Prólogo
Miraba la escena más desgarradora que alguna vez pude presenciar. Que mis padres estuvieran discutiendo no era nuevo para mí, pero que esa discusión fuera a causa de mi custodia era diferente, mi mamá lloraba sin consuelo al enterarse que mi padre había ganado la demanda. No quería dejarla, ahora solo me tenía a mí, pero nada de eso le importó a Arturo, mi padre, y así fue como me llevó a vivir con él y con la que ahora fuera su esposa. La culpable de que ellos se hubiera divorciado. La casa que había comprado para ella era mucho más grande que la que ocupaba con mamá, apenas entre al lugar Reina me recibió con un abrazo alegre.
No podía decir lo mismo. Quería acabar rápido con esto y encerrarme en mi habitación, no tenía el ánimo de nada, pero para mi sorpresa detrás de ella se encontraba su hijo quien no conocía ni me interesaba conocer hasta que lo reconocí.
¡¿Eliot Donovan?!
¡Mierda!
Fue lo primero que pensé al verlo.
Él era amigo del idiota de mi ex, el cual había roto conmigo unos días después de que mis padres se divorciaran. ¿A caso el universo había conspirado en mi contra? Él levantó una ceja, curioso cuando me vio. Para ambos era una sorpresa vernos allí y más sabiendo que de hoy en adelante tendríamos que vivir en la misma casa.
—Hola Eva —Me saludó cortante.
Entorné los ojos sin que me vieran y al regresar la mirada le sonreí falsamente.
—¡Eliot, que sorpresa!
La verdad era que no lo soportaba.
—¿Se conocen? —Mi padre preguntó fascinado porque se fuera ahorrar las presentaciones y la verdad es que yo igual.
—Eva y yo vamos a la misma Universidad. —Eliot caminó hacia su madre rodeándome con la mirada.
Arturo se llevó la mano a la frente haciendo ademán de "Oh es verdad"
—¿Puedo ir a mi habitación? —pregunté impaciente.
No tenía ánimo de charlar con la nueva familia de mi padre y mucho menos entablar alguna relación con ellos.
—Te hemos preparado una cena de bienvenida. —Reina sonrió entusiasta.
Miré a mi padre de forma condescendiente, eso era mucho más de lo que era capaz de soportar y si seguía un minuto más enfrente de esa mujer, le diría todo lo que se merecía por haber hecho sufrir a mi madre.
Mi padre la miró y negó cabizbajo. Al menos el lo entendía.
—Por que no acompañas a Eva a su recámara, Eliot.
El creía que su nuevo hijo y yo al conocernos nos llevábamos bien, más lejos de la realidad no podía estar, no importaba, resistiría hasta cumplir los 18 y así lárgame de aquí. Caminé delante de él, podía sentir su mirada en mi espalda y lo más probablemente en mi trasero, todos los hombres eran así de hormonales y Eliot no se quedaba atrás. Cuando llegamos a la planta alta de la casa lo miré de reojo solo para confirmar lo que ya sabía.
—¡¿Qué miras, idiota?! —le reclamé con enfado.
Eliot soltó una risita y desvió la mirada con soberbia. Me paré frente a él y lo encaré sobre las escaleras, estaba un escalón arriba, eso me ayudó a quedar a su altura y mirarlo fijamente, él me miró arrogante mientras empujaba el interior de su mejilla con su lengua, no estaba de humor y la verdad era que yo tampoco, pero debía empezar por dejar las cosas bien claras.
—Mira niño de mami, no te agrado, no me agradas...
Se cruzó de brazos y alzó una ceja.
—Eso esta más que claro. —concordó.
—Que bueno que nos entendamos, así qué no me hables ni mucho menos me mires. ¿Entiendes?. —Lo señalé con el dedo—. Y ni creas que te trataré distinto en frente de mi padre.
Eliot rio y empezó a caminar pasándome de largo.
¡Era un idiota!
Me quedé indignada ahí hablando sola y corrí hasta él.
—¡Hey! Idiota no me dejes hablando sola...—le dije, pero apenas pronuncié otra palabra Eliot me tomó de la cara arrinconándome sobre una de las puertas en el pasillo.
—Mira primor, voy a dejar las cosas bien en claro. Yo también te detesto, pero a diferencia de ti no me importa que vivas aquí porque no me interesa, ni siquiera existes para mí.
Eliot me miró disfórico resoplando cada palabra sobre mi rostro, me quedé sin palabras con mi corazón a mil por hora por su sorpresiva reacción, su agarre no me lastimaba sin embargo el que estuviera demasiado cerca de mi era incómodo, me soltó bruscamente abriendo la puerta detrás de mí. Me quedé estática por la forma tan agresiva que me había tomado, era más la sorpresa que el temor lo que me puso en ese estado, pero antes de que pudiera irse volví a reclamarle.
—¿Soy tan inexistente para ti que jamás has podido quitarme los ojos de encima? —Alcé una ceja viéndolo de forma retadora.
No iba a permitir que me intimidara y sé que tenía razón cuando vi vergüenza en su rostro.
—¿Crees que nunca me daría cuenta?, eres tan obvio.
—¿Quién no te ve Eva? —Retomó su postura—. Eres alguien para pasar el rato, una buena follada y adiós, todo mundo sabe eso.
Abrí la boca ofendida y sin poder detenerme le di una bofetada. Los ojos de Eliot chispearon de rabia, se quedó estático donde estaba y apretó sus puños con fuerza.
—¿Jamás te preguntaste por qué después de que David te terminara todos sus amigos empezaron a pretenderte? —Se sobó la mejilla mientras seguía hablando incoherencias.
—David les dijo que eras tan fácil, que les apostaba a todos que un simple te quiero de cualquiera de nosotros, bastaría para que tú abrieras las piernas, y al verte en mi casa solo me pregunté si eso seria verdad.
Cerré mis puños como signó de frustración por no tener al idiota de David delante de mí y poder darle lo que se merecía. Los mejores y peores recuerdos los tenía junto al él. Tenía que admitir que yo era una persona demasiado promiscua antes de conocerlo y después de eso decidí cambiar, por él, porque en verdad lo quería.
Lo amaba.
—¡Tú y David se pueden ir a la mierda! —le grité cerrándole la puerta de la habitación en la cara. No quería saber nada de él o de su idiota amigo.
Me recosté sobre la cama y lloré hasta que ya no pude más y el sueño me venció.
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Al día siguiente no fue mucho mejor. Reina permanecía con el mismo entusiasmo de la noche anterior. Mi desplante no la había hecho ceder conmigo y para mi mala suerte mi padre no estaba, para salvarme de la odiosa sonrisa de su mujer. La verdad era que siendo tan considerada, haciéndome el desayuno y tratándome con amabilidad solo me hacía más difícil odiarla. ¿Por qué no podía ser una madrastra horrenda como cualquiera?
Talvez estaba actuando condescendiente, pero cuando me sirvió un omelette de tomates con espinacas tiré el escudo frente a ella.
No podía creer que me estuviera ganando con comida y la verdad era que cocinaba bien, así que comí sin objetar. Estaba a punto de tomar mis cosas y salir rumbo a la Universidad después de terminar con mi desayuno, cuando Reina saludo a su hijo quien bajaba las escaleras. Al parecer Eliot no desayunaba, pero poco me importaba si se moría por inanición. Desvié la mirada apenas nuestros ojos se encontraron, después de lo de anoche lo odiaba mucho más.
—Eliot, porque no llevas a Eva a la Universidad. —Casi me atragantó con mi jugo al querer negar—. Es una suerte que vayan a la misma escuela.
Reina sonrió con entusiasmo.
—Eva puede caminar ¿no es así?- Contestó Enseguida.
No me importaba que no quisiera llevarme, yo no quería que él me llevara.
—Idiota. —resoplé con voz baja—. Tiene razón puedo caminar —dije sonriéndole con desprecio.
Sin esperar respuesta tomé mis cosas y salí. No me importaba caminar, aun que ahora viviera mucho más lejos. Caminé rápidamente mientras escuchaba música por mis audífonos cuando noté como un auto se estacionaba a mi lado. Entorné los ojos al ver de quien se trataba. Eliot me miró divertido desde el interior de su auto y eso solo avivó mi desprecio hacia el.
—¡Sube! —ordenó.
Y yo lo ignoré.
—Llegarás tarde a clases y luego Arturo preguntará por qué lo hiciste y en esa discusión saldré a relucir yo, ya que soy el único que tiene carro de los dos.
Seguí ignorándolo.
—¡Con una mierda que subas!
Me quité un auricular y lo miré de forma recelosa.
—¡Que te jodan Donovan! —le grité—. Déjame en paz por una puta vez ¡¿QUIERES?!
No dijo nada solo arrancó su auto y se fue. Miré con pena como se alejaba mi trasporte desviando la vista hasta mi reloj, era tardísimo, pero mi orgullo era mucho más fuerte que mi necesidad de llegar a clases. Caminé otras cuadras cuando oí el claxon de un auto junto a mí.
Sonreí al ver a Tayler.
Sí que estaba de suerte. Me monté en su auto después de que me hubiera ofrecido llevarme, era un gran amigo. En poco tiempo llegamos a la Universidad, aparcó en el estacionamiento y para mi mala suerte me volví a encontrar con Eliot cuando también bajaba de su auto. Apenas me miró sus ojos se entornaron observando a mi acompañante. Era mejor ignorarlo. Me despedí de Tayler con un beso en la mejilla y le agradecí por el viaje.
—Cuando quieras Eva. —Me sonrió antes de alejarse.
Tomé mis cosas y caminé rumbo a la entrada donde Eliot estaba parado, solo iba a pasarlo de largo y actuar como siempre lo habíamos hecho, pero al parecer él aún no se cansaba de este absurdo juego.
—Parece que David tenía razón, solo basta que te hablen bonito para que tú caigas.
Paré en seco.
¿Estaba hablando de mí? Claro que lo hacía ya que éramos los únicos en todo el estacionamiento. Apenas llevábamos un día en la misma casa y ya me estaba hartando, no sabía como iba a acabar esto, pero no iba a permitir que su actitud de mierda me afectara.
—¿Cuál es tu maldito problema? —le reclamé acercándome a él—. Que te importa a quien le doy o no mi culo ¿ah?.
Subí mi tono de voz, nadie me escucharía cuando todos estaban rumbo a sus clases. Lo miré de frente mientras él lo hacía con desgano. Se acercó a mí y se inclinó retante. Me quedé petrificada cuando se aproximó peligrosamente a mi rostro.
—¿Por qué solo te fijas en idiotas que no te valoran? —susurró tajante sobre mi cara.
Me quedé anonadada por un instante, Eliot aprovechó mi trance para dejarme ahí sumamente confundida por sus palabras.