Esos penetrantes ojos desbordaban una ira iracunda que perfectamente pudieron haber matado al ruso si fuesen armas de fuego. No estaba nada contenta con la acusación que se hacia en su contra sin pruebas, delante de ella había un hombre soltando un improperio de falsas acusaciones que la dejaban por el piso como si ella no fuese una dama hasta donde su profesión permitía que esa palabra llegara. Era una asesina, narcotraficante, una mujer con poca ética que mantenía en su bolsillo al gobierno a base de dinero lavado en un sin número de empresas privadas y gubernamentales. Sabia y reconocía que no era un ángel caído del cielo y que, de hecho, sus acciones la llevarían a sufrir cuando el Diablo la llamara la circulo del infierno en el cual tendría que pagar por sus pecados. Aceptaba en e