Capítulo 5

4556 Words
➤CATRIEL —Mamá no ha dormido nada, así que toca preparar la comida —Catriel miró a su hermano mayor de reojo, Derenik se encontraba acostado en el sofá mirando la TV, por otra parte, Ayase se había ido tras recibir una llamada de su madre sobre una comida con un socio y un viaje de negocios—, ¿Derenik? —¿Te encuentras bien? —preguntó de pronto. —Claro, ¿pasa algo? —¡De todo! Prácticamente nadie debía saber de ti y ahora el peor de los escenarios ha ocurrido. Un Gamma sabe de ti y, oh, Dios, ¿y si vuelve? ¿Y si le dice a los demás que existes? ¿Qué vamos a hacer mamá y yo? —Voy a huir lejos —Catriel sonrió, Derenik le miró mal y él se encogió de hombros, lanzando un gran suspiro y fue hacia la cocina seguido de su hermano mayor—, escucha, tarde o temprano iba a pasar, ¿lo sabías, no? Y si no iba a ser Ayase, ya iba a ser alguien más, como el electricista que vino hace unos años cuando tronó el transformador, él también me vio sin querer y como era un Beta por eso no pasó nada pero... ¿y si hubiera sido Alfa? —Se habría dado cuenta de ti... —Exacto, o la vez en la que uno de tus amigos se coló a casa porque era tu cumpleaños, él me vio pero se tragó el cuento de ser un hermano pequeño con una grave enfermedad, algunos saben que tienes un hermano pero nadie nunca me ha visto. —Sí, pero... —Ayase lo dijo, sólo sentía curiosidad, a decir verdad, yo también la sentí cuando estuvo aquí la primera vez y... no le culpo. —¿Querías verlo? —No sé por qué, pero su presencia es tan fuerte que me hace desear estar cerca de él... y su aroma es muy —llevó su mano a su boca y desvió la mirada—, muy atractivo. —¿Te atrajo Ayase? —Es muy pronto para decir eso —Catriel hizo una mueca, y Derenik se le puso a un lado, comenzó a cortar las verduras que pondrían en el estofado y le miró curioso. —Pero, ¿te gusta, no? —¿Gustarme...? —Antes, cuando esas personas te vieron, te asustaste mucho, recuerdo que estabas aterrado y ahora, a pesar de ser un Gamma... te has interesado por él y hasta te dejaste tocar y... no lo sé, algo me dice que te gusta. —Define gustar, Ren, ya no soy un niño, bueno... quizá no soy como los demás pero, entiendo gran parte de todo. —¿Cómo qué? —Como el hecho de que si alguien llegara a saber de mí y me reportara; ustedes irían a prisión y a mí me convertirían en una máquina para tener bebés, no tendría descanso. Cualquier persona que pague por mí, podría abusarme y dejarme embarazado con la esperanza de darle un hijo Omega —se encogió de hombros—, no entendía por qué no me dejaban salir, ni por qué no podía hacer las cosas que tú haces... no entendía por qué tienes que pasar mi celo conmigo, pero, tras leer todo eso me puse a llorar horrorizado de tan sólo pensar que podría llegar a pasarme eso —tomó las manos de su hermano y él se sorprendió de sentirle temblar, su voz se quebró y se atrevió a verle a los ojos—, estoy aterrado, Ren. Aterrado de que en algún momento lleguen militares y los hombres de blanco... —Eso no va a pasar —Derenik lo abrazó y Catriel siguió temblando entre sus brazos, se sentía protegido y a su vez tan desesperado por desaparecer—, Catriel...- —No quiero que me lleven y me hagan todas esas cosas, no quiero... Ren, sé que es egoísta y no es sano estar así pero... ¿qué puedo hacer? Soy un Omega que no debería existir en primer lugar. —Mi niño —su madre apareció en la cocina y los abrazó enseguida, ambos se refugiaron en sus brazos y sintieron ese característico abrazo con amor de mamá. Se sentían relajados, protegidos y muy adormecidos, como si tener a mamá fuera el mejor escudo repelente de monstruos y pesadillas, como si ella fuera una gran muralla que impedía a lo malo pasar y parte fundamental de su armadura para poder seguir día con día en este jodido mundo. —Ayase dijo que no diría nada —Derenik susurró—, confiemos en él. —Nada nos asegura que va a cambiar de opinión —su madre susurró—, pero, tranquilos, mis niños, no dejaré que nada les pase. Asintieron, su madre se quedó sentada en la mesa mirándoles cocinar, ambos seguían tensos pero no decían nada, Catriel en especial sentía que si hablaba su voz se iba a quebrar y rompería en llanto, así que optó por guardar silencio durante toda la comida y escuchar a su madre y hermano hablar como era costumbre. —Hubo algo que mencionó ese niño —su madre alzó la mirada y les retó, ambos se encogieron de hombros—, ¿han estado teniendo intimidad sin estar en periodo de celo? Guardaron silencio, Derenik acabó atragantándose con una zanahoria y Catriel le dio un gran trago a su vaso con agua de naranja, se atrevió a mirar a su madre, no parecía molesta pero tampoco contenta. —So-solo ha sido una vez... —susurró Catriel, Derenik asintió como robot. —Anoche —concluyó. —¿Y antes de eso? —su madre seguía sin dejar de tener esa expresión tan serena, le daba miedo. —Durante mi celo, anoche... fue la primera vez que lo hicimos conscientes de todo. —Y... ¿ustedes creen que eso está bien? Derenik guardó silencio, por su parte, Catriel se sentía responsable de responder, en primer lugar, ambos hubieran crecido en un ambiente familiar y sano de no ser por su condición, habrían sido hermanos comunes y corrientes que se preocuparían por ser apuestos y romper corazones, pero todo había empezado a verse distorsionado con la llegada de su celo y Catriel estaba consciente de ser la principal causa de que algunas veces Derenik se sintiera mal, o no pensara ni actuara como un chico de su edad, por eso sentía que debía tomar toda la responsabilidad y no huir de ella. —Está bien, porque nosotros lo vemos bien —Catriel respondió, Derenik le miró de reojo y le tomó la mano por debajo de la mesa—, mamá... no podemos evitar sentir algo más después de todo lo que hemos pasado. —No es un simple celo —Derenik susurró—, tampoco es sexo, al inicio quizá me asusté y me incomodaba, pero después... comencé a entender todo esto y simplemente pasó. —¿Y qué fue lo que pasó? —no hacía falta mencionar que su madre seguía igual de tranquila y eso seguía llenándoles de pavor. —Hay sentimientos de por medio —Catriel dijo, bajito—, somos hermanos pero... nos queremos, en ambos sentidos. Romántico y fraternal, por eso... perdón si te molesta o te repugna... —No existe una ley que te impida estar con alguien de tu misma familia, principalmente porque las Grandes Familias tienden a enlazarse entre sí para preservar su r**a y Linaje —su madre sonrió de medio lado—. No es repugnante, amores, sólo estoy preocupada de cómo esto pueda afectarles a futuro, tampoco debo estar enojada cuando en primer lugar, fui yo la que les puso en esa situación tan complicada, solo tengan cuidado, ¿sí? —¿Cuidado...? —No es tiempo de definirte como Alfa, Derenik, no teniendo a ese Gamma cerca y tú, Catriel, recuerda que eres Omega y puedes tener hijos. No adelanten las tragedias y dejen que éstas lleguen a su tiempo. —¿Habrá tragedias...? —preguntaron. —En esta vida, siempre hay tragedias, mis niños, y cuando ella ve que dos criaturas se aman, hace hasta lo imposible por separarles. Asintieron, su madre regresó a dormir y se quedaron recogiendo la mesa y lavando los platos. Derenik estaba a su lado mirándole y Catriel se sentía sumamente incómodo. —¿Qué? —¿Por qué te viste sumamente genial con mamá? Se supone que eres el menor, deberías quedarte detrás de mí y verme ser genial. —¿Qué querías que hiciera si te congelaste? —comenzó a reírse y salieron afuera cuando terminaron de limpiar, Nina llegó corriendo a pedir mimos y se quedaron allí, mirando el pequeño bosque que tenían frente a ellos, sabían que su madre había comprado todo el terreno y todo estaba cercado, y cuando le habían preguntado por qué no talaba todos esos árboles, ella les había dicho que la naturaleza les proveía fortaleza y seguridad. Ahora que estaban grandes podían ver que su casa estaba al centro de esos grandes árboles y sólo podías llegar a ella por el frente, a menos que... Fueras un Leopardo de las nieves y te las arreglaras para llegar por atrás. —¡Ayase! —Catriel gritó cuando el felino se le lanzó encima y lo tiró al piso, Derenik le intentó poner de pie pero era imposible, el maldito gato sarnoso estaba encima de él. —Dame mimos —rugió demandante. —¡Largo! —Derenik logró quitarlo de Catriel y el felino le miró aborrecido—, ¿por qué eres un gato? —Leopardo. —Gatito —dijo Catriel y Ayase suspiró. —Es para ver si me domestican y me quedo así por siempre —el felino se rió. —¿Ah? —Los Leopardos de las Nieves hasta hoy siguen siendo un animal extremadamente raro —Catriel dijo, Ayase asintió estando de acuerdo, parecía sentirse orgulloso. —Cuando un Gamma pasa mucho tiempo en su forma animal termina adoptando el comportamiento instintivo como su fuente —Ayase bostezó. —¿Qué quiere decir eso? —preguntó Derenik y se sentó en la mesa de patio donde Ayase se había subido y echado. —Que poco a poco su instinto animal se apodera de su mente. Comienza a ser un animal y deja de pensar como humano, también existe una enfermedad, con ella pasa lo mismo. —¿Te refieres al Origo? —Catriel preguntó, había comenzado a acariciar ya a Ayase y se reía al verle disfrutarlo. —Sip, esa misma. —Pensé que era un rumor —Derenik se acostó en la banca y miró el cielo nublado, había comenzado a jugar con la cola de Ayase. —En parte lo es, realmente es rara y afecta a pocos Gamma, por eso se logra mantener oculta y en control. —¿Y cómo es esa enfermedad? —Te hace perder la razón, olvidas cómo es comportarse como humano y como dije, tu origen animal te impide regresar al humano, por lo que terminas siendo una criatura irracional y llena de ira, que sólo piensa en destripar todo lo que tenga frente. Cuando un Gamma pasa mucho tiempo en su forma animal tiende a tener esos mismos efectos pero a menor escala —Ayase guardó silencio—, digamos queeeeeee, un Gamma sano que hace eso tarda alrededor de cinco u ocho meses en regresar a su Origen, mientras que alguien infectado no pasa ni la semana. —¿Tan fuerte es? —preguntó Catriel. —Te atrofia el cerebro y la razón —Ayase susurró—, dicen que es hereditaria, aunque en nuestra familia hasta ahora no hay ningún caso registrado. —Entonces tú siempre serás un bonito gatito —Derenik se rió—, ¿ya te vacunaron contra la rabia? —Cállate idiota —Ayase se rió—, al parecer va a llover, ¿no tienen frío? —Nop —respondieron. —Ya sé, me enteré que el pastel que venden en la cafetería es rico, ¿por qué no vamos? —Yo no puedo —Catriel susurró. —Querido, tú me tienes a mí. Pide, y yo te doy hasta la luna y estrellas. —¿De qué hablas, loco? —Derenik preguntó confundido. —Sólo debes acostumbrarte a mis Feromonas y cuando alce mi autoridad nadie lo va a notar porque mi presencia va a opacar la tuya, pueden preguntarle a mi suegra si quieren, verán que no les miento. —¿Qué...? —Los únicos que podrían darse cuenta de Catriel son mis padres pero están en un viaje de negocios y no vuelven haya la semana que viene, y como soy el más fuerte de aquí —sonrió malicioso—. Nadie lo notará. —Ya veo, así que por eso estás aquí de vago molestándonos. —En efecto, y ¿bien? ¿Quieren intentarlo? —Salir así de pronto... no sé si sea bueno para Catriel —susurró Derenik y cuando miró a su hermano menor se ahogó su reproche—, si algo sale mal... jura que lo vas a proteger con tu vida. Ayase le miró serio, pero no parecía temer, a decir verdad, se veía bastante seguro de sí mismo, más que otros días. —Claro, juro con mi vida, que los voy a proteger hasta el último segundo. —Le diremos a mamá, para que esté consciente de todo. —Sólo quiero que tengan una cosa en claro; como les dije desde el inicio. —¿Cuál? —Catriel se adelantó y miraron a Ayase quien dejó de ser un leopardo y tomó sus rostros, se le veía emocionado. —Hago esto porque me interesan, los dos, no porque soy benevolente, ¿entendido? —¿Y no tenemos de otra más que aceptarlo? —preguntó Derenik. —Cuanto más rápido lo acepten, mejor para mí. Odio las mentiras, así que prefiero dejar todo claro desde ahora, ¿alguna objeción? —Yo... quiero a Derenik —susurró Catriel, Ayase le miró. —Ya somos dos —sonrió. —Y yo quiero a Catriel —Derenik dijo, ésta vez, Ayase se rió. —Qué curioso, yo también. Suspiraron, de momento era mejor seguir las demandas del Gamma y no hacerle enojar, Ayase volvió a ser un Leopardo y Derenik comprendió tarde que era su forma de acercarse a Catriel sin que éste se pusiera tenso y nervioso, al inicio había pensado que era porque le gustaba, pero no era así. Ayase se había dado cuenta del nerviosismo de Catriel y por eso había buscado una forma de acercarse sin parecer peligroso. ¿Qué tan inteligente era ese sinvergüenza? —¡Catriel! —su madre apareció por la puerta con una toalla entre sus manos y la alzó—, ¡es hora de tu chequeo médico! —¿Chequeo? —Ayase preguntó curioso. —Siempre me los hace para asegurarse de que mi cuerpo esté bien —Catriel se puso de pie—, regreso luego. Asintieron. Catriel entró a la casa tan pronto y su madre se lo ordenó, estas eran una de las pocas acciones que su madre no toleraba no hacer en su debido tiempo y se sentó en la silla que ella tenía —¿Cómo te sientes? ¿Has notado algún cambio? —Me siento bien y el único cambio que he sentido es cuando estoy con Derenik —se sonrojó, su madre le miró curiosa. —¿Estar con él cuando te encuentras en celo? —Mamá... en mí crece un deseo inexplicable que me hace anhelar sentirme completo —susurró, apenado—, eso sólo lo puede llenar Ren y me hace sentir feliz, como si alcanzara la máxima felicidad, también noté que mis Feromonas ya no se esparcen por todas partes, ahora sólo se concentran en él. —¿Eso le afecta en algún modo? —Sí, lo hacen volverse loco, es como si se olvidara de todo y solo pensara en complacerme —se encogió de hombros. —No tengo ni la menor idea —su madre se dejó caer derrotada—, nunca había tratado a un Omega, pero... supongo que no es malo. —Yo... siento que elegí a Derenik en algún sentido, pero no sé en cuál. —Ya veo, el corazón no se equivoca —ella le sonrió. Era muy joven, la edad de una Delta podía encapsularse dependiendo del Poder Mágico que había en ellas, en el caso de su madre, jamás la había visto intentar parecer más joven, al contrario, hoy comenzaba a notar esas pequeñas canas que cubrían todo su cabello y las patitas de gallo que se le formaban al sonreír, se dejó pesar, medir y estudiar como era costumbre y cuando acabaron, se sentó frente a ella y la miró. —¿Pasa algo? —su madre acunó su rostro. —¿Estás asustada? —Estoy aterrada, mi vida, pero... ese niño no es malo. —¿Por qué lo dices? —Puedo sentir su alma, y ésta es muy pura, no es de extrañar que los Gamma crezcan en un entorno distorsionado, donde nadie les explica nada y de pronto los lanzan al mundo exterior. Muchos sólo conocen la soledad, oscuridad y dolor —ella lo miró y se abrazó a sí misma—. Son malvados, porque así los crían desde el inicio pero ese niño... por alguna razón no posee en él esa maldad, al contrario, hay un fuerte dolor que lo atormenta, y su corazón está fragmentado en muchas emociones negativas. —¿Cómo cuáles...? —Melancolía —susurró—, quizá, se le metió a la cabeza hacer que ustedes estén con él porque envidia sin ser consciente ese fuerte lazo que los une. —Él ya lo dijo, nos quiere a ambos. —¿Y tú crees que eso es posible? —¿Estar con dos personas a la vez? —Me refiero, a amar a dos personas a la vez: amarlo a él y amar a quien ya amas, ¿crees que podrás soportarlo? —No lo sé, pero, sé que si Derenik lo acepta, entonces yo también —se encogió de hombros. —¿Así que te vas a resignar por tu hermano? —Mamá... ¿a dónde quieres llegar? —Respóndeme, ¿todo va a depender de Derenik y vas a ignorar tus sentimientos? —Yo... —¿Piensas que podrás ver como la persona que amas se entrega a alguien más? ¿Podrás aguantarlo? —No lo sé, yo... —El corazón es egoísta, cariño, cuando se aferra a alguien no lo suelta y por eso termina destrozado. No dejes que tu corazón se aferre a aquello que crees amar, porque te vas a romper en mil y un pedazos. Asintió, Catriel alzó la mirada y luego tragó saliva. —Y si... ¿en vez de amar a Derenik, amara a Ayase? —¿Uh...? —Si Ayase fuese la persona que amara, ¿mi corazón no se destrozaría? —¿Tú crees que haciendo eso vas a salir ileso? —Quizá... no me rompa en mil y un pedazos —la miró—, acabaré roto, pero no en pedazos... Su madre lo abrazó, se quedaron un rato así y Catriel quiso inmortalizar esta sensación de protección. —Son muy pequeños para pensar en todas estas cosas, mejor sigue creciendo como un niño inocente —su madre se rió—, para que pueda darte muchos dulces y arrullarte por las noches. —Mami, Ayase dijo algo loco hoy pero dijimos que te preguntaríamos. —¿Ahora qué dijo ese gato? —Que si me acostumbro a sus Feromonas podría salir al pueblo, le dijimos que... es algo loco pero asegura que nadie se dará cuenta. —Bueno, es cierto ya que seguimos la ley del más fuerte. Pero también las Feromonas de un Gamma son muy fuertes y sobre todo: atractivas para la mayoría de las Castas que pueden sentirlas... no sé cómo reacciones tú —le miró un tanto preocupada—, quizá experimentes una clase de trance y deseo por ir hacia él, leí una vez que a ustedes los volvían locos sexualmente. —Pero no estoy en celo... —Hay muchas cosas que los libros no dicen, puedes encontrar quizá en los de psicología —ella se llevó una mano a su barbilla y pensó—, como sea, cariño. Tú sabes cuáles son los riesgos de salir, también, ten presente que si Ayase no es lo suficientemente fuerte como dice, cualquier Alfa podría detectar tu presencia y aroma si se acerca un poco a ti. —Dijo que los únicos que pueden hacerlo son sus padres pero no están. —No me agrada mucho que quiera llevarte al mundo exterior, de hecho, me asusta la mera idea y mi cabeza grita que me niegue pero, depende de ti —le sonrió—, tienes una oportunidad de conocer aunque sea, tantito de ese mundo que se te ha negado. —¿Segura? Pensé que... bueno, te ibas a negar. —Si te digo que no, te vas a enojar y querrás hacerlo para llevarme la contraria —ella lo miró mal y Catriel se encogió de hombros—, no estoy de acuerdo y me asusta, pero si confías en él, sólo déjame estar allí cuando salgas. —De acuerdo. —Me voy al trabajo, dile a tu hermano que no se quede tan tarde jugando y no se metan noche, dicen que va a cambiar el clima. —Sí, que te vaya bien ma. Sonrió y le depositó un beso en su mejilla, Catriel salió casi corriendo y se quedó quieto cuando sus ojos vieron algo que no le agradó del todo. Derenik estaba sentado en las piernas de Ayase, mientras se besaban y parecían disfrutarlo demasiado, su corazón se hizo pequeño y sentía sus ojos arder. Podía ver cómo Derenik cada vez más se acercaba al Gamma, y se le hizo agua la boca cuando olió algo, eso era... un aroma muy agradable, helado, gélido, sus sentidos se cristalizaron y se aferró a la puerta, quería seguir mirando. Ayase paseó sus manos por el cuello de Derenik y lo atrajo más a él, con su mano libre, acariciaba su pierna y la subía cada vez más, haciendo que Derenik se estremeciera y se alejara un poco, lo podía ver jadear, podía ver esos ojos deseosos y placenteros por ese pequeño y ardiente beso, el Gamma comenzó a reír y se le hizo agua la boca cuando vio que Derenik volvía a besarlo, demandante. Lo quería. Su cuerpo hormigueba ante ése aroma tan gélido, su sangre se congeló cuando esa sensación helada comenzó a subir por sus piernas y se centró en sus entrañas y vientre, bastó un leve jadeo para hacer reaccionar a Ayase quien se alejó de Derenik y le miró, al inicio sorprendido de verlo allí y luego, sonriente. Esa sonrisa le hizo temblar y se acercó a ellos, estaba avergonzado por lo que sentía pero no podía controlarse. —¿Tanto te gustó lo que viste que ahora te derrites así? —¿Derretirme...? —preguntó, confundido y cerró sus ojos cuando ese maravilloso aroma volvió a acariciar sus labios, como si fuera la invitación hacia algo prohibido. —Ven —Ayase estiró su mano y jadeó cuando la tomó, Derenik se había hundido en su hombro y no les miraba, parecía intentar recobrar sus sentidos—, estás pidiendo a gritos que te follen. —¿Yo...? —¡Eres tan inocente! —el Gamma se rió—, y hueles tan bien, hey, pequeño Omega, ¿por qué no habías aparecido en mi vida antes? No respondió, se sentó encima de la mesa y se acercó por voluntad propia al Gamma quien contenía la risa, sus manos tocaron su cuerpo, temblorosas y se sintió estallar cuando Ayase se rodeó de ese exquisito aroma, era frío, tan frío que había comenzado a temblar y miró de reojo a Derenik quien le miraba igual o más perdido que él. —¿Te gustan mis Feromonas? —Ayase preguntó sobre sus labios, asintió—, ¿qué sientes, Catriel? —Placer —respondió, le miró directo a los ojos. —Tus Feromonas son también una maravilla —Ayase le atrajo más—, te quiero devorar. —No toques a mi hermano —Derenik masculló y Catriel puso mala cara. —Tócame —susurró, Ayase se mordió el labio inferior y sin más le besó. Catriel sentía que su mente iba a estallar, su corazón se aceleró tanto que se sintió explotar, la lengua de Ayase entró por su boca y la dejó explorarla, sus lenguas jugaban y se derretía en ese placer que le causaba ese aroma gélido, ¿a menta? Sentía esa extraña sensación de mezclar frío con menta y era como si todo su cuerpo se bañara de ello, comprendió tarde, que parte de esa sensación era gracias a él y se alejó jadeando, había algo extraño en los ojos del Gamma. Como si festejara su gran victoria al tenerlos bajo sus efectos. —Suficiente por hoy —susurró para sí mismo—, si continúas así quien perderá la cabeza seré yo. Derenik alzó su rostro para mirarlo a ojos ojos, Catriel por su lado seguía jadeando y le miró, quería besarlo. —Creo que fui demasiado lejos —susurró el Gamma. —¿Qué le pasa? —Derenik preguntó, confundido. —Está experimentando por primera vez, lo que en el pasado muchos usaron para abusar de ellos —Ayase acarició su rostro—, cuando sometes a un Omega, él o ella entra en una clase de trance que lo hace perder la noción de todo, similar a su celo pero está ligeramente consciente de todo, no obstante: no puede hacer nada más que obeder. —¿Y cómo se lo quitamos? —No se puede, lo mejor será que te encargues de eso tú mismo. —¿Yo? Pero si quien lo causó fuiste tú. —No me estás entendiendo —Ayase lo cargó, Catriel seguía sintiendo su cuerpo caliente, pero helado a su vez—, leí que hacerles esto es como inducirlos a una clase de celo o algo así, por eso debes hacerte responsable, ¿no es lo que haces? —¿Yo...? —Derenik pareció pensarlo y Ayase suspiró. —¿Prefieres que lo haga yo? Porque me estoy conteniendo —acarició el rostro del Omega—, a decir verdad, me muero por tocarlo. —No, no le hagas... nada. —Entonces, hazlo tú, esperaré abajo. Catriel quería detenerlo, quería tomar la mano de Ayase y acostarlo a su lado, subirse encima de él y suplicarle que lo tocara. Quería sentirlo, quería... Lo quería. Cuando Ayase dejó el cuarto, Catriel se hizo bolita y miró a Derenik, su hermano mayor suspiró y se sentó a su lado. —Ren —Catriel susurró, se le acercó un poco y se acomodó entre sus piernas—, tócame, Ren... —¿Cómo? —Como siempre lo haces —jadeó. —Demonios, Catriel, me vas a volver loco.
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