Los días pasaban y cada vez tenía más miedo de salir a la calle sabiendo que él estaba libre en Italia. Sin saber cómo, Pablo consiguió mi número telefónico y me vivía amenazando a diario con matarme, él no quería que obtenga mi propósito: TENER A MIS HIJOS CONMIGO. Alessandro cada vez estaba más extraño y más preocupado por todo. —¿Y sí me viene a buscar aquí? —pregunté sabiendo que existían esas posibilidades. —No lo hará, Nohemí. —¿Qué te hace creer eso? —Tiene prohibida la entrada a mi casa. Lo miré extrañada, aún no sabía que tenían que ver ellos, de dónde lo conocía. —¿Cuándo carajos me dirás la verdad? —bufé. Estaba cansada de vivir en una mentira, en un misterio, en peligro. A pesar de saber que Pablo andaba rondando por allí y el peligro que yo corría, estábamos