Derek seleccionaba con cariño el armamento que utilizaría aquel día. Tenía un enorme arsenal en la mansión que para él eran sus joyas de la corona y le aliviaba saber que estarían a buen recaudo dentro de un cuarto hecho entero de hormigón, sus bebés estarían a salvo y algo más, el libro de rituales del Klan que también había decidido guardar junto con sus armas. A muchos les pesaría la conciencia tomar una decisión tan radical, pero lo cierto es que a Derek no le importaba lo que estaba a punto de provocar. Le destrozaba el alma fallar a la promesa que le había hecho a sus padres y el futuro del lugar que había sido su hogar, donde había sido feliz en su niñez. Pero por otro lado él sentía la erección pulsando dentro de su pantalón y el escozor en sus manos que deseaban arrebatar una v