Capítulo 1

1109 Words
Me dieron de alta, quería llegar por fin a mi casa, quería estar tranquila, con mis cosas, mis hijos. Por unos días iba a quedarme con mi madre hasta que me recuperara bien para regresar a mi casa. Ella intentaba pacientemente y utilizando buenas palabras explicarme que no sabía dónde estaban los niños, pero tenía miedo, miedo a mi reacción. —¿Cómo que mis hijos no están? —pregunté alarmada llegando a la casa de mi madre. —Hija… —intentó hablar mi madre, pero la interrumpí. —¿¡Dónde están!? —grité, desesperada, comencé a llorar. —No lo sé, intentamos todo, pero no lo sé —mi madre lloraba conmigo. —¿Y mi casa? ¿Mis cosas? Mi madre negaba con la cabeza, o sea, ¿perdí todo? Mis pertenencias de la casa se encargaron mis padres de ir a buscar todo, tenían que desocupar la vivienda. No lo podía creer, me robaron a mis hijos, no sabía qué hacer para buscarlos. El médico dijo que tenía que hacer reposo y estar tranquila, pero con esto, no iba a quedarme de brazos cruzados esperando a que algún día aparezcan, NO. —Iré a la comisaría —dije decidida. —Nohemí, no puedes. —¿Qué esperas? ¿Qué me quede de brazos cruzados? —la miré fijo a mi madre. —Te acompañaré. —Iré sola. Tomé las llaves de la casa, mi billetera y salí. No sabía cómo iba a lograr que me dieran importancia ahora, después de tres meses y medio. Pero… ¿Cómo iba a buscarlos antes si estaba en coma? Mis padres intentaron hasta lo imposible por encontrarlos, pero fue difícil, y si, lo creo, Pablo pertenecía a uno de los tantos grupos de la mafia italiana. Después de veinte minutos andando, llegué a la comisaría más cercana de la casa de mi madre. —Buenas tardes, señorita —saluda un oficial—, ¿qué necesita? —Me robaron a mis hijos —dije, ya al borde del llanto otra vez. —Pase, siéntese —dijo el oficial. Tomé asiento frente a él, tomó un papel y lapicera y comenzó a interrogarme, le expliqué todo lo sucedido desde el momento en el que me separé de Pablo. Era complicado, ya había pasado mucho tiempo desde la desaparición de mis pequeños y, además, para completar todo, él era perteneciente a la mafia, por lo que los policías se mantenían al margen de ahí y más perteneciendo a distinto país. ¿Qué iba a hacer? —Por favor, ayúdenme —supliqué al oficial. —Intentaremos de hacer todo lo posible —dijo él, pero sabía que era mentira. Me marché de allí dejando mis datos para que pudieran comunicarse conmigo por cualquier novedad que surja. Salí a camino lento para regresar a la casa de mi madre de nuevo. ¿Mi celular? Vaya a saber dónde había quedado, lo perdí el día del accidente. —¿Cómo te ha ido? —preguntó mi madre viéndome entrar a la casa. —Bien, eso creo —suspiré—, debo comprarme un celular. Asintió, salimos a dar un paseo y de paso a comprar algo de mercadería, entre eso, un nuevo celular para mí. —Gracias, mamá. —De nada, cariño —mi madre tomó mi mano—, todo saldrá bien —dio un apretón. —Eso espero, necesito saber que mis hijos están bien. Regresamos de nuevo a la casa, ya era de noche, tenía que buscar algún trabajo de nuevo, algo para mantenerme, tener para mis gastos y los que requieran contratar un abogado para recuperar a mis hijos, o al menos, saber dónde están. Habilité mi nuevo celular, poniendo un chip con distinto número del anterior. Instalé mis r************* : f******k, **, w******p, las comunes en todas las personas, creo. Cenamos y me fui a la cama, busqué mi ordenador. Tenía que investigar por mi cuenta también, no iba a quedarme esperando que la justicia haga todo, porque sabía que no iba a pasar. Pablo García… nada. Gianfranco Mirizzi… nada. ¿¡Cómo diablos iba a encontrarlo!? Intenté seguir buscando, pero era en vano, porque ni siquiera sabía los nombres de sus familias, y menos del grupo de mafia al que pertenecía, tantos años juntos y no lo conocía en lo más mínimo. Suspiré, decidí descansar así al día siguiente podía madrugar y comenzar mi búsqueda más tranquila. Desperté, no podía dormir bien, miré la hora en mi celular y marcaban las 07:35 am. Me levanté segura, me di una rápida ducha, me alisté con ropa cómoda, desayuné junto a mi madre, ella tenía licencia para estar conmigo. —Saldré, mamá. —¿Quieres que te lleve? —No, iré caminando, gracias. Terminé mi café con leche, busqué una mochila, guardé mi celular, llaves, billetera y salí de la casa. Mi madre sólo suspiraba, no decía nada. Tampoco le iba a dar importancia si se oponía a que haga lo que necesito hacer, pero ya. Primero me encaminé al colegio dónde yo asistía, quería hablar con la directora y buscar información sobre Pablo. Le comenté todo lo que había sucedido, se quedó estática, no lo podía creer. Algo me dio, pero no me servía de mucho, ya que era su identidad falsa. Le marqué a mi padre para que me ayudara buscando información en Alicante, él vivía allí, tienen que saber un poco sobre él. No me sirvió de mucho, él no quiso entrometerse en todo eso, no quería problemas, pero… ¿No me iba a ayudar? Suspiré. Me senté en una banca en la plaza, necesitaba pensar, ¿dónde más podía ir a buscar información sobre él? Sabía muy bien que él tenía a mis hijos, pero lo que no sabía es dónde estaba y que identidad estaría utilizando. Pensé en Rebeca, pero había perdido su contacto en el otro celular, ¿qué iba a hacer? Fui de nuevo a la comisaría, pero esta vez llevé documentación que tenía de Pablo para que investigaran, y la respuesta que obtuve fue que esa persona falleció hace dos años atrás. ¿¡Qué!? Regresé a la casa de mi madre con pocas esperanzas, pero apenas comenzaba con todo esto. Algo se me tenía que ocurrir. —Mamá, tendré que viajar a Italia —le dije decidida. —No, no puedes ir a Italia sola —me dijo, tenía razón. —Necesito buscar a mis hijos. —Nohemí, es peligroso… Sí, era mucho peligro irme sola a Italia a buscar a mis hijos, cuando su propio padre era un mafioso. No sé cómo voy a hacer, pero los voy a recuperar.
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