Capítulo 13

2024 Words
Era realmente tarde por la noche, pero no se podía ir, se lo había prometido, le había dicho que explicaría cada cosa y no hacerlo le resultaba un tanto cobarde. Suspirando un tanto nervioso, caminó directo hasta la habitación que le habían otorgado a Marcel y golpeó despacio. Aguardó unos dos minutos hasta que el lobo estuvo plantado delante de él, evidentemente adormecido, con el cabello revuelto y sin nada que cubriera su torso. —Perdón por la hora —susurró en cuanto recordó cómo se hablaba. —No hay problema. Pasa —dijo dándole espacio para que ingresara. Nate lo contempló un tanto confundido e ingresó a paso vacilante. Algo había cambiado en Marcel y no estaba demasiado seguro de qué. —Lamento venir tan tarde, pero el viaje tomó más tiempo del esperado —explicó notando cómo Marcel le señalaba una de las sillas para que tomara asiento. —Tranquilo, entiendo —respondió el lobo concentrado en servir algo de agua en un vaso que se encontraba sobre la pequeña mesita. —Marcel, ¿todo está bien? —preguntó y pudo sentir con claridad la ansiedad por la respuesta que fuese a darle aquel lobo hermoso. ¿Acaso podía volverse más bello solo con unos cuantos minutos a su favor, solo con el paso de las horas que estuvieron separados? Al parecer sí porque en ese momento se veía estúpidamente hermoso. —¿Desde cuándo sabes que Bruno está con vida? —indagó Marcel sin mirarlo, sin encontrar el valor para verlo de frente cuando fuera a responder aquella pregunta. —Marcel —susurró poniéndose de pie para acercarse al lobo y apenas apoyar su mano en el brazo desnudo de aquel hombre tan precioso. —Solo dime —pidió dolido aún sin mirarlo. —Desde siempre —afirmó quitando lentamente su mano. —Bien. Gracias por haberlo cuidado. —¿Puedo explicar? —pidió intentando que Marcel lo mirara aunque sea una vez. —Sí, por supuesto —respondió sentándose en una de las sillas, poniendo distancia entre él y aquel humano que olía a desesperación y tristeza. Nate, se acercó casi al borde del llanto, sintiéndose impotente por todo, por saber que su lobito hermoso estaba dolido con él, que el enojo de Marcel era calmado, distante, estúpidamente distante, y esa misma separación a él le rasgaba el alma, lo partía en dos, lo desmembraba por dentro. —Escucha —pidió poniéndose en cuclillas frente a él, intentando que de una buena vez lo mirara a los ojos, viera el dolor que lo atravesaba. —A ver, dime, cuéntame de una buena vez qué demonios sucede —ordenó Marcel con una determinación que a Nate le supo ajena a su lobo, con esa mirada encendida de enojo y aquella mandíbula apenas apretada. —Yo… Dios… —dijo revolviéndose con desesperación el cabello—. Yo soy parte del Consejo —confesó de golpe—, soy un m*****o del Consejo en realidad. Mi puesto es en representación de los humanos —escupió casi sin respirar, necesitando que ese muro helado que lo separaba de Marcel se derrumbara de una buena vez. —¿Consejo?¿Cuál Consejo? —indagó intentando procesar aquellas extrañas palabras. —El Supremo —respondió y le sonrió un tanto afectado. Marcel lo observó unos instantes que se le hicieron eterno y en el momento exacto que sus palabras impactaron, que se aclararon en la mente del lobo, Nate supo que ya había sido perdonado. ¡Y mierda que era estúpidamente feliz solo con eso! Podría aventarse hacia Marcel y besarlo por siempre solo por comprender, sin necesidad de nada más que unas cuantas miradas, lo que atravesaba por la mente de su lobito. —Mierda, Nate, ¡¿cómo que… Tú… Carajo, ¿seguro que puedo saber esto?—preguntó poniéndose de pie, revolviendo encantadoramente su cabello, retomando aquella personalidad que a Nate le resultó más conocida. —Tranquilo —respondió entre risitas mientras se acercaba a él—. Puedes saberlo pero es mejor que no le digas a nadie fuera de quienes están aquí —agregó continuando con la broma. —Nate, se-seguro esto no está bien, es-esto… Yo no debería… —Calma —pidió y lo tomó con suavidad de las manos, sintiendo algo de calma al poder sentir aquel tacto caliente sobre su piel, al poder contemplar aquellos ojos oscuros que siempre lo observaban con tanto amor. —Cariño, Dios —susurró angustiado Marcel y lo atrajo hasta su pecho, lo abrazó con fuerza solo para ganar algo de tiempo, para permitirse procesar tanta información —. Es más peligroso de lo que sospeché. —Es mi trabajo, estoy acostumbrado —afirmó por fin en calma al saberse en aquel lugar tan cómodo. —¿Pero qué es todo esto?¿Por qué mi hermano está con vida? —Ven —pidió odiando el tener que salir de allí solo para llevarlo hasta la silla que había ocupado antes—. Marcel, debes saber que hay todo un retorcido grupo de hijos de putas que es necesario frenar antes que logren sus objetivos —aseguró notando los ojitos del lobo mostrar aquella confusión inicial. Se tomó el tiempo necesario para explicar cada detalle, para indicarle a Marcel quién era cada persona involucrada y, a grandes rasgos, qué es lo que pensaban hacer para detenerlos. Se aseguró que su lobo no se perdiera en tan complicado relato y pudiera notar la importancia del por qué simular aquellas dos muertes. —Cariño, eso es terrible —aseguró el lobo sosteniéndole con suavidad la mano. Nate sonrió de lado y se puso de pie. Bueno, sí, definitivamente era peligroso pero había que hacerlo. —No te preocupes, somos buenos con este tipo de trabajo —aseguró con confianza. —Bien, confío en ello —respondió poniéndose de pie, observando con amor a ese humano que le revelaba todo ese mundo que él desconocía por completo. —Bueno —dijo Nate repentinamente nervioso por aquella mirada tan intensa—. Creo que es hora de dejarte descansar. —¿Te irás? —indagó confundido, frunciendo el entrecejo apenitas al no comprender tan estúpida idea. —Yo… Imagino que debo regresar a casa —respondió sin poder mirarlo. —No, lo lamento, pero no —aseguró Marcel y lo tomó con suavidad por la cadera para pegarlo a él, a su cuerpo, a su piel que reclamaba por el humano—. Si yo debo quedarme aquí, usted, señor del Consejo —dijo haciéndolo reír suavecito —debe quedarse conmigo. —¿No crees que tal vez tenga cosas que hacer en mi casa? —Sí —dijo y se agachó apenitas para poder alcanzar con sus labios aquel cuello que olía delicioso—, pero supongo que esas cosas pueden esperar una noche, ¿no? —Es posible —respondió y envolvió al lobo con sus brazos, apretándolo más contra él, necesitando sentirlo por completo—. Lamento mucho haberte ocultado la verdad —susurró igual de hundido en el cuello del lobo tanto como Marcel lo estaba en el suyo. —Deberás recompensarme por eso, así que tendrás que quedarte a dormir aquí. —No hay nada que pueda rebatir en esa lógica —respondió bien aferrado a su lobo. —Perfecto, porque luces muy cansado y ya es tarde —aseguró guiándolos hasta la cama. Nate se dejó llevar, se entregó a ese hombre tan bonito, tan tierno que ni siquiera le reclamó por toda la montaña de mentiras que lo rodeaban, todo aquello que le había ocultado desde siempre; mismo hombre que lo abrazaba tiernamente una vez que estuvieron acostados sobre el amplio colchón. —Me gusta que me digas cariño —susurró Nate antes de apretarse más contra el pecho del lobo y caer dormido casi al instante, porque sí, Marcel tenía razón, él estaba exhausto pero no quería dejar de decirle esa verdad a su lobito precioso. —------ Luego de la negativa de Marcel, decidieron que podían dirigirse al gimnasio y comenzar por lo básico. Calentaron un poco, solo lo justo para no lastimarse, y se pusieron a trabajar. Después de casi dos horas, Cló tenía una buena idea de qué cosas debían ser mejoradas, cuáles eran las fortalezas de su cuñada y, principalmente, lo imbécil que resultó ser su amigo. —Lo puedo golpear fuerte cuando lo vea —propuso sentándose al lado de Paulette, recibiendo la botella de agua que la loba le ofrecía. —No es necesario —respondió sonriente. Bueno, estaba enojada con su compañero, pero no por eso iba a aceptar que lo golpearan y, seguro, lastimaran. Ya vería cómo arreglarían sus asuntos, aunque algo sí tenía muy en claro la loba: Ian la consideraba una chiquilla caprichosa. —¿Así que Aly… Claro que Paulette esperaba que aquel tema saliera a la luz después de algún tiempo, pero sobre todo sabía que debía disculparse, que no debería haber hecho esa confesión con tan poco tacto. —Cló, linda, lamento haberlo dicho así —dijo sinceramente arrepentida. —Pero es verdad —aseguró apoyando su espalda en la pared, contemplando el techo altísimo. —A ver, no voy a mentirte, Aly está mal, pero no solo por tí, también le afectó eso del secuestro. Todavía no cuenta todo lo que vivió dentro de aquel lugar —explicó completamente consciente de que, tal vez, no fuese la mejor noticia del mundo, pero segura que Cló merecía saber la verdad, que ella no le ocultaría suponiendo la debilidad de su cuñada. No, ella le contaría todo y si Cló se derrumbaba le serviría de soporte. —Voy a asesinarlos a todos —afirmó con odio. —¿A quiénes? Porque a Lewis ya lo mataste —afirmó. —Paulette, hay algunas cosas que no sabes —respondió cambiando su mirada desde el techo hasta los ojitos de la loba—, Ian te las quería explicar, pero es claro que la charla no salió bien —dijo sonriendo un tanto afectada, no solo porque el dolor era más que evidente en los ojos de su cuñada, sino porque su amigo era un imbécil que debía ser mutilado lentamente. —Tú puedes contarme —propuso. —Creo que voy a dejar a mi amigo hacerlo. Dale una sola oportunidad —pidió rápidamente—. Entiendo tu enojo, lo comprendo por completo, pero debes saber que Ian peleó con todos aquí dentro, principalmente con Nate, pero nadie lo autorizó, hasta yo misma me opuse a que revelara que Bruno y yo estamos vivos. Con lo del ataque a Marcel al fin pudimos revelarles todo ya que, igual, iban a tener que venir aquí a encerrarse en este extraño lugar hasta que todo acabase, algo que no era completamente necesario hasta hace unos días atrás. Paulette, estaban siendo custodiados, hay gente que conoce cada pequeño detalle de tu rutina, y si notaban que repentinamente estabas más animada no dudaría en dañarte solo para obtener la información que podrías llegar a tener. —Cló, no soy idiota, entiendo eso, lo que me molesta es que piensen que soy una débil que depende de otros para defenderse. Entiendo que no seré tan fuerte como ustedes, pero si por lo menos aprendo lo básico para ganar tiempo, para hacer algo mientras llega la ayuda, no estaría tan indefensa como lo estoy ahora. Odio que Ian suponga que por no ser una ejecutora debo resignarme a ser la princesa a la espera de su caballero. —Entiendo —respondió y le sonrió bien amplio. Porque sí, porque entendía el punto de Paulette y debía aceptar que tenía razón, que era su derecho también saber, defenderse, luchar, y ellos solo se lo estaban arrebatando por menospreciarla. Bien, ya no haría aquello, le enseñaría lo mejor que pudiese, le mostraría cómo defenderse, dónde golpear, cuáles eran las señales de peligro. Le mostraría cómo valerse por sí misma y ser de ayuda en caso de que alguien necesitara ser defendido. Eso haría. Ah, y lo mismo golpearía a Ian por decirle caprichosa a su tierna cuñada.
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