CAPITULO 4 BIRTHDAY

1314 Words
DANIEL Me dirigí a la entrada del Phonox, informé al de seguridad que teníamos una reservación, entré al lugar y estaba bastante concurrido para ser las 9:00 pm; revisé el móvil y envié un mensaje a mi amigo Greg; al rato me respondió que aún no había salido. Arqueé las cejas; típico de Greg, a quien por cierto conozco desde hace varios años. Nuestros padres tenían negocios juntos y desde que llegué a Londres nos reuníamos cada vez que podíamos. Me abrí paso entre la gente y entonces la vi. Era ella. Sin duda era ella. Pasó muy cerca de mí y la seguí con la mirada; se encaminó directo a la barra dando pasos con entereza, denotando una seguridad impenetrable y envolvente. Estaba preciosa. No lo iba a negar. Llevaba un vestido corto con tela fina y brillante, sus piernas lucían como un mordaz pecado, bien torneadas y deliciosas. Usaba tacones y un cabello n***o resplandeciente y largo. Sus facciones me confirmaban que no era de aquí, sin duda lucía diferente a cualquier chica británica. Aunque lo dudé por un segundo, me acerqué a donde se encontraba, ya se había sentado en la barra y había pedido una bebida. —Hola. —Me miró directo a los ojos, juro que sin pestañear—. Te vi y quería disculparme nuevamente por el incidente en la decanatura. —Bajó la mirada y sonrió. — ¿Ah, sí? no hay ningún problema, todo está olvidado. —Alzó la vista y nuestros ojos no se desconectaban. — ¿No te molesta si me siento? —Señalé el asiento desocupado a su lado—. Quiero decir ¿Esperas a alguien? —Sí, realmente espero a unos amigos —Sus ojos repasaron el lugar—, pero no han llegado aún por lo que decidí tomar el primer trago de la noche. —Bueno, también estoy esperando a unos amigos, pero ni siquiera se han dignado a salir de su casa. —Reímos. —Por cierto, soy Daniel. Daniel Emiliani. —Me senté a su lado y pedí una bebida sin alcohol. —Shadia Michelsen. —expresó con una amplia sonrisa en su rostro y se veía aún más hermosa. No debí acercarme. —Cuéntame, Daniel, ¿Qué haces además de tumbar papeles por los pasillos? —No pude evitar reír. —Soy Médico y estoy haciendo una especialización en Neurocirugía aquí en Londres, en la UCL —afirmé sin un ápice de duda, ya me tenía absorto y atrapado en su vórtice de sensualidad. —Vaya, eso suena bastante interesante. —Lo es, y también agotador. ¿Qué hay de ti? —Realizo estudios en Educación también en la UCL. Interesante. — ¿No eres de aquí verdad? —preguntamos al mismo tiempo y reímos. —No, en realidad no —respondió—. Soy de Colombia. Lo sé. Solo quería confirmar. — ¿En serio? —Le sonreí—. Yo también, es decir, nací en Colombia y me mudé a los Estados Unidos a los trece años, desde entonces resido en Nueva York. — ¿Sí? Qué casualidad y ¿de qué ciudad eres?, déjame adivinar ¿eres de la costa? —Totalmente —le respondí en español—. Siento que también eres de la costa o ¿me equivoco? —Arqueó una ceja y me miró con cierta picardía. —Para nada —me contestó en español y reímos. —Dime ¿de qué ciudad eres? — ¿No adivinas? —No sé, podría hacerlo, pero pensarías que estoy loco. Totalmente loco. Empezando porque no debía acercarme a ella. — ¿Por qué? —Porque siento que somos de la misma ciudad. —No me digas… ¿Eres de Cartagena? —Sí. —Uhmm. —Puso los ojos en blanco. —Siento que no me crees absolutamente nada de lo que te digo. —No lo sé. A ver… ¿Cuál es la probabilidad de que conozcas a alguien de tu misma ciudad al otro lado del mundo? Reí. No era tan baja la probabilidad. La cuestión es que era precisamente ella. —No seas incrédula. No tendría por qué mentir. —Eso no lo sé. ¿O acaso estoy en tinder y no lo recuerdo? —Ok… Hermosa, inteligente y graciosa. —Me sonrió. —Odioso, mentiroso y médico. —Reímos al tiempo. El lugar se empezó a llenar más, nos vimos obligados a acortar el espacio entre nosotros y gracias a la música debíamos hablarnos lo bastante cerca como para sentirme extasiado por su belleza. —Por lo menos dame el beneficio de la duda. —Bien. Digamos que te creo. Eres de Cartagena, te mudaste a Nueva York, estás especializándote en Londres. Salud por eso. Brindamos. —Brindo también por la soltería. ¡Qué patético! Hizo una mueca. — ¿Qué te lleva a asumir que estoy soltera? —No voy a responder lo que estás pensando. Simplemente lo asumí. Culpable. —Bien pensado, agreguemos sincero a la lista. —Ah, ok. Todo un derroche de personalidad. —Reímos. —Pero sí. No lo voy a negar. Soltera y divorciada y no te atrevas a decir ahora lo que estás pensando. —No lo haré. ¿Es demasiado si pregunto el motivo del divorcio? —Un poco. —Nos miramos en silencio—. Infidelidad de parte del esposo es una causa muy probable. Salud por eso. —Brindamos. ¿Así que infidelidad? No me lo esperaba. ¿En qué mierda estaba pensando ese idiota para cometer semejante locura? — ¿Me creerías ahora si te digo que también tenemos eso en común? — ¡Por favor! —No, es en serio. Claro, al menos no me casé. —Reímos. —Así que te separaste de alguien por infidelidad… ¿Del novio o de la novia? —La novia y el mejor amigo. —Me miró incrédula—. No te atrevas a pensar que fue de mi parte. — ¿Qué? —Arrugó el entrecejo—. Ni siquiera te conozco, no te puedo defender. —Bueno…nos estamos conociendo. Ya sé algunas cosas acerca de ti. Rio por lo bajo. —Otro dato para que me conozcas mejor: hoy es mi cumpleaños. No me jodas. —Vaya ¡Felicidades! —Gracias. No dejaba de mirarme directo a los ojos y se mordía lentamente los labios, torturándome en el proceso. —Deja de hacer eso —supliqué. ¿Qué carajos te pasa, Daniel? ¿Por qué demonios no piensas antes de hablar? — ¿Qué? —Me miró extrañada. No había notado que estábamos tan cerca hasta que pude sentir su aliento. —No te muerdas el labio así. Oh, Dios. ¿Qué pasaba conmigo? — ¿Por qué no? —Me retó con coquetería. —Porque me vuelves loco. Sí, el peor de los clichés. En ese instante una electrizante erección me sorprendió bajo la tela del pantalón, con una mano acaricié sus labios sin pensarlo dos veces, mejor dicho, ni una sola vez; ella no dejó de mirarme. Con la otra mano rocé sus pezones, esos que me tenían al borde del abismo desde que la vi llegar. Ella cerró los ojos soltando a la par un jadeo fascinante casi que aprobando lo que hacía, avivando las sensaciones que me producía el tenerla tan cerca. ¿Cuál autocontrol? ¿Eso realmente existía? La tomé de la mano y me la llevé de allí. Nos abrimos paso entre la gente y fuimos directo al baño de mujeres. Sentí su pulso…esa fue la primera vez que lo hice. Estaba igual o más acelerado que el mío. Quizás no era un santo, pero me desconocía en esos momentos. Esto era un error, uno grande. Definitivamente no debía acercarme a ella. La palabra divorciada retumbaba en los pasillos de mi mente. No estaba prohibida del todo, ¿O sí?
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