Capítulo 4

1299 Words
Aquel día, Klaus y familia volvían a Grecia, Luis los llevó al aeropuerto, tanto para despedirse de Geo como para asegurarse de que subieran al avión. ―¿Me hablarás de vez en cuando? ―le preguntó Geo a Luis con aire inocente. ―Claro que sí, estaremos en contacto. ―Muchas gracias, tu país es muy lindo, espero volver algún día. ―Ojalá sea pronto, hay muchas cosas que aún no has visto. Por el altoparlante anunciaron el vuelo de los griegos. Por ser vip no debían hacer filas, no era preciso apurarse. Klaus llevó aparte a Luis. ―Bueno, muchacho, agradecido me voy de ti y de tu disposición para acompañarnos por tu hermoso país y por cuidar de mi hermana y de Geo mientras nosotros no estábamos. Espero volver a encontrarte y ten presentes mis palabras, Georgette es muy importante para mí y no permitiré que la lastimes. ―Jamás ha sido esa mi intención, Klaus, mucho menos ahora que la conozco mejor. Ella es muy superior a mí en todo sentido y yo soy tan poca cosa, no la... ―Detén tus palabras allí, muchacho, ya te he manifestado que el dinero o la posición social no es lo importante, lo que realmente pesa en la vida son los sentimientos y, por supuesto, el deseo de surgir, de no quedarte estancado. ―En eso estoy, no quiero ser un don nadie, por lo que voy a estudiar para ser digno de estar con Geo. Klaus sonrió. ―Si precisas de mi ayuda en cualquier ámbito, no dudes en contactarme, tienes mi número telefónico y mi correo electrónico, por lo que ante cualquier contratiempo no dudes en comunicarte conmigo. ―Muchas gracias, Klaus ―respondió algo incómodo. ―Recuerda que los problemas que yo pueda tener con Cristóbal no te involucran a ti, yo sé que tú trabajas para él y no me importa, mis problemas con él son personales, solo entre él y yo, ni siquiera involucran a la familia ―aseguró con convicción. El joven solo asintió con la cabeza. ―Hasta luego, Luis, espero poder verte pronto. ―Hasta luego y gracias. ―Nada que agradecer. El hombre le estrechó la mano y se retiró hacia la salida del café vip en el que se encontraban. Mónica se acercó a despedirse. ―Cuídate, Mónica, la señora Nicole me dijo que le avisaras si necesitas algo o si tu esposo se porta mal. ―Gracias, pero dile que se quede tranquila, él es todo un caballero y me trata muy bien. ―Sí, se nota que te quiere mucho. ―Él es bueno cuando quiere. ―Cuando quiere ―replicó él con un tono burlón. ―Y con los que quiere. Y estoy segura de que a mí me quiere y mucho. También a ti te quiere mucho. Mónica le dio un beso en la mejilla. Diego y Raissa se acercaron a despedirse también. ―Muchas gracias, Luis, fuiste un muy buen anfitrión y guía turístico ―lo halagó Raissa. ―Fue un placer viajar con ustedes, cuídese su embarazo y espero que salga todo bien. ―Cuidate, espero que nos veamos pronto, si vas a Grecia, nos tocará a nosotros atenderte tan bien como lo hiciste tú. ―Muchas gracias, señora Raissa. Diego le extendió la mano a Luis. ―Gracias, supongo que te volveré a ver muy pronto, dudo que Geo me deje tranquilo, querrá verte pronto y con Klaus que le concede todos sus caprichos, creo que muy pronto te veremos por allá. ―Puede ser. ―Nos vemos. Cuídate. Se dieron un afectuoso abrazo. Geo se volvió a acercar. ―Por favor, hazme saber que llegaron bien ―le pidió Luis. ―Claro, te escribo en cuanto lleguemos a Grecia. O si hacemos alguna escala, te aviso igual. ―Sí, por favor. ―Espero que nos veamos pronto. ―Sí, yo también. ―Ya te extraño ―le confesó ella. ―Yo no quisiera que te fueras. Geo se puso en punta de pies y le dio un beso corto en los labios, un topón casi rudo. Él sonrió por su inocencia. ―Me gustas mucho, Geo, ojalá el destino nos vuelva a reunir. ―Yo también lo espero. Diego llamó a su hermana para apurarla. Luis le dio un corto beso, más suave y tierno que el que ella le había dado. ―Chao, hermosa, cuídate. Nos hablamos. ―Chao. Geo se apresuró a seguir a su familia y, antes de entrar a la manga, se volteó y se despidió con una seña de Luis, gesto que él contestó de igual forma. Luis se quedó un rato más en el café de espera, quería ver despegar el avión con los visitantes arriba. Quitaron la manga y el avión comenzó con su lento andar para posicionarse en el lugar de despegue. Cuando inició su vuelo y pasó por fuera de donde Luis se encontraba, una solitaria lágrima bajó por su mejilla. ¿Quién lo diría? Veintiséis años esperando a que llegara el amor de sus sueños y cuando apareció... Vivía al otro lado del mundo. ―Adiós, Geo, por más que quiera estar contigo y por más que haga esfuerzos por crecer y superarme, no creo que llegue a ser digno de ti y mucho menos creo que llegue a tener el dinero para irme contigo y empezar una nueva vida o traerte aquí y darte lo que mereces. Apuró el último sorbo de su café que le supo amargo por lo frío que estaba, se levantó y salió a pasos agigantados del aeropuerto. Se abrió paso por entre la gente que esperaba a sus familiares o amigos y caminó hasta el estacionamiento. ―¿Se fueron? ―consultó Tomás. ―Sí, abordaron el avión, los vi y no se devolvieron, a no ser que hubiesen encontrado otra salida. Yo me quedé en el café frente a la puerta de embarque y no me moví de allí hasta ver el avión en el aire. ―Perfecto. Un problema menos. ―Sí, solo que me queda una duda. Cuando Klaus llegó había tres guardaespaldas con él, ahora que se fue, había un cuarto hombre con ellos. ―¿Habrá enviado a alguien antes para analizar el terreno? ―Puede ser, aunque si fue un viaje espontáneo... ¿Cuándo y cómo envió al hombre? ―Tienes razón. ¿Qué piensas? ―Le saqué una foto para ver si lo conocías. Luis le enseñó la imagen en su teléfono móvil. ―A ese tipo lo conozco. Estuvo rondando a Nicole cuando regresaron de Grecia. Por supuesto, nunca pudo acercarse y cuando lo quise interrogar, se escapó, no pude saber lo que quería. ―A lo mejor Klaus lo envió para investigar a Nicole, para saber si seguía con Diego o no. ―Nicole nunca estuvo con Diego. ―Eso lo sabemos, pero Klaus no estaba seguro, si Esteban tenía tantos celos del doctor, bien pudieron estar juntos. ―Sí, puede ser. Y si es así, por eso se fue, ya no tiene que vigilar nada, sabe que Nicole y Diego no están juntos. ―Eso está más que demostrado. Tomás echó a andar el vehículo y Luis echó hacia atrás el asiento. ―Al menos ahora ya no tengo que manejar, por favor, ándate despacio para disfrutar del viaje. Tomás sonrió y salió del estacionamiento al máximo de la velocidad permitida, treinta kilómetros por hora, aun cuando los que estaban detrás hacían sonar sus bocinas para apurarlos; solo cuando se encontraron con los policías de tránsito que vigilaban la velocidad de los conductores, se lo agradecieron. Al tomar la autopista, Tomás siguió conduciendo a baja velocidad, su amigo se había dormido y, como le había pedido, le dejaría disfrutar del retorno a casa.  
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