Julieta. — ¿Estás muerta? - su piquete volvió — Sí - gruñí mientras me escondía debajo de la manta. — Los muertos no hablan - levante la almohada y abrí un ojo. — Soy un zombi. Una pequeña rubia de ojos extremadamente celestes y cuerpo delgado apareció frente a mí, su piel blanca brillaba con la luz que se colaba por la ventana, tenía el cabello suelto y muy lacio. — ¿Por eso el olor? - arruga la nariz y me siento. - Papá dice que los zombis no existen - pasó las manos por mi rostro. — ¿Por qué sigues aquí? - la miró - Estaba durmiendo, no es tu pieza y no te conozco - me mira. — Soy Denisse - estiró la mano. — Julieta - se la di con desconfianza. — ¿Alguna vez te bañas? - rodé los ojos. — Largo - señale la puerta. — Es una pregunta simple - suspire. —