Michael aparcó frente a la mansión de sus padres. Apagó el motor y suspiró, tenía tantas ganas de hablar con la mujer a su lado. Sabía que la había lastimado esta noche y Dios sabe que no quería hacerlo, si ella no le hubiera gritado o respondido, él no lo habría hecho. Está acostumbrado a gritarle a la gente y ellos se paraban ahí con la cabeza baja, ninguno se atrevía a mirarlo, dejaba hablar de gritarle. Pero ella lo hizo y eso le molestó. Él la miró y la vio sentada con la cabeza inclinada, obviamente esperando a que él saliera primero del auto, sintió el impulso de estirar la mano para tocarla y cuando sus manos quisieron obedecer, la apretó para detenerse. ¿Por qué debería consolarla? Lo que hizo esta noche no equivale a una cuarta parte de lo que ella le hizo a él. La ley de