DIECISÉIS
Rozol se estrelló en un campo vacío en forma humana, creando un cráter, sangre plateada todavía corriendo por su cuello. Cayó boca abajo, y le tomó unos segundos rodar para quedar de espalda en el suelo y soltó un quejido. Rozol no podía creer que un espíritu había aparecido para ayudar a los humanos. Especialmente uno que se veía así.
“Maldición,” se dijo a si mismo mientras se ponía de pie lentamente y se esforzaba por salir del cráter que había creado. Se paró en la orilla y se dio cuenta de que no había nadie más. Ni siquiera algo que pareciera un edificio. “Tanto potencial y los dioses lo desperdician creando tantos espacios vacíos. Patético,” dijo para si mismo y comenzó a caminar por el campo.
Le tomó unos minutos llegar a una carretera. Miró a la izquierda y a la derec
