va mientras su madre vociferó palabras soeces, y groseras, diciéndole una y más veces, mal agradecida. ─Feliz cumpleaños a ti, hija. ─susurra alejándose de la casa de su madre. ─¡¡Más te vale que me pagues, o te largas de mi casa!! ─grita desde su casa su madre. Los gritos de su madre son tan fuertes, y viven tan cerca, que fue imposible para Ángel poder ocultar de sus hijos los maltratos de su madre. ─Ya no vaya con mi abuela, ella es muy grosera. ─dice Luisa mientras abraza a su madre al recibirla en la puerta. ─No le hagas caso, ya sabes cómo es ella. ─niega con la cabeza algo incómoda. Las granjas de llorar son cada vez más fuertes, pero se aguanta por sus pequeños. ─Mi hermana tiene un regalo para usted... ─sale Jota travieso con sus manos ocultas. ─¡¡Felicidades!! ─dice Sandro mostrando el regalo. Abre una pequeña caja forrada con hojas de cuaderno con dibujos hechos por sus hijos. Al abrirla, no pudo contener más sus lágrimas, sus hijos, de quince, trece y siete años, habían hecho de este día, el mejor de todo. ─No puede ser... ─suelta un suspiro dejando que sus lágrimas fluyan. ─los amo demasiado... ─sonrie viendo dentro de la caja. Inicio de Flashback ─¿Es muy bonita, verdad? ─pregunta a una pequeña Luisa de diez años, mientras ve en los estantes del área de juguetes, una muñecas de enteramente de hule, cachetona, regordeta, con cabello rizado de color verde neón, Luisa, pese a tener solo diez años, puede notar el brillo y a su vez la tristeza con la que las mira. ─No me gustan las muñecas así, me gustan las Barbies... ─dice mirando a unas Barbies de los estantes del otro lado. ─Cuando era pequeña quería una de estas, pero mi madre dijo que eran feas, y que eran muy caras,así que... ─¡¡Quiero está!! ─dice Luisa señalando una Barbie, y a su vez, entregando un pase por el precio de la muñeca. Como cada año, en el trabajo del padre de Luisa y Sandro, para Navidad les daban una tarjeta con un cupo limitado para comprar únicamente en juguetería, así que no había manera de que Ángel tomará algo de ello. ─Yo quiero este... ─señala Sandro un hermoso carro a control remoto, y Luisa corrió a ver cuál era el carro, olvidando así la charla con su madre. Fin de flashback. ─Es la..., ¿de donde...? ─Una niña del colegio me mostró una foto, y me dijo que su madre se la dio hace un par de años, pero no le había gustado, y la guardó en su sótano por años, así que me la vendió y la traje para ti. Y antes de que me diga de donde saqué el dinero, hice un par de trabajo para unas compañeras y me pagaron, tu con eso le pagué yo. ─sonrie secando las lágrimas de las mejillas de su madre. ─Es simplemente perfecta. ─sonrie acomodando su abultado y hermoso vestido moteado. ─Es rara, pero se ve tierna... ─sonríe Sandro viendo a su madre tan feliz.
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