Capítulo 18

2093 Words
—Aly, Luca, deben sentarse y escuchar con atención —pidió Bruno, intentando ignorar lo preciosa que se veía su compañera tan feliz de por fin conocer a su precioso sobrino. —Vamos, Bruno, ve directo al grano —ordenó Luca sabiendo que si el ejecutor se mostraba tan cauteloso era porque las noticias serían realmente malas. Bruno inhaló despacio, aguardó que ambos estuviesen bien acomodados en las sillas y se dedicó a contar a detalle lo que sucedía, cuál era el plan elaborado por Alma y qué les esperaba a ellos dos. —Entiendo mi situación de peligro, pero no termino de comprender lo de Oliver —dijo Aly notando que su hermana se acercaba a ella con su bebé ya dormido entre sus brazos. —El Concejo supo que los cambiaformas con más de dos genes son más fuertes que el promedio —explicó Cló sentándose al lado de Aly, extendiendo su mano hasta tomar la de su hermana . —Se conocen dos cambiaformas que naturalmente presentan aquella mezcla —agregó Bruno. —Uno es un idiota del Concejo —dijo Cló. —El otro… —Y los oscuros ojos del lobo se posaron en ese niño que dormía plácidamente en los brazos de su compañera. —Pero eso no es cierto, ¿cómo lo saben? Ni nosotros podríamos asegurarlo —dijo Aly bastante confundida. —No tengo idea —respondió Cló—, pero ellos afirman que Oliver tiene la mezcla de sus dos genes. Aly, creo que debes hacerle los estudios correspondientes para confirmar o refutar aquello. —¿Cuentan con laboratorios para eso?—indagó. —Estos eran laboratorios de Lewis, de esos que bien escondía —aseguró la menor de las hermanas. —¿Dónde están Nate y Alma? —indagó con mal humor Luca poniéndose de pie. Es que de nuevo su compañero e hijo estaban en el centro de la mirada de aquellos idiotas del Concejo —Nate está inconsciente en este momento. Alma se encuentra en el comedor —explicó Bruno—. Ven que te llevo —dijo y salió de aquella sala seguido por su Beta. No es que quisieran ser insensibles, no es que les gustara dejar atrás a sus compañeras, pero sabían que ellas necesitan un momento a solas, unos minutos de reencuentro, todo macerado con la bella presencia de ese niño que dormía tan cómodo en los brazos de su tía. En cuanto Cló se supo a solas con su hermana notó de nuevo toda esa ansiedad devorarla sin piedad, toda la culpa volver a hundirla en el pozo donde se encontraba y que cada día sentía más profundo, como si fuese a extenderse infinitamente hasta lo más profundo y oscuro de su ser, devorando toda la luz, aislándola del mundo, apartándola de todos los que amaba y la amaban. —Aly, lo siento, no quise hacerte daño —afirmó tomando con mayor fuerza la mano de su hermana, sujetando con firmeza a su sobrino. —Te resultará egoísta lo que voy a decir, porque en serio estoy sumamente feliz de saberte bien, pero sobre todo me has sacado este sentimiento de culpa que me acompañaba y ya no me permitía vivir. Cló, no podía disfrutar de mi pequeño, ni de Luca, ni de mi trabajo, ni de nada, solo porque me sentía en falta contigo, porque sabía que toda esta mierda era culpa mía pero yo resulté ilesa. Dios, no sabes el peso que me has quitado. Gracias, linda, muchas gracias por seguir con vida. Te amo —dijo llorando suavecito, sabiendo que su pensamiento era el más basura de todos, pero era su realidad, era lo que la atravesaba y no podía fingir otra cosa. —Yo también te amo —respondió Cló en igual estado que su hermana y rió entre tanto llanto al sentirse aliviada, porque temía que Aly reaccionara como lo había hecho Paulette, porque no sabría qué hacer si ella la rechazaba con tanto asco como lo había hecho su cuñada. —No vuelvas a morir —bromeó con voz estrangulada Aly antes de abrazarla con cariño, antes de volver a comprobar con todos su sentidos que Cló estaba allí, tal como su instinto siempre le había dicho. —------- Despertó y estaba solo. Ni rastro de su compañero, ni una sola pista de nada. Sonrió apenitas manteniendo la vista clavada en el techo de la habitación e inhaló profundo, llenándose del perfume de Marcel, de ese rastro que dejó impregnado en las sábanas y que a él lo reconfortaba como nada. Bueno, debía aceptar que estaba irremediablemente enamorado del lobo precioso, que Marcel le compraba la voluntad con nada y que lo extrañaba como idiota cuando no estaba a su lado, como en ese momento, ese preciso momento en el que la falta de su compañero le comenzaba a doler en los huesos. —Ya volverá —susurró para calmar la ansiedad y apretó apenas los puños en un triste intento de contenerse. Intentó recordar alguna vez, una sola, en donde alguien lo hubiese hecho sentir tan especial como lo hacía ese hombre con solo dedicarle una mirada. No lo encontró. Supo, con certeza, que Marcel lo adoraba como nadie lo había hecho jamás y él… Mierda, él se contenía para no confesar aquello que lo atravesaba, mismo sentimiento que no podía poner en palabras, porque no estaba seguro cuáles eran las correctas, las que plasmaran todo su sentir de la forma más acertada, pero que podía sentirlas apretándose en su garganta, empujando por salir expulsadas en cuanto bajara sus altísimas guardias. Y eso lo aterraba, porque la certeza de saber que lo que sentía por Marcel ya no tenía retorno lo asustaba como a un pequeño. —Dios —susurró y se removió inquieto en la cama. Quería tenerlo allí, aferrarse a él y besarlo hasta que le faltase el aliento. Dios, ya comenzaba a dolerle en el cuerpo el no estar a su lado. —Cariño, ¿te encuentras bien? —preguntó Marcel dejando una bandeja repleta de comida sobre la pequeña mesa y acercándose a toda velocidad hasta su humano que parecía un tanto alterado, algo sofocado. —Marcel —murmuró y se aferró al cuello del lobo apenas éste estuvo sentado a su lado. Nate hundió su nariz en aquel cuello tan delicioso e inhaló despacio, profundo, se llenó de Marcel y sintió esa paz invadirlo lentamente. —Cariño —llamó suavecito Marcel mientras le acariciaba el cabello. —Estoy bien, tranquilo —respondió sin soltarlo. —Bien. Te traje desayuno —explicó despacito. —Gracias, estoy hambriento —aseguró y se despegó para mirarlo de frente, bien de frente—. Necesito besarte —afirmó y no dió tiempo a nada porque le devoró la boca con ganas. Marcel lo dejó hacer, no sabía bien qué sucedía, qué pensamientos se arremolinaban en la cabecita de su humano, pero estaba seguro que Nate lo necesitaba a él, no a sus besos, ni a sus caricias, lo necesitaba a él por completo. —Amo que me beses —murmuró Marcel despegándose apenitas de aquellos labios tan ricos—, pero debes desayunar. Ayer no pude despertarte para cenar —explicó con la mayor firmeza que pudo. —Bien, pero luego me dejarás seguir —ordenó logrando que una hermosa sonrisa de lado se formara en los labios del lobo. —No me quejaré —aseguró poniéndose de pie solo para ir en busca de la bandeja. Con cuidado posó todo en la cama, atendiendo a que Nate estuviese cómodo, a que la temperatura del café fuese la correcta y que la variedad de alimentos realmente contentara a su humano. —Gracias —susurró Nate un tanto sobrepasado. Marcel lo observó elevando apenitas su ceja, algo extrañado ante la repentina voz afectada de su compañero. —De verdad, muchas gracias —repitió Nate elevando sus ojos de aquella bandeja tan bien dispuesta hasta los de su lobo precioso—. Nadie, jamás se ha preocupado tanto por mí, nadie se mostró desinteresado, ajeno a mi dinero para solo concentrarse en mí —explicó como mal pudo. Marcel frunció el entrecejo y se sentó al lado de Nate. Ahora podía comprender algo, muy poco, de ese hombre que adoraba con el alma. —¿Te has sentido muy solo? —indagó el lobo con cariño, notando cómo los ojitos de Nate se llenaban de lágrimas mientras asentía apenitas con la cabeza—. Amor —susurró afectado y lo abrazó con ganas. —Nadie me mostró tanto amor desinteresado, nadie me quiso como lo haces tú —susurró a punto de llorar—. Lamento ser un asco para devolverte un poco, aunque sea un poco de todo lo que me das —dijo y se apretó un poco más contra Marcel liberando por fin esas lágrimas que lo asfixiaban por dentro. —Eres todo, absolutamente todo para mí. —Dios, Marcel, ¿qué voy a hacer contigo? —preguntó elevando su rostro congestionado y lo besó con calma. Bien, no lo podía poner en palabras, no aún, pero se lo demostraría lo mejor que pudiera. —---------- Nia miró a su derecha y pudo observar a su compañera increíblemente concentrada en la pantalla de la computadora. Bueno, sabían que sus roles no eran sencillos, conocían a detalle que les exigirían hacer cosas descabelladas, pero todo era por su manada, por cuidar a los suyos, por proteger a los más débiles y lograr un futuro un poquito más justo para las siguientes generaciones. Por eso mismo habían actuado a la perfección su rol de Alfas comprometidas con la causa, por eso habían recibido con bombos y platillos a aquel personaje insufrible de la Primera Guardia que solo llegó para escupirles una orden tras otra, hacerles preguntas que no deseaban responder y finalmente marcharse prometiendo una pronta visita en busca de respuestas precisas sobre lo que el Concejo deseaba. —¿Alguna novedad? —preguntó Nia logrando que la leona despegara sus cansados ojos de la pantalla. —Por ahora nada. Matt asegura que estamos limpias —dijo releyendo el mensaje que acababa de llegarle por parte de su ejecutor. —Bien, por lo menos podremos hablar tranquilas —respondió suspirando aliviada. Es que llevaban dos horas prácticamente en silencio mientras aguardaban el informe del león. —¿Qué les diremos, cariño? Si envían a uno de esos lobos estaremos bien jodidas —preguntó Mía poniéndose de pie solo para ir hasta la silla de su compañera y sentarse a horcajadas en su regazo. —No hay que mentir, solo evadir la verdad —aseguró apretando apenas sus dedos en la cintura de la felina. —Soy buena evadiendo —respondió orgullosa y besó apenitas los dulces labios de Nia. —Lo sé, por eso usaremos tus habilidades a nuestro favor. Luca dice que todo está controlado, por ahora, pero que deberemos alistar a nuestros ejecutores. Voy a dar la orden bajo la excusa de la extraña situación de Aly y su repentina necesidad de mantenerse oculta. —Recuerda que nadie tiene que sospechar, no sabemos quiénes son fieles. —La orden será dada como una más pero Gomez plantará la semilla de la duda, dirá algo sobre esa extraña marca que está apareciendo por la ciudad, esa que nadie sabe a ciencia cierta qué significa ni de dónde viene. También dejará en claro que supone que nosotras ya estamos sobre una pista certera y por eso los ponemos en movimiento. —Me gusta esa ejecutora —aseguró y sonrió amplio ante el bufido de su compañera—. No en ese sentido, aunque debes admitir que es demasiado linda. Digo —agregó rápido al saber que estaba jugando con fuego —que confío en ella. —Bien. Es importante confiar en quienes nos protegen —aseguró intentando empujar bien lejos los celos. —Cariño, debemos ir con cuidado, no podemos dejar que nadie piense que perdemos el control sobre lo que sucede en la manada. —Tranquila, tu plan es bueno, no vamos a fallar —afirmó con seguridad y la besó para transmitirle calma. Sí, ella también poseía los mismos miedos, pero su determinación le ganaba a todo, su confianza en las buenas estrategias de los leones le daban la tranquilidad requerida y, sobre todo, sus Betas incrustados en el corazón de todo aquel asunto le aseguraban que cada cosita se haría analizando hasta el menor detalle. Había demasiado en juego y nadie, absolutamente nadie, estaba dispuesto a fallar.
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