Un Café para el Frío.

501 Words
Presente de Thomas. Abrí la puerta de mi casa y deje la puerta abierta esperando que ella me siguiera. Fui directo a mi habitación para colgar mi mochila y dejar el poleron que traía. Ella había entrado y cerraba con cuidado la puerta cuando pase hacia la cocina. —siéntate, pondré agua. Su celular comenzó a sonar, miró la pantalla e hizo un gesto de desagrado con la nariz, así que lo apagó y lo metió nuevamente en su chaqueta. Me acerque a ella y le pregunté si estaba todo bien. —¿Por qué no jugamos algo mientras esperamos el agua?— preguntó cambiando el tema. —¡ok! — contesté mientras tomaba el mando de la televisión y prendía la consola. Su cara pareció iluminarse y se acomodo en su lugar para recibir el joystick que le entregaba. —elige que quieres jugar —le ofrecí mientras señalaba las cajas de cd's en el mueble y me alejaba para ir a la cocina. Preparé dos tazas de café iguales mientras terminaba de hervir el agua. Siempre nos había gustado el café del mismo modo, así que esperaba que eso no hubiera cambiado. Me adelanté a pedir pizza, ya que no tenía mucha energía como para cocinar. Además, la pizza siempre es buen complemento a los videojuegos. Después de jugar y comer parece que el sueño nos venció. Cuando abrí los ojos, ya estaba oscuro y Eloisa reclinada sobre mi dormia plácidamente. Me levanté con cuidado para no despertarla y la lleve hasta mi cama, le saque los zapatos y la cubrí. Los años no habían pasado por ella. Su piel era suave al tacto sin ninguna impureza a la vista. Dos mechones de cada lado de su rostro estaban unidos detrás de su cabeza por un pinche de tiburon con forma de murcielago en color rojo, lo solté para que no le doliera al moverse. Y lentamente se esparcieron sobre la almohada largos mechones de su cabello.Sus labios estaban entre abiertos y con restos de algún labial brillante reflejaba la poca luz que entraba por la cortina entre abierta; sus pestañas descansaban sobre unas pequeñas ojeras. Se notaba que la había pasado mal en estos días. Y en su cuello una fina cadena llamó mi atención, el anillo de nuestro compromiso descansaba sobre su pecho enganchado a el. Me enderece y giraba para salir de la habitación, cuando su mano tiro de mi polera. —¿por que te vas?— la oí decir con voz somnolienta. Me miraba con ojos entre cerrados mientras se incorporaba en la cama. Se levantó para tomar mi mano y gateo hasta el otro extremo de la cama. —Sacate los zapatos y acuéstate.— demandó seria pero con la misma voz del principio.— tu también tienes sueño y el sofá, no es para alguien de tu tamaño. Solo sonreí e hice lo que me pedía. Ella se acurrucó a mi lado con su cabeza y su mano derecha sobre mi pecho
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