En la casa de Violet había un enorme árbol de almendro donde estaba amarrada una hamaca. Ella siempre le gustaba pasar las tardes allí, leyendo libros. Hubo un tiempo en que pasaba todas las tardes debajo de aquel árbol, todos los días, sin falta, después de clases. Era realmente estimulante y placentero, porque el frescor de la brisa veraniega le golpeaba el rostro, generando esa sensación de paz que la recorría de pies a cabeza. Ese fin de semana, no fue la excepción. Además, sus padres no estaban de buen humor con ella, porque ya sabían lo que pasó en la universidad y la regañaron apenas la vieron llegar. Pero lo bueno de la personalidad de Violet es que, al hacer silencio, no tenían más razón para seguir sermoneándola. Intentaron castigarla quitándole el celular para que no se co