Un nuevo comienzo.

1248 Words
Aterrada por como sus se aferran a ella, empieza a retroceder con algo de dificultad. Es la decisión más dificil. —¡Mami! —grita Sandro desprendiéndose de ella por agarrar una pequeña bolsa plástica con algo dentro. No es sino hasta que Sandro se desprende de ella y la llama "mamá" que ella sale de esa especie de trance que la tiene al borde de la locura. Se gira y sostiene a sus tres hijos con fuerza y hace todo por salir con los tres, aunque ya van tan dentro que le es difícil, sus piernas duelen, su cuerpo está por colapsar por la porca fuerza que tiene y todo el esfuerzo que hace. Después de tanto, después de todo se aferra a la vida por ello, se aferra a la orilla por sus hijos, no tiene el valor para llevarlo con ella, no puede verlos sufrir. Sandro pese a los esfuerzos de su madre por tirar de su brazo para sacarlos a los tres, se aferra a esa pequeña bolsa plástica un poco transparente. —lo siento. No quería asustarlos, lo siento. —se arrastra a la orilla con los tres. —no estamos asustados, fue divertido. —miente Luisa mirando hacia el mar. —mire. —dice Sandro tendiendo su mano con la pequeña bolsa plástica abierta. —¡¡Es dinero!! —suelta con asombro Luisa abriendo sus ojos como platos. —¿de dónde sacaste eso? —pregunta Ángel viendo a sus dos hijos mayores sonreír. —Estaba en el agua. —dice Sandro muy emocionado, olvidando por completo el miedo, el agua y todo. —¿es de verdad o de mentira? —pregunta con sus ojos de capulín muy abiertos. —déjame ver... —dice tomando la pequeña bolsa plástica mientras Luisa sostiene al pequeño Jota entretenido, pero sin perder de vista a su madre con la bolsa plástica. Abre la pequeña bolsa plástica que contiene un rollo de dinero, al sacarlo lo revisa, uno por uno para saber si todos los billetes de veinte dólares son reales o falsos. —¿Podemos comprar algo de comer?, es que tengo hambre... —se escusa enseguida al ver la cara de enojo de su hermana. —Espera, deja que mamá revise, sino ya veremos. —lo regaña su hermana. Angel no lo puede creer, si es real, el dinero es real, ¿cómo es eso posible?. Mira todo a su alrededor y no hay nadie, nadie más que ellos cuatro allí, era imposible que el mar trajera para ella una solución a uno de sus problemas. —¿Qué quieren comer? —pregunta guardado el dinero. —Pollo, yo quiero pollo con papas. —Dice Sandro muy emocionado dando brincos. —¿Es suficiente para los cuatro? —pregunta Luisa aún preocupada. —nostros podemos compartir el plato, y usted cómo otro. —dice mirando las manos de su madre. —Podeos comer un plato cada uno... —sueta un suspiro. —mami, ya no quiero jugar en la playa, me da miedo. —dice Sandro tomando la mano de Ángel. —Les prometo que nunca volveremos a jugar así. —dice abrazándolos a los tres. Luisana no dice nada, solo la abrazacon fuerza. Con la maleta en mano, y sus hijos de otra, toman un taxi y llegan a la terminal de buses, compra cuatro asientos para dentro de una hora, mientras esperan van al lugar más cercano que vende pollo, tan solo cruzar la puerta suena un alarma. —¡¡Bienvenidos al pollo de La plaza!! —los recibe un hombre bajo con una gran sonrisa. —¡Por ser el cliente número 100 de inauguración reciba su pedido a mitad de precio y sorpresa gratis! —dice y rápidamente se acerca un ayudante con tres globos y se lo dan a los niños. Todos sonríen, incluso Luisa, que recibió un globo azul, que es su color favorito. El lugar está lleno, aún así hayan una mesa para los cuatro, tal como lo ha dicho el dueño del lugar les toma su pedido cobrando únicamente la mitad de su costo, y esto lo aprovecho Ángel para pedir el doble y así asegurar la cena desjs hijos y la de ella. No los había visto tan felices en mucho tiempo, su sonrisa era enorme, comía y jugaban con una gran sonrisa, incluso Luisa. —Disculpe. —se acerca un hombre con una cámara instantánea. —¿quiere una foto de recuerdo?, su costo es de un dólar. —dice antes de que Ángel tenga tiempo siquiera de negarse. —claro. —dice y el fotografo espera un par de segundos, hasta que los tres estallan de risas por ver a Jota y sus muevas por beber gaseosa. Al verlos reír a los cuatro, toma enseguida la instantánea que sería puesta en la pared por años, y al tener la posibilidad estaría en el fondo de pantalla. Fin de flashback. Se levanta del sillón y vuelve a la cama, no quiere quedarse pensando en cómo su vida cambió después de ese día. Mira a sus hijos dormir, tal calmados, tranquilos y felices, nada la mantiene tan en paz como eso. Regresa y se acuesta junto a su pequeño, que no tarda en abrazarla aún dormido. Se queda allí, mirando al techo hasta que su cuerpo se defiende y se vuelve a quedar dormida. El estruendoso sonido de una cuchara al chocar contra el concreto la despierta. —No hagas ruido, mamá está dormida. —dice Jota en voz baja, pero ya es tarde, Ángel ha despertado. —Se me cayó... —se defiende condescendiente Sandro. —No importa. —Interviene Luisa, su desayuno ya casi está listo. —se escucha sonar una cuchara batiendo dentro de un vaso. Ángel mantiene sus ojos cerrados pese ha ya estar despierta, pues conoce a sus hijos y sabe lo que harán. No pasan más de dos minutos en los que Sandro asoma su cabeza por un costado de la puerta, muy despacio para asegurarse de que su madre sigue dormida. —¡Lo sabía! —susurra emocionado. —Aun está dormida. —dice cerrando la puerta muy despacio. —Seguramente le encantará su regalo de cumpleaños. —susurra Luisa, aunque aún así su madre puede escucharla. —Y si mi mami te pregunta, de dónde sacaste el dinero, ¿que le vas a decir? —musita Sandro tan discreto como puede. —Le diré la verdad. Que le hice unos trabajos a unos compañeros, y con eso compré su regalo de cumpleaños, aunque no me alcanzó para la torta... —se lamenta. —¿Y si le decimos a mi pa' que nos mande para algo y con eso le compramos una? —pregunta Sandro con cierto tono travieso. —no podemos, él le preguntará a mi ma' si ya no tiene lo que él nos da mensual, y se sabrá todo. —Yo tengo cinco dólares, ¿y si le decimos a mi abuela que nos preste cinco más?, así podríamos comprar una, aunque sería pequeña, pero tendría una... —Tenemos el desayuno, y un regalo. Le pondré una velita en el panqué y entramos los tres cantándole el feliz cumpleaños... —dice con tal autoridad, que ninguno objeta nada más. "Feliz cumpleaños a tí, que los cumplas feliz..." Cantan los tres al unísono entrando a la habitación, y solo entonces, después de escuchar toda la plática, Ángel finge despertar para hacerlos feliz.
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